Granja Elena, un lugar insospechado para comer en Barcelona y lejos de los turistas

  • A Granja Elena, no se va de paso, se va por su cocina, por su carta, por sus platos en los que mezclan tradición y evolución.
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Granja Elena / Facebook

Barcelona es una de las ciudades con un atractivo más evidente para los turistas nacionales. La relación entre la Ciudad Condal y el viajero extranjero es aún más estrecha y fuerte. La ciudad en la que Gaudí plasmó todo su genio, ejerce un embrujo de tal calibre en el público foráneo que muchas veces es difícil pasear por Las Ramblas, deambular por el Barrio Gótico o transitar por el Paseo de Gracia; sin tener que sortear turistas, esquivar los fotógrafos amateur practicando ‘selfies’ ante cualquiera de sus monumentos. Y si a veces andar es complicado, pensar en comer y bien puede ser Misión Imposible. Granja Elena es una excepción.

Si allá por el año 1974, los límites de la zona franca eran el extrarradio, alejado y periférico, de la ciudad más moderna de una España aún en blanco y negro, hasta Granja Elena acudía una clientela fiel que mantenía bien arraigada la tradición del mejor embutido catalán y que sabían que en este local se seleccionaba y vendía una de las mejores en la zona. Hoy casi sesenta años después y tras la jubilación de Olga y Carmen, las dos fundadoras, sus tres hijos, Patricia, Guillermo y Borja; han mejorado su cocina, para manteniendo el estilo tradicional que les caracteriza, evolucionar cada receta para hacerla mejor.

Y aunque hasta Granja Elena, no se llega sino es por recomendación de un amigo, e incluso a las puertas del local aún cuesta creer que tras esa fachada carente de personalidad y atractivo; pueda esconderse una cocina más que notable que dice inspirarse en uno de los mejores cocineros de España, Hilario Arbelaitz. Si las fundadoras del local ponían el acento en guisos de fondos concentrados elaborados en cacerolas que se pegaban al fuego durante horas; hoy mantienen esta tradición de platos emblemáticos como los callos (receta de Carmen), las pochas con alcachofas y cocochas mantienen la línea editorial de la casa.

A pesar de que el sello de la casa lo mantienen estos platos, se han introducido otros que elevan el tono y el nivel del lugar. Un extraordinario tartar de vieiras con tomate que es revela fresco, intenso y sensacional en boca. Una cocoha de atún y piquillo, un plato notable, muy logrado y de clara inspiración en el Zuberoa de su admirado maestro Arbelatiz; así como su celebre tarta de queso. Un gran revuelto de sesos con trufa, magníficas texturas y notable en sabor. Además dos platos cuentan con la aprobación incondicional de sus clientes: el arroz con trufa y el escabeche de erizos y mejillones.

Granja Elena es uno de esos restaurantes con dueño, con cocinero. Ese tipo de locales a los que se acude porque aquí, cada día, sigue oficiando su dueño en la cocina. El viejo y sabio refranero de que ‘el ojo del amo engorda el caballo’, es especialmente cierto en el sector de la restauración. Se ve, se palpa y se siente, el cuidado con el que sus propietarios seleccionan el mejor producto posible y el mimo con que se emplean en cada receta para ofrecer siempre los mismo registros de excelencia de cada bocado en la boca. No está de paso, pero es necesario reservar y sacar de la cartera al menos 50€ ¡garantía de una comida notable!

Granja elena

Passeig de la zona franca 228, Barcelona

http://www.granjaelena.com/

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