Guillermo Aymerich 'Carallo', pintor "picante" gallego que triunfa en China

  • Jamás se imaginó el pintor gallego Guillermo Aymerich que los chinos serían quienes le diesen la fama, pese a que por su nombre nadie lo conoce, puesto que allí es 'Carallo', un creador que en sus frescos refleja sus pasiones, su tierra y su sabor "predilecto", el que le ha servido para coronarse como el pintor picante.

Patricia Pernas

Santiago de Compostela, 11 jun.- Jamás se imaginó el pintor gallego Guillermo Aymerich que los chinos serían quienes le diesen la fama, pese a que por su nombre nadie lo conoce, puesto que allí es 'Carallo', un creador que en sus frescos refleja sus pasiones, su tierra y su sabor "predilecto", el que le ha servido para coronarse como el pintor picante.

Con más de treinta exposiciones individuales y 250 colectivas, mañana vuelve a la tierra del dragón, donde trabajará en su actual proyecto, 'Ocho sonidos', para el que está centrado en un poema que habla de los timbres del sonido de la música china.

Su idea, ha contado en una entrevista a Efe, es producir ocho cuadros sonoros sirviéndose de otros tantos materiales distintos, seda, piel, bambú, porcelana, metal, calabaza, madera y piedra.

"Es el proyecto que está en ejecución, pero cada vez que voy a un sitio voy como cazador. Así que tengo una lista de varias propuestas más esperando en Laos, Camboya, Corea, Marruecos, Singapur y Java. Y este verano planeo ir a Borneo", enumera.

Desglosar y analizar la vida de este pintor gallego, siempre a caballo entre Valencia y Beijing, no es una tarea sencilla. Detrás de Guillermo Aymerich se esconde una personalidad peculiar, esa que encandila incluso al más escéptico.

Gran "apasionado" del picante, la última vez que este artista contó la colección de su cocina acumulaba más de 150 especias diferentes de las que estimulan el paladar, -"ahora seguro que más", aclara-, y ve en este concepto la similitud perfecta con su trabajo, como si todas las piezas "encajaran a la perfección", como hechas a medida.

Guillermo Aymerich (Santiago de Compostela, 1964) recuerda en una entrevista con Efe que fue esa "pasión" desmedida por este sabor la que le abrió los ojos para comprobar que en la vida existen similitudes a veces desconocidas, que marcan afinidades.

Y él percibió en su obra cierta "acrimonia o mordacidad", puesto que por tener "gracia" y agudeza, se suele escuchar con "gusto", con algo de garbo y con donaire.

No es este hombre un pintor al uso, ni un artista convencional.

Él mismo explica que el arte es una forma de conocimiento donde no todo está reglado ni con pautas, sino que se mezclan a partes iguales lo reflexivo y lo intuitivo con lo resultón y la pasión, dando lugar a una obra singular y peculiar, que precisa y diagnostica sus señas de identidad.

"También es una táctica rentable para que me recuerden. En China, cada vez que digo mi nombre y lo deletreo se vuelven locos", señala.

Es gallego de nacimiento y también de corazón: "Allá por donde voy conocen nuestra 'terriña', les hablo de Galicia", ilustra feliz.

Guillermo tiene un alias, 'Carallo', por el que lo reconocen en el confín más remoto de la tierra, y este sobrenombre, si uno se atiene a la transcripción fonética de dos o tres caracteres de la grafía china, 'Ou-ka-la', significa "tarjeta empapada de picante".

"Hay cosas que cuadran y otras que hacemos cuadrar", expone.

Coincidencia o no, obra del azar o del simple destino, lo cierto es que los viajes empezaron a formar parte fundamental e imprescindible de la vida de Guillermo Aymerich, y lo llevaron a trazar un plan singular: hacer un estudio del lugar y aplicar un método único a sitios dispares que ofrecen cualidades diferentes, obteniendo un resultado distinto y señero que refleja en su libro, 'Un método para pensar un lugar'.

Cada una de sus obras, variopintas entre sí, no tienen un vínculo estilístico determinante, un factor que ayuda, explica Aymerich, "a alejar el aburrimiento".

"Producir cuadros como chorizos está muy bien, es un producto gallego, pero para hacer chorizos, no para hacer arte", confiesa con esa ironía que lo caracteriza.

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