La amenaza global contra Internet: la censura en China

  • En la República Popular China todo se hace a lo grande, y sus más de 1.300 millones de habitantes han visto cómo para mantener el orden y obligara a acatar las regulaciones relativas a Internet el gobierno utiliza más de 30.000 personas que controlan y censuran de forma efectiva los contenidos de Internet a los que pueden acceder. Utilizando una combinación de medios técnicos, presiones legales y de poderío económico, China es un auténtico infierno para quien quiera acceder libremente a la información, un dolor de cabeza para las empresas que quieren operar allí y está considerado como el país más represivo del mundo en cuanto a la censura que ejerce en la Red.
Alvy / Microsiervos

Entender la situación de Internet en China requiere conocer un buen número de factores que han hecho posible lo impensable, mediante una combinación de fuerza bruta técnica y humana, represión contra los disidentes y presiones económicas aplicadas gracias a su carácter de superpotencia. Esto ha permitido, por ejemplo, que China construyera el Gran Cortafuegos Chino. un sistema técnico que opera desde 2003 para impedir a los chinos el acceso a ciertos sitios web bloqueados por el gobierno. También ha permitido que la fuerza bruta de miles de funcionarios «vigilantes» del gobierno se dediquen a rastrear por la Red los contenidos de publicaciones, blogs, foros y chats, para bloquear o eliminar cualquier cosa considerada inadecuada, además de castigar con las oportunas multas y denuncias a los infractores. En total, 400 millones de internautas chinos (casi el 20 por ciento de los 1.800 usuarios que tiene Internet a nivel mundial) se ven afectados por esta censura.

Desde finales de los 90, en cuanto Internet comenzó a popularizarse en el resto del mundo, China se dedicó a desarrollar una serie de normas aplicables a todo lo que se publicaba en la Red y a todo lo que podía leer en ella. Aunque cada país tiene sus leyes e incluso entre países occidentales hay ligeras diferencias sobre lo que se puede considerar lícito publicar o no, o qué tipos de contenidos deberían eliminarse para proteger a los menores o al resto de ciudadanos, en China la situación es de otro orden de magnitud. Entre los contenidos que nadie puede publicar, leer o transmitir en china se encuentran los habituales como los de tipo racista, terrorista, violento o contrarios a la constitución (especialmente contra el gobierno Chino). Pero también está prohibida la pornografía, e incluso los materiales «sexualmente sugestivos» y los juegos de apuestas. La guinda la pone la prohibición de insultar a otras personas, distorsionar la verdad para molestar a los demás o la difusión de rumores. Por si acaso quedara algo «no controlable», también se prohiben generalidades como contenidos que puedan «perturbar el buen orden de la sociedad» o cualquier cosa que vaya «contra la constitución, las leyes y regulaciones administrativas». En resumen: poder publicar en Internet, leer algo o hacer un forward sin incumplir alguna de las normas es casi un milagro.

Para evitar todo lo anterior el gobierno obliga a todos los proveedores de Internet a vigilar a los usuarios que acceden a través de ellos. La primera solución a la que todos se acogen es utilizar el Gran Cortafuegos Chinos, un sistema que permite filtrar por los nombres e IPs las webs a las que van a acceder, y que mantiene una exhaustiva lista negra de unos 18.000 sitios prohibidos. Esa lista podría ser más amplia, pero basta echarle un vistazo a los más significativos para encontrar la pauta: están bloqueadas la Wikipedia (la más popular enciclopedia libre mundial), el Proyecto Gutenberg (libros digitales, generalmente antiguos y libres de copyrights), periódicos norteamericanos como el New York Times y las webs de ONGs como Amnistía Internacional o Reporteros sin Fronteras. Además, y de forma significativa, están bloqueados decenas de servicios donde la gente publica contenidos en forma de texto e imágenes: YouTube, Flickr, Blogger, MySpace, Facebook, Twitter… También están bloqueadas las versiones internacionales de los principales buscadores: Google, Yahoo, Bing y demás.

Los bloqueos a estas webs no son a veces totales ni continuos. En ocasiones se levantan temporalmente, a veces se refieren solo a partes del sitio y a veces debido a fallos técnicos del cortafuegos algunos sitios son accesibles de repente. Los chinos también han aprendido trucos para enrutar sus peticiones de información a través de servidores intermediarios (proxies) de forma más o menos anónima, eludiendo de ese modo el cortafuegos y la censura, aunque no siempre resultan métodos prácticos ni efectivos.

A pesar de que 30.000 funcionarios chinos auspiciados por el gobierno intenten vigilar todos los nuevos sitios que van apareciendo para bloquearlos, tan hercúlea tarea es inabarcable en la práctica en una Internet que crece más deprisa que los equipos de censores. Los funcionarios se dedican pues a bloquear lo más llamativo y «peligroso», pero muchas informaciones son diseminadas antes de que puedan ser bloqueadas. Se cree que no disponen de medios técnicos para monitorizar todo el tráfico de Internet que entra y sale del país, especialmente foros y chats, aunque sí que establecen espionaje y vigilancia cercana para ciertos individuos que les resultan molestos. Ha habido numerosos casos de usuarios y periodistas multados y encarcelados, «ciber-disidentes» que incumplen las normas y se ven obligados a pagar por ello.

Muchos proveedores de acceso y servicios chinos optan también por contratar personal para vigilar sus propias instalaciones y evitarse problemas con las autoridades. Otros se muestran un poco más rebeldes y no hacen nada hasta que reciben un aviso oficial para que cierto contenido sea retirado o bloqueado, o para identificar a los usuarios que las autoridades quieren localizar (algo que también es obligatorio para estas empresas). El problema para estas compañías es casi una cuestión de supervivencia: quien acata las normas y se pliega ante la censura puede hacer su negocio; quien no lo hace se arriesga a ser multado o ver cómo su negocio recibe una orden de cierre. Ese es el gran dilema al que también se han enfrentado las compañías internacionales que han intentado hacer negocio en el jugoso mercado chino que tan amplias y buenas perspectivas ofrece.

Entre 2003 y 2004 comenzaron a conocerse los primeros casos de empresas que debían cambiar su modo de operar a raíz de cómo estaba actuando la censura china. Al principio muchas no reconocieron que sus servicios «se veían diferente» si alguien buscaba contenidos desde China o desde fuera del país, pero con el tiempo y el aumento de la presión, los bloqueos y la publicidad que recibieron muchos casos, quedó claro a todo el mundo que algo más serio estaba sucediendo. La gente corriente entendió también que el hecho de que una búsqueda como el término "e;derechos humanos"e; no produjera los mismos resultados en China que en otros lugares del mundo era algo más grave de lo normal.

En los últimos años, todos los grandes proveedores prefirieron descafeinar sus servicios y mantener sitios como Google China, Yahoo China y similares en los que se permitía al gobierno actuar a sus anchas según sus peculiares normas. China es un mercado demasiado jugoso al que renunciar, y al fin y al cabo, razonan muchos, cada país tiene sus leyes y quien quiera trabajar allí tiene que cumplirlas (además, no hay que olvidar que estamos hablando de empresas privadas y de un país y su soberanía). Pero recientemente las presiones por uno y otro lado hicieron saltar chispas inesperadas e incómodas, como en el caso de Google China.

A principios de 2010 Google apostó por dar una vuelta de tuerca anunciando su intención de dejar de filtrar los resultados. Su objetivo era negociar con el gobierno chino una forma de saltarse una de sus leyes pero al mismo tiempo fuera algo legal. Como arma, utilizó su poderío en la Red para amenazar con la posibilidad de cerrar Google.cn y sus oficinas allí si las cosas no cambiaban. Las razones esgrimidas incluían su hartazgo por haber sufrido un ciberataque masivo a cuentas de Gmail de activistas de los derechos civiles chinos y europeos. Se llegó a afirmar que hasta 30 empresas internacionales que operan allí habían sufrido el mismo tipo de ataques. La respuesta china fue negar el ataque y recordar a Google su soberanía respecto a las leyes aplicables a Internet en su país.

Ante el dilema de hacer lo que consideraban justo (evitar la censura y «no hacer el mal», lema de Google) y abandonar uno de los mercados con más potencial para el futuro (las previsiones son de unos 840 millones de chinos internautas para 2013) el gigante de Internet se sacó un sorprendente as de la manga: cerró Google China (Google.cn) desviándolo a Google Hong Kong (Google.com.hk). Este territorio especial de China cuenta con alta autonomía tras su independencia de los británicos en 1997, y ese vacío legal podría haber resultado ser una alternativa razonable: un buscador en chino situado en un territorio chino pero más occidentalizado. Al mismo tiempo, Google anunció que mantendría sus oficinas en China con casi 600 personas, aunque su permanencia definitiva dependería de cómo se desarrollaran los acontecimientos.

El Gobierno chino, mientras tanto, se ha dedicado a desprestigiar a Google y de acusarle de intentar imponer sus criterios y valores a la hora de hacer negocios, sin tener en cuenta los valores, ideas y leyes del país, y utilizando subterfugios como el movimiento a Hong Kong para saltarse esas normas. Google ya ha detectado que han comenzado a bloquear el acceso desde China a Google Hong Kong, si acaso temporalmente, pero podría ser algo permanente. De completarse ese bloqueo, pocas opciones tendría Google excepto abandonar el país si quiere ser coherente con todo lo que ha venido sosteniendo hasta ahora.

Mientras tanto, Baidu, el "e;Google chino alternativo"e; de la región, sigue operando como desde hace años y creciendo hasta convertirse en uno de los más grandes servicios de la Internet mundial. Ofrece para el público chino un buscador, alojamiento de páginas, foros, chats, correo y todo lo imaginable. El secreto de su crecimiento es que colabora activamente con el gobierno para implementar todas las normas de regulación de contenidos, practicando la auto-censura y evitándose así los problemas. Irónicamente, como a veces sucede con estas cosas, Baidu es una empresa fundada por dos chinos que estudiaron fuera del país; la empresa se creó en las Islas Caimán y actualmente cotiza en la bolsa estadounidense: es de hecho la primera empresa china en entrar en el índice NASDAQ-100 de empresas de tecnología… en el que es tal vez el lugar más capitalista y anti-comunista del mundo que pueda imaginarse: el parquet de Wall Street.

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