La Semana Verde de Berlín, un viaje gastronómico para "gourmets" aventureros

  • El olor dulzón del café de Vietnam, el crujido seco del "non" uzbeco y el toque a comino de la búlgara "kabaptscheta" se entremezclan en el recinto de la Semana Verde de Berlín, todo un viaje culinario para "gourmets" aventureros.

Lucía Agustín

Berlín, 22 ene.- El olor dulzón del café de Vietnam, el crujido seco del "non" uzbeco y el toque a comino de la búlgara "kabaptscheta" se entremezclan en el recinto de la Semana Verde de Berlín, todo un viaje culinario para "gourmets" aventureros.

Infinidad de aromas y sabores se entremezclan en esta feria, la mayor del mundo para los sectores agrícola y gastronómico, que ofrece durante nueve días a sus cerca de 400.000 visitantes la oportunidad de conocer qué se come y cómo en cerca de 70 países de todos los continentes.

Un paseo esta semana por el recinto ferial de la capital alemana, por los 115.000 metros cuadrados que ocupan los más de 1.600 expositores de la Semana Verde, es una oportunidad única para realizar un "tour" gastronómico sin pasar por un aeropuerto.

No resulta fácil decidir por dónde empezar cuando se trata de elegir entre una gran variedad de delicias gastronómicas que van del dulce al salado, de la carne al pescado, del agridulce al picante.

Hecho de finas capas de masa y aceite, el llamado "fli", una receta cocinada con el mimo que exigen sus cuatro horas de preparación, es el plato típico por excelencia de Kosovo, el Estado más joven de Europa, ya que, como aseguran los responsables del expositor en la feria, se trata de un plato "profundamente conectado con las raíces del país".

Los expositores húngaros parecen haber acudido a la cita con el propósito de mostrar que la gastronomía de Hungría no acaba con su afamado "gulasch".

El "flade", un bollo realizado a partir de la masa sobrante del pan y que se rellena con embutidos y quesos, es otro de los platos fuertes de la gastronomía húngara que, de postre, ofrece pequeños mazapanes de albaricoque, canela, castañas y caramelo, entre otros.

Hablando de dulces, sobresale la exótica variedad del arroz con leche afgano, acompañado con almendras, y que se puede servir tanto frío como caliente y combinado con un té o café locales.

Si algo caracteriza al expositor de Uzbekistán es el colorido de sus frutas y el olor de sus tradicionales panes, los "non", hechos a mano en horno de leña y que son un acompañamiento perfecto para el "palov", un guiso de arroz seco, carne y zanahoria.

Para combatir el frío, los lituanos abogan por una ingesta rica en calorías y muestran con orgullo su plato típico, las "zepelinas", unas bolas de patata rellenas de carne de cerdo o ternera que se sirven bañadas en nata.

En sus dominios en la Semana Verde exponen -y ofrecen a profesionales del sector y a grupos de curiosos- las múltiples variaciones de este plato, algunas rellenas de verduras y otras servidas con queso u otras salsas.

La carne picada es, sin duda, el ingrediente base de la gastronomía búlgara, una cocina tradicional abanderada por la "kabaptscheta", la "kjufteta" y el "sarmi", pequeñas hamburguesas especiadas de diferente manera y cocinadas a la plancha.

Los aromas exóticos de las diferentes variedades de té de Nepal, sus especias y sus hierbas para infusiones, obtenidas en plantaciones uvicadas en las faldas de los Himalaya, trasladan a la majestuosa tranquilidad de esta cordillera, a un lugar donde el tiempo no pasa, donde las prisas no tienen cabida.

Las rodajas de plátano secas y caramelizadas típicas de Tailandia, la carne seca de bisonte de Canadá o los exóticos bocados de Ruanda -de cocodrilo, gacela y antílope-, son otros de los platos de los que se puede disfrutar en la feria al calor de un ambiente festivo y plagado de actos publicitarios y degustaciones para los visitantes.

Aunque hay quien dice que no hay mejor manera de regar una buena comida que con un buen vino, para los habitantes de Ghana lo habitual es hacerlo con la cerveza "DjuDju", que se elabora en grandes recipientes de barro siguiendo viejas tradiciones y recetas.

Y así, después de un día en la Semana Verde de Berlín, acabamos con la sensación de haber recorrido el mundo de norte a sur, de este a oeste y, todo ello, en tan solo 115.000 metros cuadrados.

Mostrar comentarios