Pasión y mimo, la receta de los portugueses para una buena taza de café

  • Quienes conocieron al ilustre poeta portugués, Fernando Pessoa, recordaban años después el gusto que profesaba por el café, una pasión compartida por sus compatriotas, para los que tomarse una "bica" es todo un ritual.

Paula Fernández

Lisboa, 8 nov.- Quienes conocieron al ilustre poeta portugués, Fernando Pessoa, recordaban años después el gusto que profesaba por el café, una pasión compartida por sus compatriotas, para los que tomarse una "bica" es todo un ritual.

El café luso es reconocido en todo el mundo como uno de los mejores a pesar de que Portugal no cultiva los granos, sino que los importa desde países como Brasil o Colombia.

Abastecidos con una materia prima de calidad, los portugueses distinguen su café del resto gracias a su proceso de torrefacción, donde reside su secreto, según los entendidos, y gracias también al mimo que ponen a la hora de servirlo en una de las incontables cafeterías que pueblan sus ciudades.

Pero el café no llegó a Portugal hasta el siglo XVIII, cuando Brasil todavía formaba parte del Imperio luso.

Por aquel entonces era un producto muy cotizado, lo que motivó que el militar luso-brasileño Francisco de Mello Palheta fuera enviado a la Guayana Francesa con la secreta misión de volver con una planta de café en sus manos.

La historia cuenta que, para conseguirlo, Palheta tuvo que seducir a la mujer del gobernador, quien le regaló un ramo de flores en el que había escondido una planta de café.

Tres siglos después, el café es la bebida no alcohólica más consumida por los portugueses, que llenan cada mañana las cafeterías del país.

Y hablar de café en Portugal es hablar de Delta.

Líder indiscutible del sector, la empresa fue fundada en 1961 por Rui Nabeiro en Campo Maior, una localidad situada en la frontera con Extremadura, y tiene su origen en el contrabando de café entre Portugal y España durante la posguerra española.

El administrador del grupo e hijo de su presidente, João Manuel Nabeiro, explica en declaraciones a Efe que la clave del éxito del café portugués podría estar en su empeño por producir con calidad.

"En nuestro caso, intentamos ser excelentes al comprarlo, transformarlo, darle aroma y paladar, y hacerlo accesible en cualquier instante", señala, un proceso en el que el momento de tostar el grano es "de los más importantes".

"Es ahí donde los años de experiencia y conocimiento juegan un papel decisivo", cuenta Nabeiro.

La compañía está presente en 35 países en todo el mundo, entre los que destaca España, Angola -donde tiene una fábrica- y Brasil, pero el café Delta llega incluso a lugares tan lejanos como China.

"Encaramos China como un mercado clave en el continente asiático y, por eso, un centro neurálgico de nuestra estrategia de internacionalización en aquella zona del globo", explica Nabeiro.

La pasión portuguesa por el café llevó a Delta a inaugurar recientemente en Campo Maior el Centro de Ciencia del Café, un moderno museo de carácter divulgativo y turístico que rinde homenaje a lo que se ha convertido en algo más que una bebida.

"Es un hecho que los portugueses saben beber el café a la perfección. Mantenemos el ritual de 'tomar un café', haciendo del momento un intercambio permanente, un verdadero acto social", considera el administrador de Delta.

La forma más común de "beber un café" en Portugal es la "bica", el equivalente al expresso italiano, servida en taza pequeña y estrecha.

El origen del término suele atribuirse a una de las cafeterías más emblemáticas de Lisboa, la célebre "A Brasileira", situada en el céntrico barrio del Chiado.

Con la llegada de la máquina expresso, los portugueses tuvieron que acostumbrarse a un café mucho más amargo y para ello "A Brasileira" colocó un cartel en su puerta con el mensaje "Beba isto com açúcar" (beba esto con azúcar), de cuyas siglas derivó la palabra "bica".

Ahora, turistas y locales llenan la terraza de "A Brasileira" para tomarse una "bica" acompañados por una estatua de bronce de Fernando Pessoa, que le recuerda disfrutando de uno de sus mayores placeres, sentado a la mesa tomándose una buena taza de café.

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