Un jesuita turco venido de las Indias

  • Érase una vez un jesuita turco que venía de las Indias. Podría comenzar así una historia-cuento sobre el ave que el Nuevo Mundo regaló al Viejo allá a principios del siglo XVI: el pavo, que es llamado de muy diversas maneras, olvidando su nombre original.

Por Caius Apicius

Madrid, 22 nov.- Érase una vez un jesuita turco que venía de las Indias. Podría comenzar así una historia-cuento sobre el ave que el Nuevo Mundo regaló al Viejo allá a principios del siglo XVI: el pavo, que es llamado de muy diversas maneras, olvidando su nombre original.

Que era "hueyxolotl", palabra formada por "hua", que vale por grande, y "xolotl", palabra sobre la que hay diversas interpretaciones. El caso es que de ahí viene guajolote, que es el nombre que se da al pavo en su país de origen o, al menos, el primero en el que lo encontraron los europeos.

En Europa había pavos, pero de los otros. Y hasta se comían: en banquetes reales o de la nobleza a veces se servían pavos asados, recubiertos de su plumaje y con su cola abierta. Eran, claro, pavos reales, a los que el descubrimiento de su pariente americano puso, al fin, en su lugar natural: los jardines, no los asadores.

Los ingleses llamaron al pavo "turkey". Luego pasa lo que pasa: que un periodista inexperto confundió términos y escribió sobre una epidemia que había matado a centenares de miles de turcos. No. Eran pavos. "Turkeys", no "turkish". Pero ¿qué tiene que ver al pavo con Turquía?

Pues nada. Sucede que en principio hubo quienes confundieron al pavo con la pintada o gallina de Guinea. Plumaje manchado, jaspeado. En inglés, la pintada era "Guinea fowl", y de ahí a "Turkey fowl" no hubo más que un paso. La cosa es que el nombre científico de la pintada es "Numida meleagris" y el del pavo "Meleagris gallopavo". Eso, en honor de Meleagro.

Y ¿quién era ese señor? Nada menos que un príncipe de un lugar llamado Calidón. Su madre, que era hermana de Leda (la que tuvo sus cosas con Zeus camuflado de cisne), fue advertida por las Moiras de que su hijo viviría el tiempo que tardase en consumirse un leño que ardía en la chimenea, así que lo retiró de las llamas y lo guardó.

Andando el tiempo, Meleagro mató al jabalí monstruoso enviado por Artemisa a Calidón en castigo por algo, y tuvo un problema por el trofeo con los hermanos de su madre, a quienes mató.

Su madre, entonces, arrojó el leño al fuego, y Meleagro murió. Las hermanas lloraban, inconsolables, y Artemisa las convirtió en unas aves de plumaje enlutado: las pintadas. De ahí el nombre y la confusión.

Porque el plumaje del pavo también es jaspeado, manchado; mancha, en francés, es "tache", y de "tache" viene el nombre italiano del pavo: "tacchino". Lo del pavo con los franceses tiene más vueltas, porque los griegos le llaman "gallopoule", que significa "pollo francés".

Por su parte, los franceses llamaron durante un tiempo "jesuitas" a los pavos, porque la primera granja en la que se criaron en Europa fue una que tenían los jesuitas en Bourges (Francia).

Pero los franceses llaman al pavo "dindon". Los españoles, al principio, hablaban de "gallo de papada", por razones obvias; de ahí se pasó a "gallo de Indias" (de las Indias occidentales, claro está).

Los franceses tradujeron literalmente: "coq d'Inde". Con el tiempo, suprimieron el "coq" (gallo), y se quedaron con "d'Inde", convertido en "dinde". Pero ésta les pareció palabra femenina, así que llamaron "dinde" a la pava y "dindon" al pavo.

El pavo acabó por desplazar al ganso como típica ave navideña en Europa. Hoy, al menos en España, anda de capa caída: su trono lo ha ocupado el capón, y la gente identifica el pavo más con un fiambre sin grasa que con un gran asado, al menos mientras el Día de Acción de Gracias no se imponga en todas partes, como Halloween.

En fin, no me resisto a darles la receta que ofrecía un escritor español, a principios del siglo XX, para el pavo asado. Así era: "Para asar un pavo es necesario: 1º, emborracharlo bien con aguardiente de caña; 2º, decapitarlo cuando esté bien curda; 3º, desplumarlo y dejarlo colgado toda la noche; 4º, abrirlo y limpiarlo; 5º, untarlo de ajo, sal y manteca de cerdo, y 6º, meterlo en el horno, añadiéndole algún caldo si fuese muy duro". Ahí queda eso.-

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