Viaja al pasado en el Viejo Expreso Patagónico

  • Tan pronto como la enorme mole de hierro comienza a resoplar, dejando una gran estela de humo a su paso, los turistas y sus cámaras no se hacen esperar. Es el Viejo Expreso Patagónico "La Trochita", inmortalizado en el libro homónimo de Paul Theroux en 1979, que vuelve a la vida, como lo ha venido haciendo desde su primer viaje en 1922.
La Trochita, en la estación de Nahuel Pan (Patagonia argentina)
La Trochita, en la estación de Nahuel Pan (Patagonia argentina)
Wikimedia
Andy Stiny | GlobalPost

(Esquel, Argentina). Los pasajeros de La Trochita se ponen en fila cerca de las vías, las cámaras preparadas y con gorros de piel para combatir el frío de este pueblo de montaña, enclavado en los Andes de la Patagonia argentina."Cuando llegó la oscuridad lo hizo en esa repentina manera patagónica, tan rápido como cuando cae un telón, cubriendo la noche de frío. En este silencio desértico se oye el sonido del viento y el vetusto tren". Así describía Theroux el viaje en su libro "El Viejo Expreso de la Patagonia".

Aquí aún se vive la misma sensación descarnada del desierto patagónico que sorprendió a Theroux. Como si se tratara de una fotografía de antaño, el tren y el paisaje no han cambiado. Y hay pocas cosas que avisen que el desarrollo ha llegado más allá de los pueblos. Los británicos construyeron aquí La Trochita, al igual que la vía estrecha por donde circula. El objetivo era promover el comercio y conectar las diversas comunidades de estancias o ranchos. Optaron por la vía estrecha porque pensaron que sería más fácil que instalar una vía tradicional.

El pequeño Expreso Patagónico tuvo su época dorada después de la Segunda Guerra Mundial, cuando trasladaba hacia el norte enormes cantidades de lana, que después cambiaban a un tren normal hasta llegar a la costa. Más tarde se construiría una carretera y bajarían los precios de la lana. A principios de los años 90, el gobierno argentino intentó vender sus ferrocarriles, incluida La Trochita, pero no encontró interesados. El regreso de la democracia, un mayor aprecio por la Patagonia y el libro de Theroux ayudaron a revitalizar el turismo.

Hoy en día, en la estación de Esquel es muy probable encontrarse tanto con turistas argentinos, orgullosos de esta herencia nacional sobre raíles, como con europeos y unos pocos norteamericanos. Carla Paillaqueo, de 22 años, creció en Esquel y vivía a unos metros de las instalaciones del tren. Ahora vive en Taos, una estación de esquí en el estado de Nuevo México, pero recuerda con cariño el pequeño tren. "Mi abuelo trabajó en La Trochita durante 40 años, toda su vida", afirma. "Cuando era niña, de unos 10 u 11 años, mi abuelo nos llevaba a veces a su trabajo. Su misión era encender la locomotora".

Es difícil conseguir billetes durante enero y febrero, en los meses del verano argentino y las vacaciones. Los pasajeros durante un viaje reciente incluían un abogado de Buenos Aires, un parado de Londres que realizaba un recorrido por Sudamérica y una bióloga de Florida (EEUU).

Después de oír varias veces el silbido del tren, el maquinista comienza a rodar por La Trochita, cruza un improvisado basurero ilegal y se encamina hacia las montañas y la Patagonia.El tren atraviesa varias veces la famosa Ruta 40 que recorre prácticamente todo el país siguiendo la cordillera de los Andes. La gente saluda desde su coche cuando ven el tren. Coger o ver La Trochita es todo un acontecimiento.

El tren fue declarado Monumento Nacional en 1999."La estrechez de la vía avanza por el desierto, la locomotora y su traqueteo se esfuerzan y parecen estar siempre a punto de escupir las entrañas por la boca, como si fuera una lluvia de metal y vapor, en una seguidilla de sorbos y se detiene sobre una pendiente, retrocede y no puede más", escribía Theroux.

El tren avanza con su traqueteo durante las tres horas de viaje, que incluyen una excursión de 40 kilómetros al poblado mapuche de Nahuel Pan y el regreso. Los rebaños de ovejas avanzan al unísono cuando oyen el sonido de cientos de piezas de metal que ponen en movimiento el tren y lo hacen circular a unos 45 kilómetros por hora.

"Me gusta lo pequeño del tren y la simpatía de la gente", afirma Vicki McGrath, de Florida. Lo más destacado: "El paisaje". Para Bob Godshalk, su compañero de viaje, el viaje le ha abierto el apetito de viajar. "Me pareció bastante bien… un poco corto". El traqueteo del tren es lo que le ha resultado más atractivo. Le gustó "esa sensación antigua, los vagones de madera y el ruido". En otras épocas, La Trochita también tuvo otros usos, algunos de ellos un poco más siniestros.

Durante la "guerra sucia" se utilizó para transportar tropas que la junta militar enviaba para controlar a supuestos enemigos del Estado. Cuando Carla Paillaqueo era muy joven, su familia se trasladó en tren desde el pueblo Ingeniero Jacobacci donde vivían. "Recuerdo a muchos militares en el tren, señala. "Mi abuela me dijo una vez que los militares entraban en la casa y revisaban para ver si alguien tenía un arma".

Para visitar la página oficial de La Trochita, haz clic aquí.

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