Viajar en el Transacantábrico Gran Lujo, una experiencia que no olvidarás jamás

  • Su atmósfera recuerda los primeros años 20, época en la que nacieron este tipo de trenes en los que la alta sociedad atravesaba el continente.
Interior del Transcantrábico. /EFE
Interior del Transcantrábico. /EFE
Interior del Transcantrábico. /EFE
Interior del Transcantrábico. /EFE

Si viajar en coche da flexibilidad y libertad, hacerlo en avión acorta el desplazamiento, pero alarga los tiempos pre y post vuelo. El tren, sin embargo, aúna las ventajas de ambos medios. Por un lado permite viajar desatendido, distraído, leyendo, escuchando música o trabajando en cualquier cosa; permite levantarse y pasar por el bar a tomar algo y los tiempos son, al final, mucho más razonables que los de el propio avión. Y si además logramos transformar el tren en un verdadero hotel de lujo, el viaje resulta inolvidable. Recorrer la cornisa Cantábrica en el Transcantábrico es una experiencia única e irrepetible.

Los salones y las suites de El Transcantábrico Gran Lujo no tienen nada que envidiar a las de un gran hotel, es más, probablemente un gran hotel debería envidiar las habitaciones y los salones de los coches originales de 1923 de la histórica casa Pullman que el Transcantábrico mantiene intactas. Su atmósfera recuerda los primeros años 20 del pasado siglo, época en la que nacieron este tipo de trenes en los que la alta sociedad de aquel momento atravesaba el continente en unos viajes formidables. Viajes que se han reproducido en tantas obras de literatura y películas que nos han mostrado el esplendor de esos tiempos.

Descansar en las suites de lujo, relajarse en los salones de época, disfrutar de los paisajes verdes del norte, probar la extraordinaria cocina inspirada en platos propios de las zonas que se recorren y que son elaborados bajo la dirección de algunos de los mejores chefs del panorama gastronómico nacional. Cada día el equipo de cocina del tren abastece la despensa comprando los mejores productos locales en los mercados de abastos, con los que elaboran menús en los que está muy presente la cocina local tradicional de cada una de las zonas que se recorren.

Pero las cenas se alternan entre las experiencias a bordo y una selección de restaurantes de cocina típica de cada zona para disfrutar de platos como la fabada, el cocido montañés y los pescados al horno. Postres como los frixuelos y la tarta de Mondoñedo. Productos como el marisco, las anchoas o el bacalao son solo parte de la selección de platos locales que se ofrecen en la experiencia de El Transcantábrico Gran Lujo. La bodega se ha realizado en base a una selección de los principales vinos y bodegas del norte de España.

Siete noches y ocho días para un viaje fantástico en el que cada noche la velada se produce en un sitio diferente y cada día se amanece en un lugar distinto. Eso sí, durante la noche el tren permanece estacionado para facilitar el descanso a los viajeros. Durante el día los paisajes cambian constantemente. Cada copa de vino se apura en un paisaje diferente. Cada noche tras la cena el viajero puede optar por salir a pasear por la localidad donde el tren este estacionado, escuchar música en directo o tomar una copa relajadamente en el vagón apropiado.

El viaje transcurre entre las ciudades más señaladas de la cornisa Cantábrica. Desde San Sebastián donde pasear por la concha o probar unas tapas por el casco viejo. Bilbao y el Gugennheim. El Centro Botín y el Casino en la ciudad en Santander y el Santuario de Santo Toribio de Liebana y las cuevas de Altamira y un paseo por la villa medieval. En Asturias desde los paisajes de las casonas de los indianos en Ribadesella, a los Lagos de Covadonga, y Oviedo la capital del Principado. En Ribadeo la playa de las catedrales y Santiago, sus catedrales y la ciudad en la que acaba el trayecto.

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