Viaje a las entrañas de la guerra de Vietnam tres décadas después

    • Un refugio subterráneo de 220 kilómetros laberínticos muestra aún hoy toda una ciudad en miniatura.
    • Vietnam es hoy el segundo socio comercial de EEUU en Asia, después de China.

Chong Moi tiene 82 años y una salud de hierro. Por su aspecto bien podría decirse que la vida lo ha tratado bien. Nada más lejos de la realidad. Aunque su eterna y contagiosa sonrisa dicta lo contrario, su cuerpo y su memoria aún conservan restos de la tragedia que padeció hace ahora 37 años. Junto a su hermano y dos de sus hijos, este campesino vietnamita nacido en Cu Chi, a unos 70 kilómetros al noroeste de Ho Chi Minh -la antigua Saigón-, es considerado un héroe entre sus paisanos, a muchos de los cuales dirigió durante la guerra contra Estados Unidos.

Como Saigón o Hanoi, Cu Chi se convirtió durante la contienda en el infierno del que tanto hablaba Rambo, el único capaz 2013en el cine, claro- de hacer frente a guerrilleros que aparecían y desaparecían dando la impresión de constituir una enorme y ficticia tropa. Sencillamente, los valerosos vietnamitas capitaneados por Chong 2013apenas unos cientos- se limitaron a poner en práctica su conocimiento del terreno, construyendo rutas subterráneas que sirvieron de refugio a más de 10.000 habitantes y combatientes durante una década.

Como explica él mismo en un más que decente inglés, en Cu Chi, epicentro de los combates más cruentos, llegaron a existir en 1975 tres niveles de pasadizos subterráneos excavados en zigzag, situados a 6, 8 y 10 metros de profundidad, con una longitud total de 220 kilómetros. Dentro de estos infinitos laberintos se organizó toda una ciudad en miniatura, donde coexistían desde fábricas de ropa y armas, hasta dormitorios, cocinas, cuartos de almacenaje, mercados, hospitales, comedores, salones, pozos y sistemas de ventilación.

'Con simples palas de mano, cavábamos cerca de dos metros al día, y nos deshacíamos de la tierra llevándola en cestas que arrojábamos en lugares muy distantes entre sí', subraya el campesino vietnamita, convertido ahora en reclamo de un singular negocio turístico impulsado por un touroperador local. Éste organiza excursiones por algunos de los escenarios donde tuvo lugar un conflicto que provocó más de cinco millones de muertos.

Además de la visita a los túneles, rectángulos de apenas 40 por 30 centímetros de ancho, por 20 dólares la visita incluye un paseo por un antiguo campo de minas; una amena charla con antiguos combatientes; la experiencia de montar en un tanque norteamericano M48 que quedó como trofeo; e incluso la posibilidad de disparar con fuego real algunas de las armas que se usaron entonces, como una ametralladora M60.

Todo ello, de la mano de un guía hijo de un militar norteamericano y una joven vietnamita. Porque, a pesar de todo, Vietnam es hoy día el principal aliado estadounidense en el sudeste asiático. El acuerdo bilateral firmado en 2001, que relanzó las exportaciones vietnamitas y aumentó el comercio hasta los 15.400 millones de dólares, lo que convirtió a Estados Unidos en el segundo socio comercial de Vietnam, después de China.

Más allá de las cifras, negocios como el Rat Bar refrendan la buena sintonía entre ambos países. Montado a finales de los 90 por un veterano de guerra de Alabama y regentado ahora por un matrimonio australiano, este pequeño pub ubicado en el centro de Ho Chi Minh es hoy lugar de culto para muchos freaks de la guerra de Vietnam.

Decorado con fotos y recortes de periódicos de aquellos años, su nombre hace honor al grupo de operaciones especiales de los marines que trató de derribar la fortaleza subterránea creada en Cu Chi. 'Cansados de combatir contra sombras, hartos del calor y los mosquitos, el ejército estadounidense intentó destruir los túneles con explosivos y quemando gas de acetileno', relata Scott, uno de los camareros del bar.

Pero la dureza de la tierra y la capacidad de los vietnamitas para reparar durante la noche lo destruido, impidió que estos ataques tuvieran éxito. También se enviaron perros para localizar a los guerrilleros, pero las trampas colocadas en los túneles los mataron o mutilaron.

Como desesperada alternativa, el ejército de EEUU preparó a conciencia a un grupo de voluntarios, con el objetivo de expulsar al Vietcong de su guarida de Cu Chi. Al mando del lunático capitán Herbert Thorton, una treintena de ratas de túnel debía arrastrarse durante horas a través de las cavidades, en la más completa oscuridad, asumiendo que su vida podía acabar en cualquier momento.

Sólo llevaban una linterna, una pistola y un cuchillo. A finales de 1968, después de sufrir severas derrotas y un buen puñado de bajas, los marines descubrieron una entrada en Cu Chi, lo que sin embargo no evitó que tardaran tres años más en derribar aquella fortaleza subterránea.

'Pese a que lograron acceder al segundo nivel y provocar importantes destrozos en varios de los agujeros, más de la mitad de las ratas terminaron saliendo a la superficie llorando y pidiendo que se les relevase de la misión', prosigue Scott, al que le llueven las propinas cuando finaliza el relato de los hechos.

El conflicto, que el joven camarero da por concluido en 1973, prosiguió realmente hasta la toma de Saigón en 1975, cuando se forzó la rendición incondicional de las tropas sudvietnamitas y se logró la unificación del país, bajo el control del gobierno comunista de Vietnam del Norte, en julio de 1976.

Para Estados Unidos, que todavía sigue presente en el alma, el corazón y la economía vietnamita, el conflicto resultó ser la confrontación más larga en la que se ha visto envuelto jamás. De aquellos días quedará para siempre un sentimiento de derrota que los psicólogos denominan Síndrome de Vietnam, que tiene mucho que ver con aquellos fantasmas de Cu Chi, a los que la tierra se tragaba con la misma facilidad con que los situaba frente a la mirada desquiciada de un marine norteamericano.

José Luis Cámara Pineda, Ciudad de Ho Chi Minh (Vietnam)
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