Brujas, la ciudad de la cerveza y el chocolate

  • Los secretos de una ciudad de dimensiones humanas, de calles estrechas, hecha de recodos casi laberínticos.
Brujas
Brujas
Brujas

Brujas es una ciudad con el encanto propio de un cuento de Navidad. Su luz y su atmósfera se transforman a lo largo del día para mostrar a quien la pasea diferentes caras, una más pálida y cubierta de una niebla que nace en sus canales, y otra más nítida y resplandeciente cuando el sol inunda el cielo de un azul intenso para reflejar entonces el color de ladrillo rojo y el perfil de techos escalonados de las casas que se asoman a sus orillas. Brujas es de calles tranquilas y silenciosas sobre las que sólo resuena el eco de los cascos de los caballos que trotan sobre el adoquín tirando de sus calesas.

Brujas es una ciudad hendida de canales, de cursos de agua tranquilos y pequeños y cortos puentes que salvan la distancia de un lado a otro. Brujas es una ciudad de luz y de brumas cuya atmósfera mitad romántica, mitad cautivadora, hechiza a quien la visita. Es una ciudad que conviene pasear a distintas horas del día porque la luz transforma en postales completamente diferentes un mismo lugar. Mientras, su famoso carrillón hace sonar sus campanas que se escuchan dentro del perímetro formado por los grandes torreones que en tiempos defendían la ciudad y franqueaban su entrada.

Brujas ha dejado atrás un pasado cosmopolita y agitado de comerciantes que en el Siglo XV se encerraban en bares y tabernas para negociar títulos y crear así los primeros pagarés de la historia y la bolsa tal y como la conocemos hoy. Pero al mismo tiempo en aquella Brujas de ocio y de negocio habitaba una comunidad cuyo mundo se reservaba al silencio, la oración y la contemplación. Las Beguinas, una comunidad de oración y espiritualidad habitaba en el barrio de casas blancas y jardines que aún se conserva y se puede visitar.

En una ciudad de dimensiones humanas, de calles estrechas, hecha de recodos casi laberínticos que se abren a la gran plaza de Markt. El espacio más amplio y diáfano de la ciudad sobre la que se levanta la torre de Belfry, la más alta de la ciudad. Los miércoles se instala un mercado de puestos de fruta y verdura, quesos y manzanas, de perritos y patatas fritas. El chef Geert Van Hecke cuenta con un espectacular restaurante tres estrellas Michelin, pero si no quieren que su abultada cuenta arruine su viaje, pueden probar Refter, su segunda cocina en la que por 35€ pueden disfrutar de la cocina de este genial chef.

Hay dos pasiones que mueven la ciudad: la cerveza y el chocolate. De la primera se puede beber una diferente cada día del año, pero ya sólo queda una cerveza auténticamente artesanal que se elabora en la ciudad, la Brugse Zot, que sirven en la que pasa por ser la cervecería más antigua de la ciudad, De Halve Maan, desde 1546. Dominique Persoone revolucionó el mundo del chocolate mostrando el camino a muchos otros colegas al introducir sabores, ingredientes y variedades que han convertido los chocolates de su tienda The Chocolate Line, en un lugar de culto y de peregrinación, a la que se acude a probar sus chocolates de pimienta y de chiles.

Visite el Museo Groeninge, un gran desconocido que sin embargo reúne una fabulosa colección de pintura flamenca y un cuadro del mismo Miguel Ángel, de la Virgen y el Niño, que le dan entidad al Museo. El Pand Hotel es uno de los mejores y más acogedores hoteles de la ciudad, ubicado en edificio del XVIII mantiene una atmósfera elegante y distinguida. Después de un paseo por la ciudad puede tomar una sauna reconfortante que le entone y después pasar a tomar una cerveza en su acogedora biblioteca.

Mostrar comentarios