El increíble Bombay

  • hecho de castas y credos que encajan como en un rompecabezas perfecto.
Bombay
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“Incredible India” es el eslogan que la oficina de promoción de aquel país utiliza para definir en una sola palabra, un país, que bien podría ser por sí solo un continente. Un país de enormes contrastes que van desde los hielos de las cumbres más altas del mundo con quien limita al noreste, hasta las aguas templadas del Golfo de Bengala, desde las indómitas junglas del centro del país, hasta las caóticas mega urbes en las que el ruido, el color, la vida y el alma de este país se muestran en toda su amplitud. Es un país hecho de castas y credos que encajan como en un rompecabezas perfecto.

Mumbai (Bombay) es una urbe construida sobre los slums, esas barriadas características que popularizó aquella gran película “Slum Dog Millionaire”. Bombay es una ciudad con personalidad y alma, que permite vivir el viaje como una experiencia que se desarrolla en la misma calle. El colorido de sus bazares, el bullicio de sus calles, el tráfico caótico y ruidoso, imposible para un occidental en el que cientos de vehículos que, como enjambres, atraviesan las calles sin orden aparente, pero en el que todo el mundo se maneja con aparente soltura.

Se habla de las favelas, esos destartalados conjuntos de chabolas que se amontonan en las colinas de ciudades sud americanas como las Río de Janeiro. Nada comparada con Dharavi, que pasa por ser el mayor slum de toda Asia y que lucha por salir de su aceptada pobreza con pequeños talleres artesanos, que les permite, al menos, mirar adelante con un poco más de optimismo. Bombay es una ciudad hecha de retales en las que hindúes, musulmanes, sijs, budistas, incluso una minoría de cristianos y judíos y parsis de Irán; componen un mosaico de religiones que abundan en la tolerancia y respeto hacia el otro.

Un amigo, director de una gran multinacional india, me indicaba que realmente siente que está en Bombay “cuando llego a la playa de Chowpatty, me siento, bebo el agua de un coco y descanso en la playa mirando al Mar Arábigo. No es una playa para bañarse, pero sí para tomar algo en uno de sus múltiples restaurantes y disfrutar de los espectáculos callejeros: Contorsionistas, encantadores de serpientes, malabaristas, algún músico y representaciones de marionetas locales”.

La India en general y Bombay en particular es un universo distante y distinto al de occidente. Aquí sí que se disfruta del viaje porque no existe la uniformidad aburrida y monótona que impera en casi cualquier destino en Occidente. Es un universo en el que el servicio y la mano de obra todavía son un capital importante. Existen profesiones impensables en este lado del mundo, como la de los Wallahs dhaba, que sobre las 11 salen a borbotones de la estación de tren para repartir el almuerzo que han recogido en las casas de decenas de miles de oficinistas.

El muelle Sasson es el punto al que llegan las pequeñas barcas de pescadores que acuden hasta sus plataformas para repostar combustible y desembarcar la cada vez más exigua pesca del día. Y si de pesca se trata, nada como el restaurante Trishna, en el distrito de Kala Goda, un lugar para probar un marisco de calidad excelente. El cangrejo con mantequilla, pimienta y ajo, acompañado de un vaso de cerceza helada, es la mejor opción.

Hay dos excursiones que no puede dejar de hacer. Para ir a la Isla Elefanta debe llegar hasta las proximidades del gran hotel Taj Mahal, y al otro lado de la Puerta de la India, parten barcos que le trasladan hasta la isla. Descubrirá las cuevas que hace más de 15 siglos decoraron con profusión de tallas ornamentales de inigualable delicadeza. La otra visita que debe realizar es a la Vispassana Pagoda, la mayor cúpula construida sin pilares. Durante la travesía se contempla la espectacular cúpula dorada por un lado, mientras que por el otro se deja escapar el calor, el tumulto y el ruido de Bombay.

Otro de los sitios que no puede dejar de visitar es el sugerente Mercado de los Ladrones, un interesantísimo bazar, repleto de antigüedades a precio de ganga con centenares de objetos de todo tipo; y el mercado de frutas y verduras que se ubica en un viejo edificio colonial, El Crawford Market.

Para una buena cena a base de marisco fresco recomendamos el Konkan café, en el propio Taj Mahal hotel. En cambio, para tomar una copa, nada como acudir hasta el Dome Terrace Sky Bar, en la azotea del hotel intercontinental, allí se disfrutan de las mejores vistas de la ciudad. Pida un Gin tonic, no en vano, este es el país donde nació esta bebida.

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