Essaouira, el encantador pueblo de pescadores marroquí

  • Un paraíso para los practicantes del Kite Surf, los paseos por playas solitarias y vírgenes, la excelente comida...
Essairoa
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Essaouira es la última brecha de playas infinitas, de viento que sopla airado para levantar las brumas que se forman al amanecer y que separa el desierto del océano Atlántico. Es una pequeña y encantadora villa que ha heredado los intensos colores azules que un día vistieran los bereberes. Es un pueblo marinero, un puerto de mar que vive volcado sobre las aguas en las que faenan curtidos y recios, pero amables pescadores. Es una villa que huele y sabe a mar, de redes zurcidas que se amontonan cerca de las barcas que descansan en el puerto, mientras las gaviotas planean sostenidas por la brisa que refresca la villa.

Essairoa
 

Essaouira es una villa de blancos limpios y azules intensos. Del azul cobalto del cielo, el mar, los esquifes y las contraventanas, al blanco inmaculado de las fachadas encaladas. Una ciudad que vive hacia dentro de unas murallas que la protegen del viento que azota las cometas de kitesurf, y de los embates del océano. Si las murallas protegían a aquellos que buscaban refugio en su interior, sus cinco puertas franqueaban la entrada a cuantos acudían a orar en la mezquita y en la sinagoga de la medina que congregaba la mayor población judía del norte de África y que hoy sigue congregando a peregrinos de todo el mundo.

Essaoi
 

Un enclave junto al océano que preside aún hoy el faro de estilo morisco que anuncia la entrada a la bocana del puerto que conduce hasta el mercado de pescado junto a la mayor plaza de la medina, la de Moulay Hassan. Junto al zoco en el que se comercia casi de todo: dátiles, aceitunas, frutos secos, especias, lámparas y babuchas, alfombras y mosaicos, tés y pequeños puestos de zumo de naranja que exprimen al momento para calmar la sed. El hamman Llala Mira, ubicado en el hotel del mismo nombre, es el baño público más antiguo de la ciudad. Masajes y baños con jabón negro y esponja exfoliante a un precio atractivo.

Essaouira es un paraíso para los practicantes del Kite Surf. Sus cielos están cubiertos de cometas de colores que arrastran a sus dueños a gran velocidad aguas adentro. Un largo paseo por la playa solitaria y virgen de Safi para recorrer los catorce kilómetros hasta Moulay Bouzerktoun y regresar a Essaouira en autobús junto a los locales, durante cuyo trayecto puede entablar conversación en francés. Baje y ande hasta el puerto donde cientos de esquifes de color cobalto atracan unos junto a otros.

Compre el pescado que más le guste acuda a una parrilla cercana para que se lo asen. En Sam, sólo preparan pescado fresco del día, hasta que se acaba. Si prefiere cocina marroquí el Riad El Baraka con su patio central vestido de manteles de vivos colores es una buena opción. Cerca de la puerta Bab Marrakech, la mejor cocina callejera, pescado frito. A la entrada de cuyos diminutos establecimientos hacen cola los locales. Sardinas aderezadas con una salsa de tomate y cebolla. Para desayunar en la terraza apoyado en la fachada bajo los cuadros que decoran la fachada café y zumo en Pastisserie Chez Drizz.

Essaouira regala al visitante espectáculos gratuitos y de extraordinaria belleza, un disco solar enorme que se enciende en colores anarajandos para ponerse tras la línea del horizonte al fondo del océano, mientras las gaviotas revolotean y graznan antes de alinearse en la playa para descansar. Para dormir lo ideal es alojarse en un Riad. Heure Bleue es uno de los más característicos. Su patio central decorado como un vergel de plantas distribuye el espacio que se corona con una azotea desde la que se contempla la medina. El Riad Lunetoile, más sencillo, se ubica en una magnífica casa restaurada por su dueña Sue Hunt. La habitación Nº-5 dispone de extraordinarias vistas al mar.

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