Génova, la decadente belleza de una ciudad que sorprende al visitante

  • El derrumbe del Puente Morandi ha dejado al descubierto cómo una urbe antaño tan importante ha caído en la desidia.
Génova
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Oficina de Turismo
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Génova / Oficina de Turismo

Desde Pisa hacia Génova la carretera recorre en paralelo la costa. El camino pasa por la elegante y discreta belleza de La Spezia, el encanto inimitable de Cinque Terre, y la opulencia medida de Portofino. El viajero que recorre el paisaje incomparable de una costa italiana sometida a la belleza casi irreal que impone el color y la luz del Tirreno, debe cambiar de registro cuando entra en Génova. Esta es una ciudad cuyo corazón palpita débilmente desde el viejo y decadente puerto que un día atrajo grandes riquezas para los mercaderes de la época. El colapso del Ponte Morandi muestra la decadencia de la gran dama que un día fue bella y hoy muestra arrugas en el rostro.

A la ciudad, y más concretamente al puerto, se le supone que en el pasado debió mantener una actividad febril, constante y bulliciosa que hoy se muestra más apagada y oscura. La fachada de casas que dan al puerto se asemejan al rostro de una vieja dama que ajada y sin pintar, muestra las cicatrices que la tiranía del tiempo impone en su rostro. Bajo los soportales que recorren una buena parte del Paseo se reúnen tipos procedentes del magreb y Asia; cuya fotografía bien podría tomarse en Orán o en algún barrio de Lahore. Tras la opulencia casi festiva de Cinque Terre, asombra la decadencia de la ciudad que vio nacer a Cristóbal Colón.

Pero frente al Porto Antico, un puerto que bien podría describirse con aspecto de bajos fondos, se descubre una ciudad de un pasado esplendoroso. Los palacios e iglesias de la parte alta de la ciudad vuelven a asombrar de nuevo al viajero. De la imponente catedral de San Lorenzo al fastuoso Palacio Rosso o Bianco de estilo renacentista, convertidos hoy en excelentes galerías de arte con obras de artistas clásicos. La Vía Garibaldi considerada como la calle de los reyes por lo fastuoso de sus palacios, cada cual más impresionante que el anterior y que se levantaban con el ánimo de superar en opulencia y vistosidad al del vecino.

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Puerto de Génova / Oficina de Turismo

La gastronomía, como en todo el resto de Italia, es parte consustancial al modo de vida de sus gentes. En una ciudad en la que se inventó el Pesto y de cuyos hornos salieron las primeras foccachias, el nivel culinario está asegurado. En las afueras de la ciudad, en el Gran Hotel Arenzano, el chef Ivano Ricchebono propone una cocina regional de calidad en su restaurante Cavo. Su menú Acqua de 90€ refleja la riqueza del producto del Mediterráneo y el recetario local. Un extraordinario capón o una carbonara de sepia, la inevitable y riquísima focaccia al pesto y la frescura del mejor pescado en ligera salsa de limón y menta.

El Museo Galata habla de las expediciones marítimas que tantos beneficios reportaron a la ciudad en siglos anteriores. Pero el punto donde mejor se comprueba la riqueza que fluía en los Siglos XVII y XVIII es en el Palacio Real. La impresionante ornamentación interior que se mantiene intacto, tal y como lucía en tiempos de la familia Savoy: Techos rica y bellamente policromados, lámparas de estilo Imperio y salas como la de los espejos demuestran la opulencia de tiempos pasados. Para dormir el Gran Hotel Savoya, que combina instalaciones modernas y un aire retro que nos retrotrae a la mejor época de la ciudad.

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