Grandes viajes en tren: Un viaje en el tiempo de Palma de Mallorca a Soller

  • Un viaje en el tiempo de una hora en el que el crujir de las maderas del vagón cuando comienza a andar se confunde con el traqueteo sobre las vías.
Imagen del tren Soller.
Imagen del tren Soller.
Pixabay
Imagen del tren Soller.
Imagen del tren Soller. / Pixabay

No existe otro medio de transporte tan versátil como el tren que permite leer, conversar sin distracciones, levantarse y dar un paseo hasta el vagón restaurante para estirar las piernas y servirse un bloody mary, el mejor trago para viajar. Entre el lujo de completar un viaje de lujo en tren como el Trasncantábrico y el Al Andalus que completan la mejor experiencia de viaje soñada, y el típico y curioso tranvía que recorren tramos de las ciudades de Lisboa y San Francisco; hay un tren que recorre un tramo de la isla de Mallorca para unir la capital mallorquina con el puerto de Soller al norte de la isla.

Hubo un tiempo, a primeros del Siglo XX, allá por 1912 en que los maquinistas de tren vestían uniforme con galones que semejaban almirantes, gastaban mostachos ostentosos que habían puesto de moda en Europa central. En esa fecha se abre la línea férrea entre Palma y Soller. Se acababa de hundir el Titanic y la primera gran guerra mundial estallaría en dos años. El tren se convirtió en el único medio de transporte capaz de salvar los campos de olivares y atravesar la Sierra de Tramontana y la Sierra de Alfabia, se adentra en tres túneles y sobrevuela puentes y salva el terreno sobre el gran viaducto de cinco arcos.

Un tren de vía estrecha, de medidas inglesas por donde corría una máquina de vapor que arrastraba vagones de madera completamente artesanales. Vagones de madera, construidos a mano con plataformas entre vagones protegidas por una pequeña verja y en la que los pasajeros pueden permanecer de pie. Una forma de viajar natural con ventanas practicables que se pueden abrir para permitir que el aire de la sierra entre en sus pulmones. Viajeros libres que se sientan en las escaleras de acceso al vagón, mientras otros, de pie, en la plataforma, disfrutan del paisaje a derecha e izquierda.

Un viaje en el tiempo de una hora de duración en el que el crujir de las maderas del vagón cuando comienza a andar se confunde con el traqueteo sobre las vías cuando el tren logra su velocidad de crucero. Una velocidad que permite viajar como se hacía antiguamente, al ritmo suficiente para disfrutar del entorno. Un paisaje que cuando se descubre, sorprende pues Palma es más intensa si cabe en el campo que sus playas. De repente, en el fondo del valle se descubre el puerto de Soller. Para llegar al puerto hay que subirse al tranvía de madera que le lleva hasta el mismo corazón del puerto.

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