Grandvalira, todo lo que puedes pedir a una estación de esquí: nieve, ocio, spa...

  • El mayor dominio esquiable del sur de Europa no se conforma sólo con interminables pistas. Ocio y bienestar se suman a la propuesta. 
Descenso en moto de nieve en El Tarter © Neus del Valira / Grandvalira.
Descenso en moto de nieve en El Tarter © Neus del Valira / Grandvalira.

128 son las pistas que se encuentran repartidas por los seis sectores (Encamp, Canillo, Soldeu, El Tarter, Grau Roig y Pas de la Casa) que conforman Grandvalira. En total, 210 kilómetros de nieve esquiable, repartida en casi 200 hectáreas de terreno, que hacen de la estación andorrana la más grande del sur de Europa. Sin embargo, sus límites no se quedan ahí y con la adición esta misma temporada de la estación Ordino-Arcalís, las cifras se disparan hasta los 240 kilómetros en 155 pistas.

Pero no sólo de deporte y descensos se vive y disfruta en Grandvalira. Con la incorporación de Ordino, serán más de dos millones de visitantes los que descubran la estación durante la temporada, consiguiendo entrar en esa mágica cifra, algo que sólo consiguen siete estaciones de esquí en el mundo, entonces, ¿cuál es el secreto del éxito?

Aparentemente no lo hay y sí mucha lógica, inversión y diversificación de negocio, permitiendo que lo que hace 40 años era poco más que un remonte, ahora sea un centro de ocio y diversión en el que concurren decenas de actividades distintas. El deporte sigue siendo el rey, e imán de todo lo que rodea Grandvalira, pero a ello se ha sumado desde hace años –y con especial énfasis en la última década- una variada y potente oferta gastronómica y hotelera que convierte la estación en un auténtico resort al aire libre.

El ejemplo lo encontramos en los puestos de restauración del complejo, un total de 60, que se distribuyen por todos los sectores y que van desde terrazas a pie de pista, perfectas para comer un bocadillo, a restaurantes de lujo o bares de apresquí donde productos gourmet como el champán o las ostras conviven con cocina internacional y platos típicamente andorranos. Este contrapunto sabroso reivindica así la nueva forma de pensar en la nieve, haciendo hincapié en todos los planes alternativos que surgen en torno a ella, y que ofrecen al viajero, sin importar el presupuesto, decenas de ofertas distintas a las que amoldarse.

Ostras y champán desde el Refugio del Lago de Pessons © Neus del Valira/Grandvalira
Ostras y champán desde el Refugio del Lago de Pessons © Neus del Valira/Grandvalira

Más o menos como la propuesta hotelera, diversificada en más de 400 establecimientos, que van desde los clásicos albergues de montaña hasta hoteles de cuatro y cinco estrellas. Las opciones son casi infinitas y permiten al viajero alojarse a pie de pista y centrarse en la práctica deportiva; o preferir estar algo más alejado de las pistas para disfrutar del ocio que se puede encontrar en los sectores; o apostar por hoteles a pie de pista en los que el lujo convive con la nieve y el relax espera al esquiador después de una larga jornada de descensos.

Algunos de los nombres ilustres de estos hoteles, en los que el placer y el deporte coexisten, son ya conocidos por los asiduos a la estación y se convierten en punto de encuentro, temporada tras temporada, de viejas amistades. Sport Hotel Hermitage & Spa, ubicado en Soldeu, a escasos 300 metros de las primeras pistas y con el aliciente de su spa, ofrece un variado recinto de piscinas y aguas termales al huésped. Incluyendo una situada al aire libre, conectada al interior por un pasadizo acuático, en la que disfrutar del contraste entre los paisajes nevados y el agua caliente.

No muy lejos de él, a unos ocho kilómetros, se encuentra otro clásico de la zona, el Grau Roig Hotel Boutique, referente dentro del propio sector Grau Roig, y que compagina el hecho de estar a pie de pista con los pequeños placeres de la gastronomía y la enología. Tres restaurantes distintos, en los que destaca El teatre del vi (El teatro del vino) en el que maridajes y cocina de autor harán las delicias del cliente, o La vaquería, donde disfrutar de la gastronomía clásica andorrana, son parada casi obligatoria para los que busquen una Andorra gourmet.

Otro referente, esta vez en Canillo, es el hotel Ski Plaza, que reúne bajo sus cinco estrellas dos de los placeres típicos del país: termalismo y esquí. Situado a medio camino entre Andorra La Vella y Pas de la Casa, último sector del dominio, Ski Plaza es una opción ideal para el que concibe planes urbanos y de shopping junto a los placeres del deporte.

Pero si hay una revolución en el mundo del ocio en los últimos años, es la gastronómica. Evidentemente, Andorra y Grandvalira no iban a permanecer ajenas a este nuevo motor, que está sacudiendo los cimientos del hedonismo, y que también pretenden conquistar el paladar de los esquiadores a más de 3.000 metros de altura.

Ésa es una de las razones por las que se ha potenciado el nivel gastronómico de la estación. De esta forma, este hecho diferencial puede ser la pieza que desequilibre la balanza a la hora de escoger unas vacaciones de esquí y, sobre todo, un reclamo para un cliente internacional que esté dispuesto a hacer más kilómetros de recorrido para gozar de una oferta completa.

Terraza Veuve Clicquot en Soldeu © Neus del Valira/Grandvalira
Terraza Veuve Clicquot en Soldeu © Neus del Valira/Grandvalira

Repetir plato o restaurante durante una estancia en Grandvalira sólo puede significar una cosa: que te ha encantado el restaurante. Dentro de la estación se abren opciones para todos los gustos e, importante también, para todos los presupuestos, alejando el tópico de que paladear una buena cocina en alta montaña es necesariamente caro. Evidentemente hay opciones más gourmet pero ello nunca implica que no haya alternativas más económicas.

Además, los diferentes momentos del día encuentran su acomodo especial, dependiendo de la hora, en las diferentes terrazas y restaurantes. Por ejemplo, si uno busca la clásica cocina pirenaica, la podrá encontrar en el Refugio del Lago de Pessons, donde el trinxat comparte mesa con las fondues pero también con las ostras, el champán o el cava Rimarts, una especialidad local cuya crianza se ha producido dentro del propio lago durante todo un año.

También impactante por el escenario es la Arrocería, situada en El Tarter, y que permite alojar a más de cuarenta comensales en una cabaña de alta montaña. Como su nombre indica, son los arroces los protagonistas pero están bien secundados por una amplia parrilla en la que pescados y carnes comparten cartel. Además, está disponible en horario de cenas, a los cuales se accede con las máquinas pisanieves de la estación, haciendo aún más completa la experiencia.

Además, fieles a su esencia montañera, los asadores y restaurantes de carnes también han ganado protagonismo en los últimos años en la estación, incluyendo referencias del mundo más gourmet. Ejemplos como los ibéricos –y el producto fresco- de Joselito o las selectas piezas de vacuno de Txogitxu se pueden encontrar en el Steak House Gall del Bosc, que satisfará a los más carnívoros de la expedición.

El legendario apresquí de L'Abarset © Neus del Valira/Grandvalira
El legendario apresquí de L'Abarset © Neus del Valira/Grandvalira

Incluso están las opciones para el que quiere darse un pequeño capricho, más cerca del picoteo que de una contundente comida, en paradas como el Vodka Bar. Enclavado dentro del sector Grau Roig y a 2.150 metros de altura, esta terraza es ideal para el tapeo gourmet en la que vino, champán y vodka se encargan del maridaje. En ella además los más golosos no podrán resistir la tentación, puesto que el pastelero Christian Escribá se encarga de la carta dulce de este ya emblemático espacio.

Lamentablemente, todos los días, igual que para el resto de mortales, llegan a su fin desde las cumbres de Grandvalira. Pero, afortunadamente, sus apresquí también son icónicos. En especial el de L’Abarset, una terraza en la que poner el cierre a un día espléndido y brindar por el siguiente día en uno de los atardeceres más impresionantes del Pirineo. Allí, en las nevadas cumbres de El Tarter, se consolida al hedonismo y a la música electrónica las tardes-noches andorranas, citando a dj’s de talla internacional para echarse un último baile antes de volver al hogar, dulce hogar, que en Grandvalira espera.

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