Hotel Eugenia de Montijo, un lugar para descansar bien y comer mejor en Toledo

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Toledo es una ciudad con una profundidad y un calado de los que muy pocos otros destinos pueden presumir en el mundo. Toledo es una ciudad protegida y defendida tras una muralla cuyos paramentos se mantienen verticales ocultando tras de sí una ciudad hecha de estrechos y laberínticos callejones que guardan una arquitectura popular de ladrillos y vigas de madera vistas sumamente sencilla y atractiva. Toledo envuelve su perfil característico tras un meandro bien definido del río Tajo, que recorta su cauce para recorrer la ciudad imperial, amurallada y espiritual que ha rezado en iglesias, sinagogas y mézquitas. El Hotel Eugenia de Montijo es el enclave perfecto para visitar la ciudad.

En la mejor zona de Toledo, en un tranquilo callejón sin salida y a unos pasos de la Catedral, se encuentra un palacete en el que un día vivió la emperatriz Eugenia de Montijo. Un edificio completamente renovado que ha sabido mantener elementos característicos como la claraboya de cristales policromados que dejan penetrar la luz en el salón principal. Los techos se visten de fantásticos artesonados que recuerdan constantemente la riqueza del edificio en el que nos encontramos. Un amplio salón que integra una gran barra de bar presidida por un gran retrato moderno de la emperatriz es el lugar donde descansar, leer o tomar algo.

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Si las habitaciones son amplias y cómodas, sobre cualquier otra circunstancia, destaca el ‘charme’ y el poso de elegancia que guarda cada dormitorio en consonancia absoluta con la categoría del palacete. Tonos claros y pastel, espacios bien iluminados definen la línea definida para el descanso. Las suites de techos altos, increíbles, ventanales que se levantan del suelo a un techo a varios metros de altura garantizan que la luz natural inunda toda la estancia. El hecho de que el hotel se encuentre en un callejón sin salida para los vehículos garantizan la máxima tranquilidad para descansar.

Después de un día de visita a la ciudad de Toledo nada como tomarse un respiro y descansar tomando un trago en el salón del hotel. Tras la gran barra que recorre un lateral del salón se promocionan los productos locales. La cerveza Domus de grifo y botella, se elabora en la ciudad imperial, del mismo modo que la ginebra 1085, de característica botella blanca, limpia; elaborada con una triple fermentación y algo más... como reza su eslogan. Una London Dry Gin elaborada con ocho botánicos en alambiques de cobre que destilan en el término municipal de Yepes.

Pero si en el Hotel Eugenia de Montijo el descanso está asegurado y el momento en el que descansar tomando un combinado acaba siendo especial, la sorpresa proviene de la cocina del restaurante Federico. Si normalmente todos buscamos locales para comer lejos de los hoteles en los que descansamos, en esta ocasión, háganos caso, no se muevan y prueben su carta. Cocina local de recetas sencillas sin muchas complicaciones, pero especialmente bien resueltas dan lugar a platos más que notables. Todos ellos rayan a un nivel sobresaliente, sin falla ni errores.

Extraordinarios mejillones, excelentes croquetas de jamón, boletus y chipirones, de masa cremosa y exterior crujiente muy bien definido. Impecable la carrillera, un guiso que ha pasado por largas y anodinas horas al fuego hasta conseguir la ternura de su carne y los sabores bien impregnados. Muy buena la pluma de ibérico, sobresaliente la hamburguesa y espléndido el escabeche de perdiz, digno de las mejores casas de comidas madrileñas en las que este plato fue famoso en otros tiempos. El vino elaborado en las bodegas de la familia propietaria del hotel alcanza un nivel muy correcto perfecto para acompañar una cocina rica, rica.