Jerusalén, un destino universal al que hay que ir al menos una vez en la vida

  • Es una ciudad con una mística que no posee ningún otro destino en el mundo.
La luna llena sale cerca de Jerusalén (Israel). EFE/JIM HOLLANDER
La luna llena sale cerca de Jerusalén (Israel). EFE/JIM HOLLANDER

No importa la religión que profesé, incluso si no es creyente, Jerusalén es una ciudad con una mística que no posee ningún otro destino en el mundo. Ni siquiera Benares y las aguas renovadoras del río Ganges, ni los templos sintoístas del Japón más zen; o los templos budistas de Bhután, un país que no ha sido contaminado aún por occidente; ni aún La Meca. Jerusalén reúne entre sus murallas toda la espiritualidad que rezuman las tres religiones monoteístas del Planeta. Similitudes y diferencias en una ciudad en que los rezos y las plegarias, y los santuarios más sagrados de la Tierra coexisten.

La Jerusalén histórica es una pequeña ciudad amurallada enclavada en un alto que ejerce como el auténtico Monte Olimpo de los dioses clásicos. Ha pasado por todo tipo de vicisitudes pero siempre ha vuelto ha rehacerse sobre sus cimientos. Centro del judaísmo, arrasada por romanos y babilonios, fortificada de nuevo por Solimán tras un siglo en el que los Cruzados quisieron establecer un nuevo reino cristiano en el lugar más santo para la cristiandad. El germen de la semilla que se fraguó cuando era colonia Británica dio origen al Jerusalén actual, cuna de las tres religiones.

Dividida en cuatro barrios principales, bien delimitados por la arquitectura y el urbanismo, pero también por los estereotipos que definen a unos y a otros. El barrio cristiano en la parte alta de la ciudad mantiene la iglesia del Santo Sepulcro como seña de identidad, mientras frailes y popes pasean sus calles. Levitas, kipás y tirabuzones en la zona más próxima al Muro de las Lamentaciones, vestigio y sustento del antiguo reino del Rey David. La Mezquita de Omar y su cúpula dorada, seña identitaria de la ciudad, acoge a los habitantes del barrio musulmán donde se encuentra el gran bazar de la ciudad.

Desde el Monte de los Olivos a las afueras de la ciudad Jerusalén se muestra majestuosa. A un lado el mítico Valle Cedrón, y tras las murallas intactas, resplandece por encima del resto del perfil de la ciudad la cúpula dorada que brilla incandescente cuando incide el sol sobre ella. Al fondo de la imagen la Iglesia de San Salvador y su campanario, pieza vital de la ciudad durante siglos porque sus tañidos marcaban el ritmo y los horarios de la ciudad. Como toda ciudad amurallada conserva las cuatro puertas de acceso originales: La de Damasco, la de Sión, Jaffa y la puerta Dorada.

El plano de la ciudad diseñado con regla y cartabón se divide en cuatro barrios, cada uno de los cuales posee una personalidad muy acusada y todos son diferentes del otro. Así, el cristiano se caracteriza por sus callejuela estrechas y algo empinadas, el barrio armenio es limpio y más anodino. El Judío en cambio, es solemne, trascendente, mientras el barrio musulmán, el más animado de todos, es más comercial y bullicioso, pero menos ordenado. Jerusalén ha crecido y levantado barrio fuera de las murallas: Yemin Moshe salpicado de galerías de arte y residencia de artistas, músicos y escritores.

Hanevi’in es un barrio, más elegante y más formal. Aquí se encuentran muchos de los consulados, cuyos diplomáticos suelen frecuentar la terraza del America Colony Hotel. Los ultra ortodoxos judíos, que en Jerusalén son legión, habitan en el barrio de las casas húngaras, en Mea Shearin y en Ohel Moshe. En esta zona de la ciudad se encuentra el mercado Machane Yehuda, a donde los agricultores de los Kibutz, esa suerte de granjas colectivas, acuden a vender sus verduras y hortalizas. El zoco del barrio árabe, es el otro gran centro de compras de la ciudad.

Desde la terraza del hospicio austriaco, en plena Vía Dolorosa, se puede tomar un café mientras disfrutas de las vistas sobre los tejados de esta parte de la ciudad. Tiene algo de místico. La cocina israelí difiere poco de la gastronomía de Oriente Medio. Los metze, esa colección impresionante de platillos con los que se abre cualquier comida, son parte integrante de cualquier comida. Dicen que el mejor humus se prueba en el restaurante Abu Shukri. Macheyehuda, con tres cocineros elaborando platos al unísono y la vista de los comensales es el restaurante más animado de la ciudad, pero a pesar de su tamaño es difícil reservar.

La cocina y el encanto de The armenian tavern, le cautivarán. Muy buenas vistas sobre la ciudad desde el restaurante del Hotel Legacy. Libros y gastronomía vegetariana en Tmol Shilshom cafe. El Hotel Mamiya dispone de una terraza donde cenar con unas vistas mágicas sobre la ciudad. Debe pasar por uno de los hoteles míticos de la ciudad, el King David, para tomar al menos una copa y respirar su ambiente cosmopolita y elegante; un hotel en el que se ha fraguado parte de la historia reciente del país. Para dormir el American Colony Hotel es una de las mejores opciones.

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