Razones para escapar a Palermo, la caótica belleza de la Isla Nostra

  • Imprescindible visitar el Mercado de Ballaró, probablemente el mercado de abastos más fascinante a este lado del Mediterráneo.
Palermo
Palermo
Pixabay
Palermo
Palermo / Pixabay

Sicilia es tal vez la isla con más encanto del Mediterráneo. Sí es cierto que Ibiza y Mykonos son el centro neurálgico al que se escapa todo el el que puede; que Mallorca y Cerdeña son dos destinos elegantes y que; si Corfú es una plagada de huellas históricas y las islas del Mar de Mármara son joyas por tallar, Sicilia es la más auténtica, el trozo de tierra más genuino y apegado a su pasado reciente de todo el Mediterráneo. En Sicilia se mantiene y se preserva un paisaje y una forma de vida que es fiel a una cultura ancestral que se basa en el apego a la familia, agricultura ecológica y pesca de bajura de las que se alimentan.

Definir Sicilia en pocas palabras pasa por mostrar fotografías que retraten los volcanes y las fumarolas que ascienden de sus cráteres; las salinas, refulgentes que dejan evaporar el mar; los barcos que descansan varados en las playas de arenas; pueblos intactos, construidos de piedra volcánica y tejados de teja rojiza; palacios barrocos e iglesias aragonesas; teatros en los que los griegos representaban sus comedias y templos normandos. Carreteras de las de antes, y gente en apariencia humilde, pero orgullosa, hermética e impermeable. En Sicilia enseñó el mayor sabio de la antigüedad: Arquímedes y predicó San Pablo.

Por proximidad, Palermo tiene un cierto aire caótico muy parecido al que muestra Nápoles. Tal vez su suerte, efímera, al estar sometida a la presión de un gran volcán, tal vez el carácter latino, mostrado al extremo; tal vez el haber acogido a tantos pueblos en su seno cada uno de los cuales ha hecho su aportación particular y diferente al anterior; le dan ese aire de vieja capital en la que se entreveran palmeras y vegetación del Norte de África, patios floridos, mosaicos bizantinos y capillas católicas, blancas y enlucidas coladas que tienden de balcones en edificios de fachadas envejecidas.

Camino del Mercado de Ballaró, probablemente el mercado de abastos más fascinante a este lado del Mediterráneo, se distinguen hombres mayores que esconden su tez bajo la típica boina negra. Se pasea bajo las lonas que cubren y protegen del sol productos que completan la paleta de colores: De las verdes alcachofas de un tamaño notable, pescado plateados de todos los tamaños, el anaranjado del marisco recién capturado, el amarillo de los limones perfumados, el rojo encarnado de tomates dulces y pimientos. Desde cada puesto se vociferan los precios, mientras una señora lleva toda la vida pelando vainas de judías.

El centro lo marca un ficus de enormes dimensiones que como un hito geográfico señala la Piazza Marina desde la que podemos iniciar cualquier paseo por Palermo. Desde aquí dirijase por la Vía Vittorio Emanuele, llegará al Vuccirìa market (4). Más allá Quattro Canti, la plaza en la que se unen los cuatro barrios históricos de la ciudad. Desde aquí diríjase hacia la plaza Pretoria que domina una gran fuente del Siglo XVI, para llegar hasta la hermosa Plaza Bellini en la que cohabitan dos iglesias del Siglo XII junto a las omnipresentes palmeras, presentes en toda la isla.

Para comer nada como sumergirse en una auténtica tratoría en la que la nona sirve una comida insuperable. La tratoria Zia Pina, es un pequeño y destartalado cubil pero se come muy bien. En la parrilla de la Terraza del Padre Aldo se asa uno de los mejores pescados de la ciudad. Otra opción es la Pastticeria Amatto, muy cerca del teatro romano, dicen los propios del lugar que aquí se toma el mejor ragú de la ciudad, de hecho y a pesar de su sencillez de hecho el olor de su barbacoa y los aromas a albahaca te atrapan si pasas cerca.

Mostrar comentarios