Una escapada al incomparable clima de Las Palmas de Gran Canaria

  • Desde el barrio de Vegueta, el más antiguo, de calles estrechas y casi laberínticas, muchas empedradas, destilan un encanto singular.
Las Palmas de Gran Canaria
Las Palmas de Gran Canaria
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Las Palmas de Gran Canaria es tal vez la más importante de las islas afortunadas. Y lo son verdaderamente no solo por sus kilómetros de costa y playa, sino porque es una urbe europea, que disfruta de todas las ventajas y beneficios del primer mundo con todas las infraestructuras de una ciudad de primer orden; porque toma prestado el clima bonancible del que se disfruta en la latitud en la que se encuentra, frente a África y porque el carácter de sus gentes es abierto, afable y agradable, lo que les marca un ritmo de vida más agradable y llevadero, y por los paisajes que van desde frondosos bosques de pinos a desiertos de arena.

Desde el barrio de Vegueta, el más antiguo, de calles estrechas y casi laberínticas, muchas empedradas, destilan un encanto singular. Sus casas centenarias, encaladas de blanco, con los típicos balcones de madera adornados con geranios rojos sobresalen sobre el empedrado de las calles. Una visita obligada en la isla es al Mercado de Abastos ubicado en un edificio histórico repleto de frutas y verduras locales, quesos y vinos autóctonos y la rica papa canaria patrimonio de la gastronomía canaria. La casa de Colón en la que se hospedaba en las escalas de sus viajes a América, se ha reconvertido en un interesante museo memorial.

El barrio de Triana, más animado y comercial, articula su vida entorno a la calle peatonal que da nombre al barrio. Un paseo tranquilo para observar los escaparates de sus pequeñas tiendas; parar en sus cafés y sentarse en alguna terraza cobijada a la sombra, para recuperar fuerzas y proseguir el ‘safari’ comercial. La pequeña ermita de San Telmo se levantó sólo unos años después de haber llegado a América, así que es coetánea del descubridor

La Playa de las Canteras es una de las playas urbanas más increíbles y que más se aprovechan de toda España. Se asemeja ¿por qué no? a las playas de Río, con sus edificios y hoteles al borde del Paseo Marítimo. La zona sur destinadas a aquellos que disfrutan practicando surf en la rompiente de olas que produce la barrera de arrecife que hay a unos metros de la orilla. La barrera cierra el Atlántico para recrear una zona de baño tranquilo para el resto de la gente que prefiere tomar el sol en las tumbonas de la playa y nadar tranquilamente.

Para comer Cremería Qué Leches, un pequeño restaurante en el que sus propietarios, la venezolana Jenni y el español Mario, se atreven con una cocina que rompe los formalismos atávicos de la ciudad y están triunfando. Una cocina con toques japos, platos bien elaborados, frescos y lo que es más importante ricos. Para dormir nada como el barrio de Santa Catalina, elegante y señorial, alberga el que pasa por ser el mejor hotel de la ciudad. El Hotel Santa Catalina, de aspecto tranquilo, alejado de las zonas urbanas, descansa en una zona arbolada que da al conjunto un encanto singular. Sus pabellones y salones respiran un aire colonial muy especial.

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