2020-2030 ¿A qué nos dedicaremos durante los próximos diez años?

  • El tiempo se acelera, lo exótico se normaliza. El futuro necesita un ser humano ocupado en nuevas ideas que analicen situaciones nuevas. Como éstas.
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Vida interior 

Desde la vuelta hacia adentro que arrancaron los 'beatniks' y los 'hippies', una ola de espiritualidad oriental recorre Occidente paralela al ritmo de la descristianización. En ocasiones, llega de forma profana, como el 'mindfullness', la meditación, el yoga, el taichí o los retiros vipassana o zen, que pretenden combatir el desasosiego de la sociedad de Instagram basada en el culto al yo. El ser humano busca cada vez más reencontrarse y hallar silencio espiritual. El lenguaje meditativo se impondrá en las conversaciones cotidianas y ‘estar centrado’, o ‘con el estado de conciencia alineado’, pasará a estar en boca de todos. La vida hacia afuera del individuo contemporáneo, aunque se quede en la periferia, se enfocará irremediablemente en la búsqueda hacia adentro. En el futuro, se medita para vivir.

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Robotización irremediable

El vocablo 'robot', del eslavo rabota, que a su vez quiere decir ‘servidumbre’, propone que estas criaturas sean nuestros siervos y trabajen por nosotros. Las grandes corporaciones digitales entrarán en nuestras casas para que el usuario juegue a tener un pequeño esclavo digital que apague las luces o haga compras online. Bajo el nombre de Siri o Alexa, un ángel de la guarda de inteligencia artificial nos acompañará a todas partes. Voces sin cuerpo que se acercarán a la Samantha que enamoró a Joaquin Phoenix en Her.

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Viajes con significado 

La conciencia ambiental y la urgencia climática provocarán que viajar en avión sea considerado como algo peyorativo. Tomar un avión será algo vergonzoso por contaminante, como ya adelanta el concepto de 'flygskam' de la sociedad sueca ante el dilema ético de desplazarse y generar una violenta huella de carbono, cuyo nuevo símbolo es Greta Thumberg. Paralela a una mayor eficiencia en los vuelos (volaremos en aviones solares y eléctricos), se instalará la idea de los viajes con significado en los que se buscarán experiencias profundas y cierto enriquecimiento cultural. Viajar a cualquier precio, por el selfie y el restaurán, será tratado socialmente con desprecio. 

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Minimalismo 

La sociedad del próximo decenio desarrollará las tendencias que hoy comienzan a fraguar. Tendrá poco y suficiente. Poseer cosas no será necesario y el desapego, que ya ha comenzado por los ítems culturales, del libro al cedé, ganará espectro con el renting' o el 'cohousing'. Como demuestran movimientos pujantes como las 'tiny houses' o la vida 'slow', el equipaje en la vida será un elemento secundario y relacionado con las crisis económicas y la generación 'millennial', trufado además de las filosofías orientales. Las ciudades, que ya concentran al grueso de la población mundial, buscarán integrar en ellas la naturaleza y elementos del mundo analógico. Regresarán con fuerza el 'vintage', tanto en la ropa de segunda mano como en muebles y objetos. Lo antiguo, por irrepetible, por estar bien hecho con otros materiales y procesos, cobrará un interés inusitado. 

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Regreso a la naturaleza

Como en las palabras de Thoreau y de Snyder, el ser humano descubrirá que la naturaleza no es algo que se visita, sino que es nuestra casa. La vuelta a la naturaleza será un anhelo social supremo. Los baños de bosque se emplearán como terapia para el alma y, ante el colapso progresivo de las ciudades, habrá un regreso al campo facilitado por el teletrabajo y el emprendimiento digital. En un contexto de cambio climático irreversible, lo orgánico regresará con una presencia casi espiritual, y los procesos de compostaje y reciclaje se extenderán sin fisuras como la única respuesta ante un clima desregulado y virulento. La naturaleza será la respuesta. 

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El lujo de la desconexión 

Paralelamente a la tecnología de reconocimiento facial y una mayor predictibilidad de los comportamientos humanos, crecerán los luditas digitales que cuestionen la omnipresencia de la tecnología protegiendo ambiciosas capas de sus vidas. En este contexto, el verdadero lujo serán las experiencias de desconexión, comenzando por los espacios de silencio y el hecho de pasar desapercibido, así como la desconexión energética en aras de una autarquía liberadora. Por un lado, para una sociedad volcada en el selfie y las redes sociales, la privacidad completa será una excentricidad, y solo las clases más poderosas serán las que encuentren en la desconexión total una libertad reparadora al calor de las nuevas fronteras compactas y gobiernos en deriva autoritaria.

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