Restaurantes

Lisboa, el nuevo papel de la gastronomía portuguesa en el mundo

  • La capital portuguesa, nuevo epicentro del ocio europeo, reivindica en la gastronomía su papel como puente entre Oriente y Occidente.
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Red Bar, de JNcQuoi Asia. Al fondo, mapa de las Rutas de los Descubrimientos Gastronómicos Portugueses,  por el historiador Virgílio Gomes.

Siempre bella y cautivante, pero también perezosa y lastrada por cierto fatalismo –hay quien dirá que bien justificado–, la ciudad de las siete colinas parece hoy haberse sacudido por fin la saudade y experimenta una vitalidad trepidante, aquella que palpita en las metrópolis cuando descubren lo mejor de sí mismas, que ya es bastante. La magia siempre estuvo allí, es verdad: el embrujo de Lisboa es tan poderoso que no hay crisis capaz de eclipsarlo. Pero tal vez solo las almas sensibles ven la belleza en medio del fango.

Que se lo pregunten, si no, a los hermanos españoles Diego y Hugo Ortega, que apostaron por construir un hotel en la capital lusa en plena crisis, cuando ningún empresario quería poner un pie en la reina del Tajo.

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Detalle de la coctelería Monkey Mash.

“Compramos en 2006 un solar abandonado, donde dormían mendigos, en la Avenida de Liberdade, la vía más preciada de la ciudad; solo pudimos mantener la fachada de azulejos y parte del viejo edificio, que ensamblamos con una nueva construcción en una obra muy compleja para respetar la línea arquitectónica de una zona noble y emblemática de la ciudad. Nos tomaban por locos por invertir en Lisboa en ese momento”, explica Diego Ortega, CEO del Grupo Fontecruz Hoteles.

Tras seis años de obras, el Fontecruz Lisboa abrió en 2012, adscribiéndose más tarde a la marca de lujo Autograph Collection del grupo internacional Marriott. Hoy, las 72 habitaciones se han quedado escasas: para ampliar su hotel, los Ortega buscan un acuerdo con los propietarios de un antiguo edificio colindante.

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Fachada del hotel Fontecruz Lisboa.

En el bullicio de esta Lisboa reinventada que desde 2017 viene batiendo sus récords turísticos y deslumbra a los visitantes foodies contentaciones variopintas, la ‘milla de oro’ de la Avenida da Liberdade es un eje que funciona como un imán, con relevante oferta gastronómica y espirituosa. Amén del satisfactorio Bristôa –el restaurante del Fontecruz, comandado por el joven chef Rui Borges, orientado a una cocina portuguesa con tintes de autor– a pocos metros del hotel ha desplegado recientemente sus propuestas el poderoso Amorim Luxury Group, por partida doble.

JNcQUOI Avenida fue la primera de esas apuestas y abrió sus puertas en 2017 como un nuevo concepto de lujo en un palacete decimonónico, incorporando un estilizado restaurante, un deli-bar –con una suntuosa bodega de vinos del mundo– y una tienda de moda masculina. Los responsables de este emprendimiento millonario –lo nunca visto en la austera sociedad lisboeta de las últimas décadas– son Paula Amorim, la rica heredera de Américo Amorim, el ‘rey del corcho’, representante de Ladurée, Gucci y otras marcas de lujo, y Miguel Guedes de Sousa, hostelero portugués graduado en Suiza.

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Comedor de JNcQUOI Asia.

En 2019 Amorim y Guedes han repetido la jugada inaugurando en un local vecino otro establecimiento, de estética y formato igualmente espectaculares: JNcQUOI Asia. Decorado también por el español Lázaro Rosa Violán, el nuevo espacio tiene el atractivo y el objeto al que –por fin– apunta este artículo: tanto la coctelería, como los distintos espacios del restaurante –barra de sushi, comedor, terraza– tienen como argumento la ‘conexión’ portuguesa de la ruta de la seda, que llevó las especias –y muchas influencias gastronómicas– desde el Lejano Oriente hasta Europa, pasando por Malasia, India, las costas de África y otros lugares remotos.

Con tantos farolillos y despliegue de diseño y tanta gente guapa, el mapa de las “rutas de los descubrimientos portugueses” desarrollado por el historiador Virgílio Gomes, se antoja necesario para no olvidar el leitmotiv culinario de este ambicioso restaurante, que para no errar en los detalles contrató como asesor al prestigioso chef australiano David Thompson, experto en cocinas asiáticas. Aún así, aunque la materia y las intenciones son buenas, hay que hilar fino para no marearse entre tanto tandoori, robata, pato asado y sashimi. Impecable, eso sí, la carta de vinos.

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Cartel luminoso de Rei da China.

También miran a Asia, con un ojo cómplice, más avezado, modesto y brillante, los dos conceptos que ha pergeñado el argentino Estanis Carenzo –mentor del añorado Sudestada de Madrid– para el grupo de restaurantes del laureado chef José Avillez: Rei da China y Casa dos Prazeres. Ambos, por supuesto, en Chiado, el barrio fetiche del portugués, donde también se asientan sus otros locales lisboetas: Belcanto, Bairro do Avillez, Cantinho do Avillez, Beco…

Rei da China no es más que una barra, que enlaza la tradición del street food asiático con la pasión portuguesa por las sopas. “Hay una gran conexión emocional de los portugueses con las sopas. Y aquí servimos supersopas”, explica Carenzo, que inauguró el pequeño local en la rua Nova da Trinidade en abril de 2019.

En la trastienda del local –mucho más grande que el propio local, contradiciendo la lógica– se encuentra la Casa dos Prazeres, dividida en dos plantas: el bar recuerda un club colonial de la China de los años 40 y ofrece cócteles de inspiración mestiza (Lisbon Gimlet, Melgroni). Escaleras arriba está el comedor, donde se sirven sabrosos curries, untuosos guisos y demás preparaciones donde la esencia portuguesa se cruza con las especias y la influencia asiática: cerdo de vinha d’alhos (más que probable origen del curri vindaloo), satay de cordero asado al carbón... Genio y sabor. Memoria y origen. Un viaje de ida y vuelta.

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Coctelería de Casa dos Prazeres.

Alquimias pluscuamperfectas

Para terminar, buena coctelería, también en Chiado, en 100 Maneiras, el rompedor bistró del chef luso-yugoeslavo Ljubomir Stanisic –donde también vale la pena comer– o, volviendo a la zona de influencia de la ‘milla de oro’, en Monkey Mash, barra colorida y confidencial localizada en la Praça da Alegría –la dirección no podía ser mejor– en la cual se confeccionan brebajes estimulantes y pluscuamperfectos. A tiro de piedra de allí, en la rua do Salitre, también bordan las alquimias etílicas en Red Frog, 'speakeasy' de vocación secreta y aforo muy limitado, por lo que hace falta un golpe de fortuna para traspasar su umbral y apoltronarse en uno de sus mullidos sofás para disfrutar de alguno de los cócteles más deseados de la ciudad que hoy vuelve a engalanarse con esplendor sobre el Tajo.

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