Reportaje 

Coco Chanel. Un viaje por la iconografía rusa que marcó la leyenda

  • Un viaje por la vida de Chanel durante los años en los que decidió recrear a su manera la imaginería rusa.
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Famoso retrato de Coco Chanel y el Gran Duque Dimitri Pavlovich en 1923, en Biarritz, en la época de su enamoramiento. Ella tenía 38 años.

Una vida larga y azarosa como la de Coco Chanel tiene capítulos de todos los colores. El de su etapa eslava fue especialmente feliz. Tras la muerte repentina de su amante Boy Capel, en 1919, sus amigos Misia y José María Sert la convencieron para viajar juntos a Venecia, y aquella fue una aventura iniciática para Chanel, que quedó fascinada por la ciudad italiana, donde adquirió importantes piezas decorativas que ya le acompañarían para siempre. Los Sert, además, la introdujeron en el efervescente círculo de la intelectualidad que, en aquel momento, reunía en París a genios rusos como Stravinsky o Diaghilev.

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Anna Pavlova, prima ballerina del Ballet Imperial ruso. En 1909 recorrió Europa junto a Diáguilev. Sus dúos con Nijinski en 'Las sílfides' y 'Giselle' son históricos.

En 1920 se reencontró en Biarritz con la figura elegante y discreta del gran duque Dimitri Pavlovich, primo del zar Nicolás II, un joven atractivo de ojos claros, ocho años más joven, a quien Chanel conocía desde 1911. Vivieron allí un breve e intenso romance, que evolucionó en gran amistad. Él fue quien le regaló las famosas perlas Romanov, que Chanel mezclaba con otras falsas, y joyas bizantinas que fueron para la diseñadora constante fuente de inspiración. La cercanía de Dimitri dio un giro radical a su vida, pues también le presentó a Ernest Beaux, perfumista en la corte de los zares, que imaginó para ella la fórmula revolucionaria del perfume N°5, y a su hermana, la gran duquesa Marie Pavlovna Romanova, que despertó la admiración de Coco.

Ambas habían perdido a sus madres de niñas y, a pesar de la diferencia de clase, las dos aprendieron labores de costura como internas en colegios de monjas. Chanel descubrió en ella a otra luchadora dispuesta a lograr su independencia, y la animó a abrir un taller de bordado, Kitmir, que trabajaba en exclusiva para ella, y así, desde 1921, las colecciones de Chanel adquirieron acentos eslavos. Inspirada por la distinción de las prendas clásicas, introdujo túnicas, casacas, blusas con cinturón y bordados de antiguos patrones rusos.

En aquella época, a Gabrielle Chanel todo lo que tenía que ver con Rusia le fascinaba. Creó con Ernest Beaux el perfume 'Cuir de Russie', contrató a un príncipe amigo de Dimitri como secretario privado, y se enorgullecía de dar empleo a jóvenes bellezas eslavas como modelos o vendedoras en rue Cambon. “Las mujeres rusas enseñaron a las francesas que no es deshonroso trabajar”, solía decir.

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El perfume 'Cuir de Russie', que Chanel creó con el perfumista Ernest Beaux, a quien conoció a través de su amante, Dimitri Pavlovich.

De todas ellas, Lady Iya Abdy, de altura imponente y blanquísima piel, fue la más famosa, atrayendo a fotógrafos como Man Ray o Cecil Beaton. En la sociedad parisina frecuentaba el salón de la Condesa de Noailles, y trabó amistad con luminarias como Jean Cocteau y Louis Cartier. También se convirtió en mecenas de los artistas Balthus y Derain, que la retrataron.

Para Gabrielle Chanel, Iya Abdy era la encarnación de su imaginario sobre Rusia, país que no conocía, y su actitud regia ejemplificaba la discreta elegancia que ella quería recrear. En los años veinte y treinta, Abdy asumió el papel de embajadora de la casa, vistiendo las creaciones de Chanel durante sus noches en sociedad. Ese sentimiento de admiración era mutuo, pues Lady Abdy pensaba que el encanto natural de Chanel era incomparable, y recordaba su primer encuentro como algo mágico. Sin embargo, estas eran figuras privilegiadas de aquel éxodo de artistas y músicos, almirantes y aristócratas que buscaban trabajo en París ya fuera vendiendo flores, cosiendo o como camareros, cocineros o porteros.

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Dimitri y Gabrielle en Vila Maïtena, en Guetaria, en el verano de 1924.

En esos años, el ambiente ruso en París incluía lugares de culto, como la Iglesia Alexandre Nevsky, y restaurantes como Tchaïka o Talisman. En el distrito 15 vivían los ‘rusos blancos’, más ricos; los menos privilegiados, cerca de las fábricas de automóviles. Pero por la noche todos se encontraban en el Yar, la Troika o el Castillo del Cáucaso, en Pigalle, y en salones de los Campos Elíseos con decoraciones de estuco al estilo Scheherazade, donde músicos, bailarines y magos gitanos entretenían a los espectadores hasta el alba. Gabrielle Chanel salía de noche, se divertía, y se dio cuenta de cómo en París se había interpretado popularmente la iconografía rusa. Por eso, en 1922, decidió presentar su visión de Rusia con una colección repleta de rubachkas, bufandas babushkas y bordados folklóricos.

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En la imagen, pulsera y pendientes 'Blé Gabrielle', de oro y diamantes, y el broche 'Blé Maria', de oro y platino con diamantes y otras piedras preciosas. La colección de alta joyería 'El París Ruso' de Chanel es un tributo a las diferentes inspiraciones rusas que nutrieron la imaginación de Chanel. Las 63 piezas han sido creadas como memorias o sueños de un país admirado que nunca visitó.

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En la imagen, dibujo a la acuarela del collar 'Foulard', realizado en oro amarillo, blanco y platino con ónix, esmalte, tsavoritas, espinelas rojas y diamantes. Es tan flexible que se anuda como un pañuelo. Pertenece a la última colección de alta joyería 'El París Ruso' de Chanel.

Entre la ola de emigrantes rusos en París tras la revolución de 1917, destacaba la presencia de Serge Diaghilev. Conocido en Francia desde 1909, el gran empresario de ópera y ballet impuso en la ciudad la mística de Rusia. Con el sensacional debut de los Ballets Russes, compañía que se convertiría en la más influyente del siglo XX, Diaghilev trabajó con los más grandes músicos de su época, como Stravinsky, y con bailarines como Nijinski o Anna Pavlova, y logró forjar una visión de Rusia en la imaginación de los parisinos.

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Las manos de Chanel, una imagen insólita donde se percibe el gesto relajado, sus anillos de uso cotidiano y la piel curtida de una niña campesina hasta los doce años.

Aunque Diaghilev y Chanel provenían de orígenes muy distintos, él de familia rusa culta y rica, y ella huérfana criada por monjas, compartían ideas afines, la ética del trabajo y desprecio por las convenciones. Fueron íntimos amigos y cuándo él murió en 1929, en el Lido de Venecia, fue Chanel quien asumió los gastos de su entierro en la Isla de San Michele. Como también protegió a Igor Stravinsky, que vivía con su esposa enferma y sus hijos en el refugio rural de Gabrielle Chanel, el ‘Bel Respiro’. Cocó e Igor tuvieron una breve pero intensa relación amorosa que procuraron llevar en secreto por respeto a su esposa. Sin embargo, Gabrielle Chanel nunca pisó Rusia: para ella era un país soñado. Su apartamento de la rue Cambon sigue, tal y como ella lo dejó, presidido por un espejo dorado con el marco tallado en forma de águila bicéfala, mirando hacia el este y el oeste, como emblema de un imperio lejano.

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En la imagen, los pendientes 'Folklore' y un dibujo acuarelado de la pulsera a juego, una interpretación de bordados tradicionales rusos, siempre muy coloridos, realizados en laca roja, el color favorito de Chanel, con granates de tsavorita, zafiros azules y rosados, diamantes y perlas. Debajo, dibujo a la acuarela del collar 'Blé Gabrielle', realizado en oro amarillo y blanco con diamantes.

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