Hay historias donde la relojería alcanza titulares épicos, y donde el tiempo, su control, acaba siendo el protagonista vital. Eso es lo que ocurrió con Omega y su Speedmaster cuando la misión lunar Apolo 13 tuvo un problema técnico que ponía en riesgo la vida de la tripulación comandada por el veterano astronauta James Lovell. Junto a él viajaban el piloto del Módulo de Mando, Jack Swigert, el piloto del Módulo Lunar, Fred Haise y tres cronógrafos Omega 'Speedmaster Professional', que eran parte del equipo oficial de la NASA para todas las misiones espaciales tripuladas desde 1965. La misión había despegado el 11 de abril de 1970 en el que iba a ser el tercer alunizaje humano y el siguiente capítulo exitoso del proyecto Apolo.
Como siempre, los relojes habían sido suministrados como una pieza esencial del equipo de la misión. Como bien explica James Ragan, el ingeniero de la NASA que probó y calificó por primera vez el OMEGA Speedmaster, en 1964: “El reloj era un respaldo crítico. Si los astronautas alguna vez perdían la capacidad de hablar con la Tierra o la capacidad de sus cronómetros digitales, lo único con que contarían sería con los relojes de sus muñecas. Necesitaban llevarlos allí por si tenían un problema".
Y eso fue lo que ocurrió a los dos días del lanzamiento; un tanque de oxígeno explotó a bordo y paralizó el Módulo de Servicio. Además de una estrategia implementada desde Houston que fue determinante y que consistió en trasladar a los astronautas al Módulo Lunar, tenía que ir acompañado de un control que solo iba a poder ofrecer Omega. El espacio del nuevo habitáculo era muy reducido para albergar a todos los tripulantes por lo que era necesario ahorrar energía, y la tripulación tuvo que desactivar casi todos los componentes eléctricos, incluidos los cronómetros.
Una maniobra que dio resultado el 17 de abril, 142 horas y 54 minutos después del lanzamiento, cuando amerizó en el Océano Pacífico Sur. Una gesta que el 5 de octubre de 1970, quedó plasmada en que Omega recibió el 'Silver Snoopy Award' de la NASA, como muestra de gratitud por sus contribuciones al éxito de las misiones de los vuelos espaciales tripulados. Aun hoy, la insignia en plata de ley es un preciado recordatorio de la historia de Omega en la exploración espacial y, sobre todo, del decisivo papel que desempeñó en la misión del Apolo 13.
Además, la misión se había desviado de su ruta unas 60 a 80 millas náuticas y tenía que ser reconducida manualmente. Para ello se requería un consumo exacto de 14 segundos de combustible y es donde entró en escena el 'Speedmaster', con su movimiento mecánico, para cronometrar ese proceso, mientras Lovell dirigía la nave guiándose por el horizonte de la Tierra. Como diría más tarde James Lovell: " Utilizamos el reloj Omega que Jack llevaba en su muñeca y yo tuve que controlar la nave espacial. Jack cronometró el encendido del motor, para hacer esa corrección y así poder volver a casa a salvo".
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