En 1958, Tudor presentaba en sociedad un reloj con una hermeticidad que llegaba a los 200 metros –el primer reloj de submarinismo de la firma había llegado en 1954–. Aquella referencia 7924, también conocida como ‘Big Crown’, volvió al porfolio de la marca en formato contemporáneo, pero lo hizo con rasgos que se sometían fielmente a los códigos creativos originales. Entre otros guiños estéticos, la caja de 39 mm de diámetro. Si entonces lo hacía en un elegante color negro, ahora llega la interpretación del Black Bay Fifty-Eight en un ‘Navy Blue’, que es paradigma de elegancia con un punto de discreción y al que pueden aspirar todas las muñecas. No es nueva la interpretación del color azul (de hecho, la primera vez que se empleó tanto en esfera como bisel fue en 1969) en las creaciones Tudor, tan personal como sofisticada y que cautiva desde la primera impresión.
Estilo vintage para una pieza que recuerda que Tudor siempre busca el equilibrio y la perfección en cada una de sus propuestas. Eso sí, sin renunciar a avanzar en otros territorios, como por ejemplo el mecánico. Es lo que representa el calibre manufactura MT5402, que da vida a este ‘tres agujas’ con sus funciones de horas, minutos y segundos. Con el típico rotor troquelado en tungsteno monobloque está satinado con detalles pulidos a chorro de arena, mientras que puentes y placa alternan superficies pulidas a chorro de arena y decoraciones láser. Entre sus cualidades se hallan la resistencia, la longevidad, y una gran fiabilidad y precisión. A ello contribuyen elementos como el espiral de silicio amagnético, y cuenta con certificación de cronómetro del COSC, cuyos estándares de precisión mejora pues los calibres Tudor tienen una tolerancia de entre -2 y +4 segundos en su marcha diaria. A ello hay que sumarle que cuenta con una reserva de marcha de 70 horas. De lo que no hay duda es que la calidad técnica que muestra la firma es tan consistente como la garantía que ofrece a todos sus productos desde que comenzó 2020: cinco años.
Pero hay otros elementos que distinguen y recuerdan el pasado de los relojes submarinos de Tudor. Como las agujas ‘Snowflake’, un distintivo de su estética que fue introducido en 1969, y que ahora lucen con un revestimiento luminiscente Super-Luminova. O su esfera abombada acompañada de indicadores horarios de grandes dimensiones y también fosforescentes. Pero como todo producto adaptado a los nuevos tiempos, Tudor ofrece una sugerente triple elección cuando se llega al brazalete. Una de ellas Nato, en tejido Jacquard azul con banda plateada; otra, en azul de tacto suave; y la última, de acero remachado. Hay que recordar que en 2010, Tudor fue una de las primeras marcas de relojes en ofrecer la correa de tejido Nato. Lo hizo de la mano de Julien Faure, una empresa francesa que elabora sus correas en telares de Jacquard del siglo XIX, e iniciando una relación que cumple diez años y que promete continuar en el tiempo. Lo mismo que los relojes Tudor.
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