Reportaje 

Los secretos de la Biblioteca Nacional de España

  • De la mano de su directora, visitamos el emblemático edificio, depositario de la producción editorial de España. 
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Ana Santos Aramburo ha pasado su vida entre libros. No parece casual que no tenga ebook. Desde 1981 ha trabajado en bibliotecas, entre otras, las de la Universidad de Zaragoza y de la Complutense de Madrid, en la que ha transcurrido gran parte de su carrera profesional. Y desde 2013 dirige la Biblioteca Nacional. “Es la institución depositaria de la producción editorial española en cualquier tipo de soporte desde hace más de 300 años, lo que significa que conserva lo que nuestra sociedad ha sido capaz de pensar, de idear, de crear, la producción literaria pero también la musical y parte de la artística. Es, sin duda, la memoria cultural de España”, dice Santos a modo de breve definición de un ente cuyo aparente boato lo mantiene más alejado de la ciudadanía de lo que a la propia directora le gustaría. Aunque los tiempos, en contra de lo que pudiera parecer, juegan a su favor: en esta era de urgentes lecturas digitales, quizás hayan disminuido las visitas físicas a la dependencias de la Biblioteca, pero las consultas online no paran de crecer.

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La directora de la Biblioteca Nacional, Ana Santos Aramburo, habla con Gentleman en su despacho.

Fundada por Felipe V en 1711, a su llegada a España desde Francia, con el ánimo de fomentar el acceso a los libros entre el pueblo, es la institución cultural más antigua del país. Basta un carné de lector –de fácil obtención–, para consultar cualquier obra allí depositada posterior a 1958; o uno de investigador –tampoco especialmente exclusivo– para tener acceso a las anteriores. Pero no hay colas en sus puertas. “Aquí se conservan colecciones de un valor histórico y cultural único y queremos que este valor revierta en forma de beneficio a la sociedad española –dice Ana Santos–. Por eso, trabajamos para que se perciba como una institución mucho más abierta en un doble sentido: a través de la digitalización de las colecciones y abriendo las puertas para que cualquier persona pueda acceder a la biblioteca, a la sala central del hall y al espacio de exposiciones”. Y las cosas no van por mal camino. Gracias a la digitalización de las obras y su acceso online, la Biblioteca Nacional es ahora más consultada que nunca. “Nuestras salas no están tan llenas de gente como antes, pero en cambio sube de manera exponencial el número de usuarios a través de internet”. El año pasado se descargaron más de diez millones de documentos.

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La Sala Cervantes, que contiene el fondo antiguo de la Biblioteca, se reserva para consultar manuscritos, incunables, impresos antiguos y archivos personales.

La Biblioteca Nacional guarda entre sus paredes más de 33 millones de ejemplares; no solo libros, también mapas, grabados, periódicos y revistas, partituras musicales... Todo lo que se publica en España con depósito legal acaba allí, en su sede de la calle Recoletos de Madrid o en la de Alcalá de Henares, que reciben cada año unas 600.000 nuevas obras. Atesora, además, una colección de valor incalculable de manuscritos, incunables, dibujos, fotografías o grabaciones sonoras. Y ahora, también contenidos de internet, uno de los retos a los que se enfrenta la institución y que afronta con dos tipos de acciones: por un lado, con un programa informático que realiza una recolección de dominio.es una vez al año, para conseguir una foto fija de la web española; por otro, realizando y guardando recolecciones temáticas sobre lo que ocurre en nuestro país: últimamente, desde los repetidos procesos electorales o la situación en Cataluña hasta la abdicación de Juan Carlos I y proclamación de Felipe VI o la muerte de García Márquez.

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En los pasillos de la Biblioteca se exhiben retratos de los Premios Cervantes realizados por diversos autores.

Defensora de la lectura para mejorar a las personas –“es la manera de aprender, interiorizar y asimilar la información y transmitir el conocimiento”–, Ana Santos no comparte las revisiones de textos pasados con valores, de corrección social o política, actuales. “Hay que dejar la literatura en su contexto histórico, saber que se creó condicionada por una serie de circunstancias. Pero eso no significa que no se tenga el pensamiento crítico suficiente para no estar de acuerdo”.

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Bautizado como María Moliner, el Salón de Lectura es uno de los espacios más importantes de la Biblioteca. Conserva la decoración con el que fue inaugurado, en 1892.

La principal carencia de esta institución, con medio millar de empleados públicos es, según su directora, presupuestaria. Tras una reducción del 48% en los últimos nueve años, recibe ahora unos 31 millones de euros del Estado, pero necesita más dinero para “desarrollos tecnológicos, proyectos de apoyo a la docencia y la investigación y para crear una actividad cultural atractiva que abra aún más la institución”. La colaboración con empresas privadas se presenta como uno de los instrumentos para conseguir esas inversiones.

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