A su paso por Oporto, el río Duero separa el casco viejo de la ciudad (al fondo) con Vila Nova de Gaia…
Alicia ArranzLas viñas que alfombran las suaves colinas marcan la pauta en los bellos paisajes del valle del Duero.
Alicia ArranzEn el casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996, los días transcurren apacibles, tranvía va, tranvía viene, remojados en saudade y perfumados con aroma a fado y vinos. Perderse por sus calles y callejas es la mejor manera de enamorarse o reenamorarse de ella, aunque no conviene obviar algunas referencias concretas. En su deliciosa parte vieja, donde los relojes se pararon hace tiempo, está el Palacio de la Bolsa, el lugar donde se reunía la ilustre cámara de comercio local bajo unos techos artesonados que son pura ostentación. Otra visita obligada es la de la librería Lello e Irmao, uno de los más bellos templos de madera construidos en honor de la literatura de toda Europa.
Sería un improperio visitar Oporto sin asomarse al menos a alguna de sus principales bodegas. Como todas se concentran en la misma zona, o sea, en la ribera de Vila Nova de Gaia, la localidad que se extiende en la otra orilla del Duero, pero que está tan conectada con Oporto en todos los sentidos, lo suyo es visitar incluso más de una. Por ejemplo, en el interior de las Bodegas Ferreira, donde a cada paso se encuentra un retrato de su emblemática fundadora, una mujer de armas tomar, que aún en vida alcanzó el estatus de leyenda, siendo un estandarte de liderazgo y fortaleza para dirigir sus negocios en un mundo de hombres y en una época muy complicada –a mediados del siglo XIX, cuando en el Valle de Duero todo eran adversidades-.
Alicia ArranzEl edificio que alberga la sala de catas y la tienda de Sanderman de Cima-corgo, en el corazón del valle, se integra a la perfección en el entorno.
Alicia ArranzLa Casa de la Música firmada por Rem Koolhas, un alarde de fina y modernísima arquitectura.
Alicia ArranzLa Casa de la Música firmada por Rem Koolhas, un alarde de fina y modernísima arquitectura.
Alicia ArranzEl hotel The Yeatman destila pura exclusividad y buen gusto. Abajo, concebido como un proyecto que quiere poner en valor la cultura del vino, incluso la piscina del hotel tiene forma de decantador.
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