Tras aterrizar en Múnich (Alemania), Salzburgo es la puerta de entrada a nuestra ruta austríaca. La ciudad de Mozart respira música en todos sus rincones, especialmente en la época de los festivales, en verano. Pero no solo. Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, atravesada por el río Salzach, orece un tranquilo paseo entre edificios barrocos, palacios medievales y espacios de estilo italiano salpicados de restaurantes, cafeterías y tiendas en las que la artesanía y el lujo parecen haber escapado del efecto globalizador que domina otros centros históricos. El Hotel & Villa Auersperg, moderadamente apartado de las calles más bulliciosas, ofrece una elegante y relajada estancia durante los días en Salzburgo.
Juan Luis Gallego / olga jiménezLa omnipresente fortaleza de Hohensalzburg define el perfil e la ciudad. Construida en 1077, en torno a 1500 adquirió su aspecto habitual. Sus muros esconden una intrincada historia de príncipes y arzobispos bajo cuyo mandato Salzburgo se mantuvo independiente hasta mediados del siglo XIX. En la imagen, en primer plano, la bola dorada con una figura humana de madera es una obra del artista Stephan Balkenhol, en la plaza de Kapitelplatz.
Juan Luis Gallego/ OLGA JIMÉNEZRecorrer Salzburgo en un carruaje tirado por caballos es una posibilidad tan turística como atractiva. En la imagen, un grupo de carruajes espera clientes en Residenzplatz, junto a la catedral.
Juan Luis GallegoEntre la oferta cultural de Salzburgo, por cuyas calles lucen diseminadas sorprendentes obras de arte, destaca el Museo de Arte Moderno Mönchsberg, situado en un promontorio con vistas a la ciudad. En la imagen, el museo y, en primer plano, el puente Makartsteg, conquistado también por la tradición de sellar el amor con un candado.
Juan Luis GallegoDesde Salzburgo, la primera visita fuera de la ciudad nos lleva a la zona de los lagos, a poco más de una hora en coche hacia el este en una ruta que el paisaje convierte en un destino en sí mismo. En la orilla de uno de los numerosos lagos se encuentra el que muchos califican como el pueblo más bonito de Austria, Hallstatt –que incluso ha inspirado una copia, casi casa a casa, en China-.
Juan Luis GallegoEn plena ruta hacia el corazón de los Alpes austríacos, a través de carreteras sinuosas entre verdes laderas e imponentes picos, elegimos Dasposthotel como el refugio perfecto para explorar desde Zell and Ziller los pueblos de la zona antes de llegar a Innsbruck. Tres de alojamientos (habitaciones, chalés en la montaña o lodges) presididos por una filosofía en la que la madera es solo uno de los instrumentos para su completa armonización con el entorno. Vistas a los Alpes desde espaciosas habitaciones con capacidad para acoger a parejas o familias enteras. Un auténtico descubrimiento que en verano ofrece una piscina al aire libre y en invierno se convierte en un acogedor descanso tras un día en las cumbres.
Juan Luis GallegoUno de los pueblos más bonitos que encontramos en nuestra ruta. A unos mil metros sobre el nivel del mar, en Alpbach las casa de madera profusamente floreadas (en invierno el paisaje se torna blanco) dibujan una estampa de cuento de hadas, aderezado por el típico traje austríaco que sus habitantes (no solo aquí, sino en todo el país) visten con bastante asiduidad, no solo en ocasiones festivas.
Juan Luis GallegoCamino de Innsbruck, encontramos otra de las sorpresas de la ruta, el museo de Swarovski. Cualquier juicio previo ante lo que uno puede encontrar allí desaparece cuando, una vez cruzadas sus puertas –incluso antes, ya en el recinto donde se levanta- se topa con una exhibición de auténticas obras de arte, muchas de ellas firmadas por reconocidos artistas o diseñadores, que han sabido aliarse con la brillantez de la firma para construir un universo único.
Juan Luis GallegoRodeada de los Alpes, en pleno corazón de la región del Tirol, Innsbruck ofrece alguno de los atractivos más espectaculares del viaje. La ciudad acoge una animada vida urbana en torno al casco viejo, donde figura, como una de las principales atracciones por su significado histórico, el llamado Tejadillo de Oro, que cubre un mirador encargado por el emperador Maximiliano I por su boda con Blanca María Sforza. En la imagen, al fondo, visto desde la calle peatonal Herzog-Friedrich-Strasse. Los ventanales del Adlers Hotel, que ocupa los pisos altos de un espectacular edificio acristalado a cinco minutos a pie del centro, proporciona las primeras e impresionantes vistas de la zona.
Juan Luis GallegoEl teleférico Nordkettenbahn es una de las principales atracciones de la ciudad de Innsbruck. Partiendo desde el mismo casco viejo de la ciudad, se eleva hacia los Alpes, hasta una estación a unos 2.670 metros de altura, que ofrece no solo vistas panorámicas sobre la ciudad, sino también de algunos de los picos más altos. Para quien no lo haya hecho antes, es el momento de descubrir la verdadera majestuosidad de los Alpes.
Juan Luis GallegoSi el Tejadillo de Oro es el símbolo de la ciudad vieja, el trampolín de saltos de Bergisel lo es de la Innsbruck contemporánea. Diseñado por la arquitecta Zaha Hadid y construido en 2001, no es solo un muy interesante atractivo arquitectónico, sino también una de las sedes deportivas de invierno más importantes de Europa.
Juan Luis GallegoEmprendemos la vuelta atravesando la región alemana de Baviera para conocer una de las atracciones turísticas más visitadas de Europa, el castillo de Neuschwanstein o del Rey Loco. Construido por Luis II de Baviera, fruto de una peculiar personalidad poco acorde a la época, su majestuoso y onírico perfil inspiró a Walt Disney para la construcción del castillo de la Bella Durmiente. Imprescindible, en temporada alta, reservar con semanas de antelación.
Juan Luis GallegoLa incursión en Baviera nos ofrece en la localidad de Oberammergau un peculiar paisaje: los inesperados frescos de la mayoría de sus casas, que representan algunos de los más famosos cuentos infantiles, como, por ejemplo, el de Caperucita (en la imagen). Escogemos el hotel Maximilian, con uno de los restaurantes más buscados de la ciudad, con cerveza de elaboración propia.
Juan Luis GallegoEl más pequeño de los tres palacios o castillos que mandó construir Luis II, emplazado en un coto de caza de su padre, Maximiliano II de Baviera, alberga primorosas estancias en las que el Barroco cobra su máximo esplendor. Habitaciones como el Cuarto de los espejos y su profuso amarillo mobiliario merecen una relajada visita a este palacio de Linderhof.
Juan Luis Gallego