Fráncfort, entre una vuelta virtual al mundo y el Nobel a Munro

  • La Feria del Libro de Fráncfort osciló hoy entre historias sobre medio mundo, de Brasil a Afganistán pasando por el norte de Italia, y la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura a la canadiense Alice Munro, para júbilo de sus editores en todas las lenguas.

Rodrigo Zuleta

Fráncfort, 10 oct.- La Feria del Libro de Fráncfort osciló hoy entre historias sobre medio mundo, de Brasil a Afganistán pasando por el norte de Italia, y la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura a la canadiense Alice Munro, para júbilo de sus editores en todas las lenguas.

Cualquier recorrido por los pabellones de la feria parece un paseo frenético ante puertas entreabiertas, que invitan al visitante a entrar para revelarle historias que muchas veces se quedan a medias.

Hoy, en el Salón Paschen, uno de los foros literarios de la Feria, estaba anunciado un acto sobre la literatura y la migración a las ciudades al que estaban invitados tres escritores cuya obra refleja el trauma que ha causado una modernización acelerada en tres países diferentes y distantes entre sí.

En el acto se hablaba chino -el idioma del novelista Jia Pingwa-, portugués -por el brasileño Luiz Rufatto-, e italiano -por Carmine Abiato-. Además había traducción simultánea a los tres idiomas y al inglés.

Los tres contaban de algún modo la misma historia adaptada a países distintos.

Jia habló de su novela "Turbulencias", cuyo sólo título, según el autor, refleja lo que vivió China en los años ochenta y noventa del siglo XX con una apertura económica que trajo transformaciones aceleradas y muchas veces destructivas.

Abiata refleja en "La colina del viento", la historia de una familia que lucha contra el fascismo, contra la mafia calabresa y finalmente contra el proyecto de construir un parque eólico que amenaza con destruir la colina en la que viven.

Rufatto, por su parte, presentó un proyecto que piensa desarrollar en cinco novelas, en las que quiere contar cincuenta años de la historia de un Brasil que, tras lo que califica de "industrialización brutal", pasó de ser una sociedad agraria a otra postindustrial.

"Quiero mostrar el fracaso de ese proceso y el crecimiento de las ciudades que no llegan a desarrollar la infraestructura para que la gente tenga una vida digna", dijo Rufatto.

En el pabellón vecino al que se desarrolla ese debate y un piso más abajo hay un pequeño stand, perdido entre muchos, en el que está un editor afgano M.E Shariati, acompañado de un compatriota suyo residente en Alemania que le sirve de traductor improvisado.

"Es la primera vez que venimos, llevábamos 30 años de guerra y durante mucho tiempo no hubo nada, ni editoriales, ni librerías, ni universidades", explicó a Efe Shariati, a través de su traductor.

Shariati tuvo la iniciativa de venir a Fráncfort y organizó la financiación sin apoyo estatal y representando a otros editores.

"Las cosas han mejorado, pero pueden volver a empeorar", dice y explica que la mayoría de los libros expuestos tienen que ver con la historia de Afganistán.

A unos 30 metros de ese stand, en otro de los foros de la Feria, la periodista mexicana Ana Lilia Pérez, habla de la guerra de las drogas en México y presenta su libro "El cartel negro".

"En México hay gente que cree que la violencia que nos afecte no es un destino que no puede cambiarse. Por eso hay gente que cuenta lo que está pasando aunque arriesgue su vida", dijo la periodista, que tuvo que dejar su país por razones de seguridad.

Al final, le manda un mensaje a los asistentes al acto y les dice que espera que después de oirle "sepan valorar lo que significa caminar por la calle sin tener miedo a caer en un fuego cruzado".

El público estalla en aplausos. A pocos metros de allí hay un estallido de júbilo el stand colectivo canadiense que acaba de conocer la noticia del Premio Nobel a Alice Munro.

Un piso más arriba, en el stand de Random House, también hay felicidad y la consejera delegada del grupo, Nuria Cabuti, llama por teléfono a la editora de Lumen, Silvia Querini, que vuelve unos minutos después atravesada por la emoción y al borde del llanto de felicidad.

"Es una satisfacción muy grande", dijo y explica que tardó nueve años hasta conseguir los derechos mundiales de Munro en lengua española.

Luego habla un poco de Munro como una escritora que logra reflejar "la complejidad que está hirviendo debajo de lo aparentemente banal". Esa complejidad a veces tiene que ver con el horror y la violencia y otras veces con la felicidad.

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