El truco de las aerolíneas para ahorrar en gasolina que contamina igual que Girona

Avión
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¿Se imaginan dar el golpe de gracia a la contaminación de una ciudad como Girona, Lugo o Guadalajara en lo que dura un viaje en avión? La cuestión queda más lejos del ciudadano que de la aerolínea pues, en función de la política de repostaje que escoja la compañía, podría rebajar sus emisiones de CO2 en la misma medida que la huella ecológica generada por una ciudad de 100.000 habitantes... aunque supondría elevar sus costes.

A esta conclusión han llegado investigadores de la cadena británica BBC, que descubrieron que el sistema adoptado por la compañía aérea British Airways en cuanto a la recarga de combustible en sus vuelos, reducía notablemente los gastos de la compañía pero elevaba en una proporción mucho mayor el impacto ambiental de su actividad. 

Con este fin, la aerolínea llena los depósitos de sus aviones de más combustible del necesario para evitar pagar más por la gasolina en los aeropuertos de destino, cuando el precio fuera mayor que en el punto de partida. La consecuencia de esta práctica es que el exceso de un peso prescindible aumenta la emisión de gases de efecto invernadero.

El interés ciudadano por la contaminación atmosférica y sus efectos es cada vez mayor y las compañías son conscientes. Menos de una semana después de que la cadena británica publicase sus conclusiones, la aerolínea anunció una revisión en su modelo de repostaje. Y es que las cifras son demoledoras: los últimos estudios hablan de casi 800.000 muertes prematuras en el territorio europeo por efecto de la polución, lo que dobla las estimaciones previas de la Agencia Europa del Medioambiente.

Así lo concluía uno de los últimos estudios sobre el asunto, encabezado por especialistas alemanes, que estipuló el coste de la contaminación en 2,2 años en la esperanza de vida de los ciudadanos de la Unión. El informe, expande sus conclusiones también al resto del mundo, donde tampoco se dibuja una estampa alentadora: las muertes provocadas por la mala calidad del aire asciende a casi 9 millones de personas, una diferencia notable respecto a los menos de 5 millones que estipuló la OMS.

El mantenimiento de esta práctica, según la cadena británica, implicó un sobrecoste ecológico de hasta 18,000 toneladas de CO2 en 2018, mientras que el ahorro para la empresa asciende a unos cientos de libras. La menudez del beneficio, en comparación con las nefastas consecuencias de la estrategia, sonrojó a la firma que argumentó razones operativas y de seguridad para mantener esta política, aunque también reconoció que esta "podía no ser correcta". 

El ojo de Greenpeace contribuyó a acelerar la toma de conciencia de la aerolínea cuando la calificó como "un ejemplo de empresa que pone las ganancias por delante del planeta". A pesar de todo, la cifra puede no ser suficiente para que los equipos directivos se rasguen las vestiduras, aunque si extendemos el hecho a todo el sector las cábalas cambian.

British Airways es una firma orgullosa de su conciencia medioambiental hasta el punto de haber rebajado el gramaje de las páginas de sus catálogo, no obstante, y hasta que se materialice este giro estratégico, forma parte de un sistema que, en su conjunto, podría alcanzar emisiones adicionales similares a las de una gran ciudad europea... cada año.

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