Así es la ‘clase media’ de Silicon Valley: son ricos pero no llegan a fin de mes

  • Alrededor del 33 por ciento de los inquilinos de Palo Alto gasta más del 35 por ciento de sus ingresos en el alquiler, y estos no dejan de subir.
Los jóvenes ingenieros tienen que compartir pisos infames / Pixabay
Los jóvenes ingenieros tienen que compartir pisos infames / Pixabay

“No me convertí en ingeniero de software para tratar de llegar a fin de mes”, reconocía hace un año un empleado de Twitter a The GuardianCon 40 años y un salario base de 160.000 dólares el anónimo residente de Silicon Valley aseguraba que con esos ingresos es casi imposible criar una familia en la zona.

Solo el alquiler de su casa con dos habitaciones asciende a 3.000 dólares –una cuantía que, asegura, es muy barata para el área–. Le gustaría acceder a una vivienda un poco más grande con su mujer y sus dos hijos, pero se encuentra compitiendo con grupos de veinteañeros felices de compartir alojamiento apoquinando hasta 2.000 dólares por una habitación individual.

Es un ejemplo paradigmático de lo que está ocurriendo en el área de la bahía de San Francisco, más conocido en la actualidad como el Valle del Silicio: la gente gana un dineral que en cualquier otro lugar del mundo les convertiría en súper ricos, pero aquí parece calderilla.

Este mes, el diario local Palo Alto Weekly, una de las ciudades insignias de la bahía –donde tienen la sede Facebook, Pinterest, Xerox o Hewlett-Packard– ha publicado una encuesta realizada entre 250 de sus residentes en la que, entre otras cosas, se les preguntaba en qué clase social se enmarcarían.

Ochenta y una personas de las encuestadas, con ingresos auto reportados de 100.000 a 400.000 dólares dijeron que se consideraban de “clase media” pues, aunque muchos reconocen que pueden ser ricos en comparación con otros ciudadanos estadounidenses, vivir en Silicon Valley es tan caro que tampoco pueden permitirse demasiados lujos.

Según los datos del Censo, alrededor del 33 por ciento de los inquilinos de Palo Alto gasta más del 35 por ciento de sus ingresos en el alquiler. Pero si se cuenta todo el condado de Santa Clara este porcentaje se eleva hasta el 47 por ciento.

Los pobres ricos

La subida imparable del precio de la vivienda ha hecho que, incluso, haya algunos movimientos de protesta en el seno de las compañías tecnológicas. Ya en 2016, como explicaba un exdirectivo de la red social a The Guardian, un grupo de ingenieros de Facebook preguntó a su jefe, Mark Zuckerberg, si la compañía podría subsidiar sus alquileres para hacer que su situación de vida fuera más asequible.

Olivia Solo comparte en el periódico inglés algunas historias más propias de un Erasmus infernal que de los trabajadores mejor pagados del mundo: empleados de Apple viviendo en garajes y usando el depósito del compost como váter, ingenieros que viven por docenas en pisos alquilados a través de Airbnb e informáticos que pagan 1.400 dólares al mes por vivir en un armario.

“Ganamos más de un millón de dólares entre nosotros, pero no podemos pagar una casa”, aseguraba una mujer de 50 años que trabaja en marketing digital para una importante empresa de telecomunicaciones, mientras que su pareja trabaja como ingeniero en una compañía de medios digitales. “El sueño americano no está funcionando aquí”.

Estos trabajadores son, en cualquier caso, privilegiados. Y es que en la bahía de San Francisco también hay empleados de supermercados, fisioterapeutas, gasolineros o panaderos. ¿Cómo hace esta gente para siquiera vivir?

Los pobres de verdad

Como explica Fiona Kelliher en Palo Alto Weekly hay una clara división entre propietarios mayores y familias más jóvenes y más ricas, que se encuentran en situaciones económicas mucho más estresantes. Si no se tiene el alojamiento ya pagado es prácticamente imposible vivir en la zona sin ganar sueldos de seis cifras. No es de extrañar por tanto que casi el 30 % de los residentes de Silicon Valley dependen de las ayudas sociales, públicas o privadas.

Los ricos se quejan de no llegar a fin de mes, pero no son conscientes de la cantidad de pobres de verdad que pululan a su alrededor. Las trabajadoras sociales Alexa Cortes Culwell y Heather McLeod Grant denominaban esta situación en un informe como la “paradoja de la prosperidad”. Básicamente, ninguno de los dos lados tiene idea de lo que el otro está pensando o sintiendo, y en el caso de los más ricos de Silicon Valley, siquiera son conscientes de que el otro lado existe.

“Los condicionantes sociales y económicos llevan a las personas por diferentes rutas, diferentes autopistas, diferentes tiendas de alimentación”, explica Culwell. Muy pocas de las 100 personas de alto patrimonio con las que ella y Grant hablaron dijeron que sabían qué tipo de organizaciones se encontraban en las partes más pobres de la zona.

En la ciudad de Mountain View, otro de los núcleos importante del condado de Santa Clara, se están empezando a acumular todo tipo de caravanas y furgonetas aparcadas en las aceras: las de la gente que no puede permitirse pagar el alquiler. Y en este caso, como explicaba John Orr en The Mercury News, son trabajadores de servicios que no llegan a fin de mes, y que combinan dos o tres empleos precarios para sobrevivir.

“Hemos estado prestando servicios a personas sin hogar a lo largo de nuestra historia, pero el número de personas sin hogar ha crecido astronómicamente, exponencialmente, sea cual sea el multiplicador que desee utilizar”, concluye en el artículo Tom Myers, director ejecutivo de la Agencia de Servicios Comunitarios de la ciudad.

¿La disrupción era esto?

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