Un problema de 'soft skills'

¿Caer bien o ser respetado? Por qué los líderes no eran populares en el instituto

Querer gustar a compañeros y superiores es natural, y puede parecer el camino más corto hacia un ascenso, pero suele esconder otras carencias como jefe.

John Travoilta como Danny Zuko en Grease.
¿Caer bien o ser respetado? Por qué los líderes no eran populares en el instituto. John Travoilta como Danny Zuko en 'Grease'.
RSO / Paramount

Cualquier película juvenil ambientada en un instituto que se precie suele reflejar un estereotipo de liderazgo concreto: el capitán del equipo de fútbol (o la capitana de las animadoras), el tipo que se gana a todos con sus chistes, el 'malote' que hace novillos a pesar de las consecuencias que pueda tener para su expediente académico... Si algo tienen en común es que ninguno de ellos está apuntado al club de ajedrez. Son los más 'populares', los más guapos, tal vez los más adinerados, y su éxito en la vida se basa principalmente en una sola cosa: caer bien. Una 'soft skill' que siempre ha tenido un gran peso en el ámbito laboral.

De hecho, puede parecer una técnica lícita para ascender escalones y progresar en nuestra carrera. Por ejemplo, Tim Sanders, autor de 'El factor del agrado: Cómo impulsar tu carisma y alcanzar todos tus sueños', apunta que tratar de caer bien a nuestros compañeros, subordinados directos y jefes nos hace tener más posibilidades de lograr una promoción o de que nos asignen aquellos proyectos que más nos interesan. No solo eso, sino que además supone un "capital social", es decir, que se trata de una actitud que nos permite conseguir más fácilmente que los demás nos ayuden en nuestras labores, así como crear una red profesional envidiable.

Pero, aunque gustar a los demás sea un sentimiento natural y resulte tremendamente positivo, ¿qué ocurre cuando alguien se esfuerza demasiado en caer bien? Para empezar, existe un caso extremo: el síndrome de Wendy. En psicología, se suele referir a la parte de la pareja (normalmente la mujer) que trata de complacer constantemente al otro, como mecanismo para buscar la aceptación y por su miedo al rechazo. Y, aunque no existen estudios definitivos, se considera que esta conducta suele ser habitual en quienes conviven con una pareja con síndrome de Peter Pan (a modo de compensación). Sin embargo, también puede darse en otros entornos como el laboral, donde esa necesidad por agradar puede volverse obsesiva... Y un verdadero problema.

Sin llegar a este extremo, esforzarse demasiado en agradar a los demás puede parecer el camino más corto hacia un ascenso, pero suele esconder otras carencias, especialmente de liderazgo. Porque, como jefe, siempre es positivo ofrecer un buen trato a los demás, así como establecer muchas y enriquecedoras relaciones, pero... ¿es lo mismo caer bien que ganarse el respeto de los demás? Para nada, aunque muchas veces confundamos la afinidad personal con el respeto profesional.

No hace falta que alguien te caiga bien para respetarle

Tal y como explica Cameron Anderson, de la Haas School of Business de la Universidad de California (Berkeley), la felicidad general en la vida tiene mucho más que ver con el respeto de quienes nos rodean que con caerle bien a los demás. Un ejemplo clásico es el de Sherlock Holmes, el brillante detective londinense que es capaz de describir así a su archienemigo, James Moriarty en 'El problema final': "Ese hombre es el Napoleón del crimen. Es el organizador de la mitad de los delitos y de casi todo lo que no llega a descubrirse en esta gran ciudad. Ese hombre es un genio, un filósofo, un pensador abstracto. Posee un cerebro de primer orden". Probablemente, jamás lleguen a ser amigos y ni siquiera se caigan bien; pero entre ellos existe el mayor de los respetos.

Cuando se trata de obtener respeto, Anderson advierte de que, a veces, tratamos de agradar a los demás, de caerles bien, en lugar de centrarnos en ganarnos su respeto: "Cuando sacrificamos lo que se necesita para ser respetados para obtener un atajo, a menudo, más fácil como vía para sentirnos queridos, perdemos todos los beneficios que produce el respeto". Y hay múltiples ejemplos: quien busca caer bien se une a los cotilleos por la espalda (en vez de tratar un problema de frente), hace promesas que no pueden cumplir e intenta complacer a todo (en lugar de aprender a decir que 'no') o se dedica más 'camelar' a los demás que a afrontar cualquier disputa o conflicto.

Por eso, a pesar de no ser el capitán del equipo de fútbol del instituto, un 'tipo duro' como John Travolta (Danny Zuko) era tan respetado en los Thunder Birds, la pandilla juvenil que colideraba en la película 'Grease' (1978): su desafiante tupé, su chupa de cuero y su olímpico (y fingido) desdén hacia Olivia Newton-John (Sandy Olsson) cuando se reencuentra con ella tras su amor de verano, podrían parecer contraproducentes; sin embargo, se caracteriza por esa clase de liderazgo que tienen quienes no se esfuerzan constantemente en caer bien.

De hecho, tal y como demuestran las últimas investigaciones en la psicología del poder, al igual que inconscientemente otorgamos mayor credibilidad o estatus a un médico por llevar bata o a un hombre de negocios por su traje, existe una tendencia a respetar más a un jefe duro que a uno más moderado; al cabo, uno puede estar bien seguro de que un tipo como Danny Zuko no trata de compensar sus carencias intentando caer bien a cualquier precio.

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