Por qué la chatarra espacial amenaza con acabar con la telefonía y la televisión

  • Cuanto menos espacio queda en la órbita, cada vez es mayor el riesgo de colisión con los satélites que proporcionan GPS, línea telefónica o televisión
Japón lanza un nuevo satélite espía en su cohete H-2A
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En la película 'Gravity', del mexicano Alfonso Cuarón, la astronauta interpretada por Sandra Bullock vive una auténtica odisea para regresar a la Tierra por culpa de una inesperada lluvia de chatarra espacial provocada por la destrucción de un satélite en órbita. Y, a pesar de tratarse de una ficción, lo cierto es que uno de los mayores riesgos que entraña la basura espacial que orbita alrededor del planeta es precisamente que pueda colisionar con otros objetos operativos, provocando la destrucción de satélites, básicos en las comunicaciones globales hoy en día.

El primer registro de este tipo de accidentes tuvo lugar en 2009 (cuatro años antes del estreno de 'Gravity'), a más de 800 kilómetros sobre Siberia, donde dos satélites colisionaron a unos 36.000 kilómetros por hora, desatando una nube de miles de escombros. Los culpables de este accidente a alta velocidad fueron el satélite ruso inactivo Cosmos 2251 y el satélite de comunicaciones activo Iridium 33, de Estados Unidos. Su catastrófico final fue la primera vez que se conoció la colisión de dos objetos en el espacio y un sorprendente recordatorio del creciente problema de basura espacial.

A pesar de que solo unos 2.000 de los satélites en órbita son realmente funcionales, los usamos diariamente para hacer funcionar nuestros teléfonos, cuando activamos el GPS o para ver la televisión. Los demás son restos de lanzamientos de cohetes y colisiones previas de objetos orbitales. Se trata de más de 500.000 objetos -unos 23.000 de más de 10 centímetros- que deambulan alrededor de la Tierra y que, cuando chocan en órbita, pueden dañar las redes que necesitamos para poder utilizar nuestros teléfonos, entre otras cosas.

Gracias a la tremenda evolución tecnológica de los últimos años, cada vez es más fácil poner en órbita cualquier objeto. La parte negativa es que no hay control de tráfico aéreo para toda esta basura espacial que gira alrededor del planeta. Aún peor: todavía no existe un sistema para limpiar los elementos inútiles y sobrantes que se acumulan en la órbita más cercana a la Tierra, situada por debajo de los 2.000 kilómetros sobre el nivel del mar, tal y como apunta este reciente artículo de 'National Geographic'.

Entre toda esta basura espacial se incluyen desde los cohetes que sirven para poner los satélites en órbita hasta los propios satélites, una vez que terminan su vida útil. Pero alrededor del planeta también hay pequeños trozos y piezas perdidas en el espacio, incluidas las virutas de pintura que se desprenden del exterior de los artefactos, tuercas y tornillos, bolsas de basura, lentes, destornilladores...

El número ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, no solo por culpa de aquella colisión entre satélites ocurrida en 2009 como a la destrucción del satélite meteorológico Fengyun-1C por parte de China en 2007, durante una prueba de misiles antisatélite. Es más, el pasado 27 de marzo de 2019, India anunció que había completado con éxito una prueba de misiles antisatélite, creando una nueva nube de al menos 400 piezas de escombros y aumentando el riesgo de impactos en la Estación Espacial Internacional en un 44% estimado durante un período de 10 días.

Por eso, a medida que el espacio esté más ocupado, aumentará el riesgo de que estos objetos colisionen y causen daños irreparables a las redes que necesitamos para que nuestros mapas funcionen, nuestros teléfonos se conecten y nuestros televisores capten la televisión por satélite. Eso por no hablar del tremendo riesgo que supone para la población la caída de estos objetos, concebidos desde su origen para poder regresar a la Tierra y aguantar las velocidades de vértigo a las que se ven sometidos sin desintegrarse... Por suerte, la NASA y las principales agencias espaciales del mundo siempre tratan de monitorizar posibles accidentes cuando se produce alguna colisión.

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