Cómo fortalecer tu reputación como empleador (y llevarte a los mejores)

  • Por primera vez, la generación más preparada de la historia puede elegir dónde trabajar y las empresas tienen que adaptarse.
No todo es una cuestión de dinero / Pixabay
No todo es una cuestión de dinero / Pixabay

En el último siglo y medio, las grandes conquistas en el ámbito laboral como los salarios mínimos, el derecho a la huelga o el establecimiento de un máximo de horas, han cambiado tanto el trabajo que, en la actualidad, la mayoría de las empresas se están adaptando para ofrecer incentivos para atraer al talento, al margen de nóminas competitivas. Por eso, aspectos como suculentos paquetes de beneficios sociales, bonus e, incluso, la reputación de las empresas a la hora de contratar, resultan indispensables para cualquier departamento de recursos humanos. Por primera vez, la generación más preparada de la historia tiene la opción de elegir dónde trabajar. Y ya no vale con ofrecer un puesto; hay que venderlo, tal y como señala este artículo de Harvard Business Review.

Por eso, existe una auténtica obsesión entre las grandes empresas por captar talento de un modo que hasta hace unos años resultaba impensable. Incluso para el puesto más básico, no sólo vale con ofrecer una cantidad cerrada, sino que empiezan a incluir paquetes económicos adicionales, descuentos o vales para restaurantes cercanos, servicios como gimnasio integrado en el edificio o masajes en el puesto de trabajo y hasta hay compañías que ofrecen ayuda al alquiler y asesoramiento para buscar vivienda, especialmente cuando se trata de una reubicación a otros países distintos del propio.

La reputación de la empresa es clave

Evidentemente, las redes sociales e internet tienen bastante que ver: antiguamente, si te ofrecían un trabajo, tenías poca o ninguna noción de lo que te esperaba en caso de aceptar, más allá de las referencias de alguien que ya trabajase allí; ahora, cualquier práctica ilegal o medianamente polémica en las condiciones de trabajo puede generar un auténtico tsunami de proporciones imponderables. Un buen ejemplo es el que se ha vivido recientemente en Amazon, donde una treintena de empleados y exempleados relataban sus experiencias en varios almacenes, llegando a afirmar que les obligaban a orinar en contenedores de basura o que están vigilados todo el tiempo.

Seis horas al año
Las condiciones laborales pueden pasarle factura a Amazon / Wikimedia Commons 

El problema es evidente: por mucho que Amazon haya desmentido estas afirmaciones, lo cierto es que, por ejemplo, se ha visto obligada a eliminar el polémico sistema de puntos para evaluar las faltas al que estaban sometidos sus trabajadores. Precisamente por la presión ejercida por los trabajadores, que lo denunciaron a través de las redes sociales en su día. Pero no es un caso aislado. Una gran compañía como Nike ha tenido que renovar en los últimos meses su cúpula directiva por culpa de una presunta cultura del acoso instalada desde hacía años. Algo que sólo algunos empleados se atrevieron a hacer público.

Un problema de publicidad engañosa

Según un estudio llevado a cabo por la consultora Weber Shandwick, sólo el 19 % de los empleados consideran que la experiencia de trabajo que la empresa les traslada a la hora de ofrecerles un puesto poco o nada tiene que ver con la realidad. Es más, según el artículo de HBR, casi un tercio de quienes consiguen un nuevo empleo en EE.UU. lo dejan voluntariamente antes de seis meses. El problema es que no sólo se trata de un problema que deja en evidencia una publicidad engañosa por parte de la compañía, sino que este altísimo ratio de empleados que se marchan incide en las cuentas de la empresa (siempre que su estrategia de contrataciones no sea precisamente la temporalidad).

Aunque resulta imposible calcular cuánto le cuesta exactamente esta situación a las empresas, lo cierto es que las mejores soluciones pasan siempre por ser totalmente transparentes y ofrecer sólo aquellos datos de los que dispongan, sin elevar las expectativas con información engañosa: desde la situación económica de la empresa hasta las tareas específicas para las que se contrata al trabajador, pasando por el número de horas que se pasará en su puesto, sus descansos y cada detalle que pueda ser relevante a la hora de aceptar o rechazar un empleo. Sobre todo, porque si las cosas no funcionan el coste puede ser mayor: si un empleado con talento y con un rendimiento inmejorable se marcha por su propio pie en menos de seis meses, la empresa sufrirá un coste mucho más que meramente económico

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