Conservacionismo cooperativo: la receta para salvar al planeta del crecimiento

  • El reputado químico Richard Heinberg explica su receta para frenar el crecimiento económico. Y asegura que no hay alternativa
¿Tenemos aún solución? / Pexels
¿Tenemos aún solución? / Pexels

Es un debate tan viejo como la propia teoría económica: ¿puede albergar el planeta un crecimiento económico continuo?

No se concibe la prosperidad de la población sin que aumente el Producto Interior Bruto y crezcan los beneficios de las empresas, pese a que esto tenga como consecuencia el padecimiento de recesiones recurrentes y, lo que es más grave, el agotamiento de los recursos naturales.

Por supuesto, la tecnología ayuda a evitar el colapso del planeta (y de momento, no se han cumplido las siempre presentes tesis maltusianas), pero los críticos del crecimiento no dejan de aumentar en los ámbitos académicos. Y lo hacen con datos que deberían, al menos, llamarnos a la reflexión.

Como explica el reputado químico Richard Heinberg, socio del Post Carbon Institue y exasesor tanto del Parlamento Europeo como del Gobierno estadounidense, a pesar de que la economía de los Estados Unidos es 5,5 veces más grande ahora que en 1960 (en términos del PIB real), el país está perdiendo terreno en su índice de felicidad. ¿Tiene esto sentido?

Es la pregunta que se hace Heinberg en un artículo publicado en 'Undark', que se ha viralizado enormemente en EEUU, en el que, entre otras cosas, insiste en que frenar el crecimiento económico es un imperativo, que no debería entenderse como parte de la eterna batalla entre distintas formas de capitalismo o socialismo. Así que se ha inventado un nuevo nombre para encuadrar sus ideas (aunque, por separado, no tengan nada de novedoso): el “conservacionismo cooperativo”.

Dos estrategias para frenar el crecimiento

Para Heinberg es importante frenar el crecimiento, pero sin que nuestra vida se torne miserable. No se trata de ahorrar comodidades. En su opinión, hay dos estrategias en las que todo el mundo puede ser de acuerdo, para dejar de crecer y que nuestra vida sea, incluso, mejor, pero no entendemos su verdadero alcance.

Todos sabemos que debemos sustituir el mal consumo por el buen consumo, por ejemplo, usando energía renovable en lugar de combustibles fósiles. Y, también, que deberíamos usar las cosas de manera más eficiente: hacer que los productos duren más y luego repararlos y reciclarlos en vez de tirarlos en un vertedero.

Richard Heinberg, durante una conferencia. / Pexels
Richard Heinberg, durante una conferencia. / Pexels

Casi nadie está en desacuerdo sobre esto –al menos sobre el papel–, el problema, como explica Heinberg, es que las energías renovables siguen requiriendo materiales finitos (aluminio, silicona, vidrio, acero, cobre…) y su eficiencia, aunque haya aumentado y siga aumentando, también tiene límites.

“En otras palabras, la sustitución y la eficiencia son buenas, pero no son suficientes”, asegura el experto. “Incluso si de alguna manera llegamos a una economía casi virtual, si está creciendo, seguiremos usando más cosas y el resultado será la contaminación y el agotamiento de los recursos. Tarde o temprano, tenemos que acabar directamente con el crecimiento”.

Cómo acabar con el crecimiento

Dejar el crecimiento económico en 'standbay', o incluso decrecer (como propugnan muchos activistas) es extremadamente complejo, entre otras cosas porque el conjunto de la organización social está pensado para crecer 'ad infinitum'.

Para lograrlo, Heinberg asegura que la clave es centrase en aumentar la igualdad: “Durante el siglo de expansión, el crecimiento ha producido ganadores y perdedores, pero muchas personas toleraron la desigualdad económica porque creían (por lo general erróneamente) que algún día obtendrían su parte del crecimiento económico. Durante la contracción económica, la mejor manera de hacer que la situación sea tolerable para la mayoría de las personas será aumentar la igualdad. Desde un punto de vista social, la igualdad servirá como sustituto del crecimiento. Las políticas para lograr la equidad ya se discuten ampliamente e incluyen el empleo pleno y garantizado; una renta mínima garantizada; tributación progresiva; y un ingreso máximo”.

Hay muchas formas que habría que discutir, para frenar el crecimiento, pero una de las primeras pasaría por acortar la semana laboral. “Si las personas trabajan menos, la economía se desacelerará y, mientras tanto, todos tendrán más tiempo para la familia, el descanso y las actividades culturales.”, asegura Heinberg.

Otra política pasaría por desfinanciar la economía, desalentando la especulación derrochadora con un impuesto a las transacciones financieras e imponiendo un requisito de reserva del 100 por ciento para los bancos.

Como es lógico, habría que limitar también el crecimiento de la población, incentivando a las familias pequeñas, y acabar de una vez con el uso de combustibles fósiles.

Contaminación en Madrid
La contaminación no es nuestro único problema. / ATUC - Archivo

No debemos pensar en términos socialismo-capitalismo

Tras leer estas medidas habrá quien vea ya el fantasma del comunismo y haya dejado de leer. Pero Heinberg asegura que su receta no es socialista (aunque tampoco capitalista, obviamente).

“El resultado puede ser difícil de encasillar en los términos de referencia capitalista-socialista con los que la mayoría de nosotros estamos familiarizados”, asegura. “Quizás podríamos considerarlo como un conservadurismo cooperativo (ya que su objetivo sería conservar la naturaleza y maximizar la ayuda mutua). Requeriría mucho pensamiento creativo por parte de todos”.

Sus medidas suenan extremadamente difíciles de aplicar, cuando no utópicas, pero Heinberg insiste en que la humanidad no tiene otra salida.

“El fin del crecimiento llegará un día, quizás muy pronto, estemos listos o no”, concluye el profesor. “Si lo planeamos y lo gestionamos, podríamos terminar con un mayor bienestar. Si no lo hacemos, podríamos encontrarnos como Wile E. Coyote cayendo desde un acantilado. Diseñar una conclusión feliz para el auge del crecimiento del siglo pasado podría ser un desafío. Pero no es imposible; mientras que lo que estamos tratando de hacer actualmente: mantener el crecimiento perpetuo de la economía en un planeta finito, lo más seguro es que sí”.

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