El CEO de Starbucks deja la empresa y especula con ser presidente de EEUU

  • Howard Schultz, una de las figuras empresariales más importantes de EEUU, ha anunciado que abandona la empresa para meterse en política
Howard Schultz ha visitado la primera tienda de Starbucks en Seattle como despedida / Starbucks
Howard Schultz ha visitado la primera tienda de Starbucks en Seattle como despedida / Starbucks
Howard Schultz ha visitado la primera tienda de Starbucks en Seattle como despedida / Starbucks
Howard Schultz ha visitado la primera tienda de Starbucks en Seattle como despedida / Starbucks

Howard Schultz, el empresario que convirtió Starbucks en un imperio con más de 28.000 cafeterías en 77 países, ha anunciado que dejará la compañía a finales de mes, avivando así los rumores que apuntan que podría presentarse a las elecciones presidenciales de EEUU en 2020.

El mítico CEO de Starbucks, una figura omnipresente en los libros sobre liderazgo, emprendimiento e innovación, lleva un tiempo apareciendo en las quinielas como posible candidato del Partido Demócrata y en los últimos años ha intensificado sus posicionamientos políticos, llegando a atacar directamente a Donald Trump, al que acusó de ser “un presidente que está creando episodios de caos a diario”.

Hasta la fecha, Schultz había negado tener aspiraciones políticas, pero en unas declaraciones sin precedentes a The New York Times ha reconocido que “de un tiempo a esta parte” está muy preocupado por el país, dada “la creciente división interna y nuestra posición en el mundo”, y tiene claro que quiere “jugar algún papel”.

Aunque no ha confirmado que vaya a concurrir en las próximas presidenciales, preguntado directamente por ello no ha ocultado que esta es una posibilidad: “Tengo la intención de pensar en una variedad de opciones, y eso podría incluir el servicio público. Pero estoy muy lejos de tomar decisiones sobre el futuro”.

Los ejecutivos quieren asaltar la Casa Blanca

Hasta hace poco, la posibilidad de que un gran ejecutivo como Schultz llegara a la Casa Blanca eran remotas, pues no se veía con buenos ojos mezclar tan descaradamente los negocios con la política. El espacio de jubilación de estos súper CEO –Schultz tiene ya 64 años– era la filantropía. Pero la llegada a la presidencia de Donald Trump, un magnate inmobiliario, está haciendo que muchos empresarios consideren meterse en política.

Robert Iger, director ejecutivo de Disney, ha asegurado públicamente que había estado considerando postularse para presidente hasta que llegó a un acuerdo para comprar 21st Century Fox. También se ha especulado con la posibilidad de que se presentara Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase; y Mark Cuban, el multimillonario propietario del equipo de la NBA Dallas Mavericks ha dicho que planeaba presentarse a las primarias republicanas si lograba convencer a su mujer.

Schultz charla con una de las empleadas de la cafetería / Starbucks
Schultz charla con una de las empleadas de la cafetería / Starbucks

Pero el caso de Schultz es especial, pues no es un CEO cualquiera. Al igual que el mítico director ejecutivo de McDonald´s, Ray Kroc, Schultz no inventó la marca: entró en Starbucks como director de marketing cuando la compañía solo tenía cuatro establecimientos en Seattle, salió de esta para montar su propia cafetería y, solo un año después, acabó comprando la empresa para protagonizar una de las mayores y más rápidas expansiones de la historia de la hostelería, gracias a un gran talento para las transacciones inmobiliarias y el marketing.

Bajo su dirección Starbucks ha cosechado un enorme éxito: las acciones de la compañía han aumentado 21.000 por ciento desde su oferta pública en 1992; un inversor que hubiera invertido 10.000 dólares tendría ahora más de dos millones.

Un animal político

Schultz es, además, con permiso de Steve Jobs, uno de los CEO que más trabajó su figura pública, y fue pionero en la configuración del ejecutivo como “líder moral”, involucrando a la compañía en debates sociales como los derechos de los homosexuales, los veteranos, la tendencia de armas, el endeudamiento estudiantil o el asunto racial, que le ha costado su último gran disgusto como presidente de la compañía (el rol de CEO lo había cedido el pasado abril a Kevin Johnson).

De extracción humilde, Schultz asegura que su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial convertido en camionero y, después, taxista, perdió su trabajo después de romperse un tobillo ya que no contaba con un seguro de discapacidad. Es por ello por lo que siempre ha insistido en ofrecer seguros completos de salud a sus empleados (a los que siempre se ha referido como “socios”) y sus parejas, ya trabajen a tiempo parcial o completo, algo inaudito en una cadena de este tipo. Más tarde proporcionó stock-options de la compañía a los empleados y se ofreció a cubrir la matrícula universitaria de los trabajadores que quisieran seguir cursos en línea en la Universidad Estatal de Arizona.

Como es lógico en este tipo de figuras, Schultz tiene también muchos detractores que insisten en que todas estas medidas no son más que estrategias de marketing, destinadas sencillamente a proyectar la imagen de que Starbcuks es una empresa socialmente responsable –la compañía es famosa, de hecho, por tener uno de los primeros y más potentes departamentos de responsabilidad social corporativa del mundo–, pero lo cierto es que ha implementado medidas en sociales en la empresa en las que ha sido claramente pionero.

De momento Schultz ha asegurado que va a centrarse en escribir un nuevo libro –su anterior volumen, El desafío Starbucks, fue todo un éxito–, sobre “el trabajo de impacto social y los esfuerzos para redefinir el papel y la responsabilidad de una empresa pública”. Solo cuando acabe con esta tarea sabremos cuáles son sus aspiraciones políticas, pero, conociendo su perfil, es muy probable que apunte alto.

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