El dilema del árbol de Navidad: qué contamina más ¿de plástico o de verdad?

  • Llega la hora de poner un árbol y nos asalta la duda ¿mejor uno natural o artificial? Hay pros y contras de ambas opciones, pero no las que creemos
¿Qué árbol prefieres? / Pexels
¿Qué árbol prefieres? / Pexels

La Navidad ya está aquí, y con ella el omnipresente árbol de Navidad. Las grandes superficies se llenan de abetos de todo tipo de tamaños y formas, pero con una característica bien diferenciada: hay árboles artificiales y de verdad.

En la actualidad, el uso de árboles de plástico gana por goleada al de los árboles reales. No es de extrañar, pueden ser más baratos –los de gama más baja lo son–, duran varios años y resultan más limpios y fáciles de transportar. Pero hay otra idea asociada a estos árboles que no es del todo cierta, al menos en muchos casos, y es que son más ecológicos, dado que pueden usarse varios años sin necesidad de talar a un ser vivo.

Se trata de un reclamo tan efectista como inocente. Lo cierto es que los árboles de Navidad que se venden hoy en día no se distinguen en nada a una lechuga o una zanahoria: son otro cultivo más.

En España, la mayoría de los árboles de Navidad se plantan en viveros del Pirineo. No todos son iguales, claro. Las especies más comercializadas, de largo, son el abeto del Cáucaso ('Abies nordmanniana') –cuyo precio va de los 15 el de un metro a los 100 euros el de dos– y la picea común ('Picea excelsa') –de 25 euros el de un metro a 450 euros el de cuatro–.

Un árbol de Navidad de dos metros tarda solo una década en crecer y, una vez que se corta, el agricultor generalmente planta al menos otro en su lugar. Los árboles proporcionan muchos beneficios al medio ambiente a medida que crecen: limpian el aire, proporcionan un hábitat para la vida silvestre y generan trabajo en zonas rurales. Este tipo de cultivos se pueden realizar, además, en terrenos escarpados que a menudo son inadecuadas para otros cultivos.

Los árboles de verdad pueden lucir menos que los artificiales. / Pexels
Los árboles de verdad pueden lucir menos que los artificiales. / Pexels

¿Árbol del Pirineo o de China?

Ciertamente, el 90% de los árboles naturales de Navidad que se compran no sobreviven debido a su inadecuado cuidado mientras están en las casas, pero su impacto como residuo es escaso, pues es plenamente biodegradable (y hay empresas y asociaciones que, incluso, se encargan de recoger estos para replantarlos o compostarlos una vez pasadas las fiestas).

Producir un árbol de Navidad tiene, claro, un impacto ecológico, pues el abeto necesita agua para crecer, pero según un informe de Carbon Trust arroja que la huella de carbono de un árbol que no se vuelve a plantar y se convierte en compost o leña es de 3,5 kg de CO2, lo mismo que recorrer 20 kilómetros en un día con el coche.

La huella de carbono de un árbol artificial, por el contrario, es de 40 Kg de CO2, por lo que solo es más sostenible que el árbol natural si lo reutilizáramos al menos durante 12 años, que se dice pronto.

La mayoría de los árboles artificiales en el mercado están hechos de PVC y se elaboran en China (en concreto en este pueblo), desde donde se envían, con el consiguiente gasto en trasporte, para venderse en todo el mundo.

En Estados Unidos, donde existe toda una industria en torno a los árboles de Navidad, hay patronales tanto de los cultivadores como de los distribuidores de árboles artificiales, que tienen sendos informes que aseguran que su opción es más sostenible.

Quizás ambos tengan razón, y un árbol artificial sea más sostenible que uno natural siempre que se utilice los suficientes años. Pero como apunta Karen Zraick en un reportaje para 'The New York Times', en realidad el dilema entre elegir uno u otro árbol es ‘peccata minuta’ en comparación con otros gastos navideños, en los que no reparamos, como es el impacto de los viajes en avión (que resulta gigantesco) y del consumo exacerbado, en general. Las navidades tal como se conciben hoy en día son de todo menos algo ecológico.

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