El efecto de la mujer fatal: el mito de las empleadas atractivas en el trabajo

  • Un estudio asegura que las trabajadoras más atractivas son consideradas como personas menos de fiar que las mujeres que no lo son tanto
La investigadora de la Washington State University Leah Sheppard. / WSU
La investigadora de la Washington State University Leah Sheppard. / WSU

Desde hace décadas sabemos que el atractivo físico es la variable que más evoca el conocido como “efecto halo”. Este sesgo cognitivo, descrito y estudiado por el psicólogo estadounidense Edward Thorndike a principios del siglo XX, provoca que las personas más guapas sean percibidas con mayor facilidad como inteligentes o generosas. En resumidas cuentas, la belleza afecta a la forma en que juzgamos a una persona.

Pero este “efecto halo” no funciona igual en hombres y mujeres, ni en las mismas situaciones. Como apunta un nuevo estudio de la Washington State University, el atractivo físico, que es ventajoso en numerosas circunstancias, puede ser una cortapisa para el desarrollo de las mujeres en el entorno laboral.

En el mundo de los negocios, el atractivo físico de las mujeres lejos de crear el conocido “efecto halo”, genera lo que los investigadores han bautizado como el “efecto de la mujer fatal”. Debido a este, las trabajadoras más atractivas son consideradas como personas menos de fiar, menos sinceras y tienen más posibilidades de ser despedidas que sus compañeras menos atractivas.

Este efecto no solo tiene que ver con actitudes machistas, que rechazan la presencia de mujeres atractivas en roles tradicionalmente masculinos, sino también con sentimientos más primarios de inseguridad sexual, celos y miedo, tanto entre hombres como mujeres.

“Las mujeres muy atractivas pueden ser percibidas como peligrosas y eso importa cuando estamos evaluando cosas como cuánto confiamos en ellas y si creemos que lo que están diciendo es verdad”, explica Leah Sheppard, autora principal del estudio, en la nota de presentación de este.

Un efecto casi mitológico

Como explican los autores del estudio, el mito de la mujer fatal es una constante en casi todas las culturas. Ya en la antigua Grecia las mujeres más atractivas, de las sirenas a las diosas, tenían un poder casi sobrenatural sobre los hombres, y les embaucaban para distraerles de sus objetivos. De la diosa sumeria Ishtar a la bíblica Dlila, pasando por todas las vampiras y llegando a espías como Mata Hari, el mito de la mujer fatal ha sobrevivido en el tiempo. Y pesar de décadas de feminismo y una creciente conciencia en torno a los estereotipos de género, el efecto persiste.

De hecho, asegura Sheppard, existen dos estereotipos enfrentados: consideramos que a las personas atractivas les va mejor en la vida –gracias al efecto halo–, pero esto mismo hace que surjan envidias entorno a las personas de mayor belleza, particularmente las mujeres en ciertos contextos, para las que esta se convierte en una carga.

Mata Hari en 1906, la 'mujer fatal' por excelencia.
Mata Hari en 1906, la 'mujer fatal' por excelencia.

Las investigadoras han realizado seis experimentos para apuntalar su teoría, en la que diversos sujetos debían calificar el atractivo de diversas mujeres para que, otro grupo, valorara después su valía.

Uno de estos experimentos, por ejemplo, pedía calificar la sinceridad de mujeres y hombres que anunciaban despidos en unas noticias falsas creadas para el estudio. Independientemente de su título o industria (una empresa de relaciones públicas, una de tecnología o un hospital) las mujeres atractivas se consideraban sistemáticamente menos sinceras que las mujeres no atractivas.

Factores sociales y evolutivos

En opinión de Sheppard, el efecto de la mujer fatal tiene que ver con factores sociales, pero también genéticos.

A lo largo de nuestra historia como especie las mujeres han utilizado su atractivo para obtener parejas. Las propias mujeres veían a otras mujeres más atractivas como competidoras que amenazaban con robarles a su pareja. Los hombres, por su parte, se han sentido siempre atraídos por las mujeres atractivas, pero les preocupa que su atractivo pueda hacerles infieles. Antes del reciente advenimiento de la prueba de paternidad, se arriesgaban a criar hijos que no eran los suyos.

Por otro lado, a nivel social, las mujeres atractivas pueden usar su apariencia para obtener ventajas en el lugar de trabajo, lo merezcan o no. Y, como explica Sheppard, tanto los hombres como otras mujeres pueden encontrar esto injusto si no engañoso.

La investigadora asegura que el efecto de la mujer fatal podría verse atenuado si las personas fueran más conscientes de los estereotipos que utilizan, pero las personas a menudo no están dispuestas a reconocer que, para empezar, usan estereotipos.

Aunque sea injusto, explica Sheppard, gran parte de la carga de cara a solucionar el problema recae en las propias mujeres atractivas que, explica, pueden intentar ser más transparentes:

“Van a tener más dificultades para crear confianza. Eso no quiere decir que no puedan hacerlo. Es solo que la confianza probablemente se formará un poco más lentamente”.

Mostrar comentarios