Es posible revertir el cambio climático, pero solo si los consumidores quieren

  • La digitalización y los nuevos hábitos de consumo energético, especialmente gracias a los coches eléctricos, podrían ser la salvación de la Humanidad.
La apuesta por los vehículos eléctricos puede ser decisiva / Pixabay
La apuesta por los vehículos eléctricos puede ser decisiva / Pixabay
La apuesta por los vehículos eléctricos puede ser decisiva / Pixabay
La apuesta por los vehículos eléctricos puede ser decisiva / Pixabay

Sostenía Michael Crichton en el polémico epílogo de su ficción Estado de miedo que los datos disponibles hasta la fecha -el libro se publicó en 2004- no podían demostrar hasta qué punto la incidencia del ser humano era determinante para acelerar el proceso natural del cambio climático: ni el aumento de la temperatura media en las urbes -por el propio calor que desprenden más personas y más edificios con calefacción y electricidad-, ni el aumento del nivel del mar, ni siquiera el agujero de la capa de ozono. La mala noticia es que hoy en día sí existe un consenso científico al respecto, que relaciona directamente la acción humana con el cambio climático. La buena es que está en nuestras manos revertirlo, tal y como explica este artículo de Wired.

En esta década y media, las cosas han cambiado. La sociedad ha mutado hasta digitalizarse casi por completo (al menos, en los países desarrollados), lo que de por sí supone un ahorro de contaminación que apenas es visible, pero que está ahí: sólo hay que pensar en los millones de litros de gasolina y diésel que se ahorran diariamente por la estandarización de las compras online o por el uso extendido del coche compartido para viajar low cost. Por no hablar del auge de los coches eléctricos o impulsados por gas, o también de los hábitos alimenticios, que cada vez más apuestan por lo orgánico. Casi sin darnos cuenta, hemos pasado a ser más ecológicos de la noche a la mañana.

Los retos de un mundo superpoblado

Quizás, el gran problema es que no paramos de crecer, con más de 7.600 millones de personas en el planeta. Y que a los países en vías de desarrollo no sólo no se les reclama el mismo compromiso ecológico que las principales potencias mundiales, sino que resulta necesario para éstas si quieren mantener el 'statu quo'. En este contexto, las temperaturas no paran de subir y son precisamente los países más pobres quienes las sufrirán más. Además, la ONU ya advertía hace una década que más de 150 especies animales se extinguen al día por culpa de la acción humana, mientras que algunos investigadores claman contra la “extinción biológica” que vive la Tierra en la actualidad.

Hay que acabar con todas las centrales térmicas / Pixabay
Hay que acabar con todas las centrales térmicas / Pixabay

Para no deprimirse demasiado, quizás lo mejor sea leerse un reciente estudio publicado en Nature Energy en el que se evidencia precisamente que los nuevos hábitos de consumo energético son la llave para frenar el proceso del cambio climático y llegar así al objetivo marcado en los Acuerdos de París de no aumentar la temperatura media del planeta más de 1,5 grados centígrados.

No vale sólo con reciclar; seremos baterías portátiles

Ciertamente, la reciente retirada de EEUU de dichos acuerdos enturbia el futuro climático del planeta, pero lo cierto es que los investigadores van más allá del reciclaje, la emisión de dióxido de carbono y todos los mensajes que llevan décadas intentando concienciar a las masas; asumen que la progresiva digitalización -más aún, teniendo en cuenta que las nuevas generaciones son nativas- y los nuevos hábitos de consumo podrían revertir la situación. Y la colectivización. Porque el estudio se basa en varias premisas que pasan por la economía y el transporte compartidos (en ciudades abastecidas por energías renovables y con coches y autobuses eléctricos).

En este escenario, los ciudadanos no sólo serían consumidores de energías limpias, sino que participarían directamente del sistema: los paneles solares de las casas servirían para abastecer tanto las viviendas como los coches y las baterías portátiles serían moneda de uso común entre las personas. Algo que los investigadores no descartan, habida cuenta de la revolución de los dispositivos portátiles, que cada vez contarían con más servicios -no descartan que en el agresivo mercado de los smartphones del futuro ver la televisión sea algo tan común como usar Whatsapp-. En resumen, un modelo social en el que cualquier persona sea potencialmente un proveedor de energía de procedencia renovable. El problema, quizás, llegue cuando alguien necesite unos vatios porque no lleva encima. El estudio pronostica que otra persona se los prestará. Ojalá.

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