La guía definitiva para cumplir (por fin) con tus propósitos de año nuevo

  • Cambiar nuestras rutinas no es nada sencillo, y la cosa empeora a medida que envejecemos, pero estas reglas pueden evitar un nuevo fracaso
Del dicho al hecho, hay un trecho / Pixabay
Del dicho al hecho, hay un trecho / Pixabay
Del dicho al hecho, hay un trecho / Pixabay
Del dicho al hecho, hay un trecho / Pixabay

Formular un propósito para el año entrante en Nochevieja es una tradición tan extendida como tomar las uvas con las campanadas o emborracharse como si no hubiera un mañana, pero mucho más universal. De los clásicos “dejar de fumar” y “adelgazar”, al no menos legendario “ahorrar”, estrenar calendario parece una buena oportunidad para acabar con un hábito pernicioso o estrenar uno virtuoso. Y cada vez más gente lo intenta.

Según un estudio no demasiado fiable, el 40% de las personas formulan algún propósito de Año Nuevo, al menos en Estados Unidos (dónde si no), pero otra investigación –esta sí, más seria–, asegura que el 23% ni siquiera logra mantener sus promesas durante una semana y pasado un mes el 36% ya ha abandonado. Solo un 19% tiene éxito pasados los dos años, el tiempo que duraba el estudio.

En realidad, cambiar nuestras rutinas no es nada sencillo, y la cosa empeora a medida que envejecemos. El ser humano es un animal de costumbres y nuestros cerebros se acomodan fácilmente a lo que conocen. Modificar un hábito fuertemente arraigado no es nada sencillo. Pero no imposible.

Ahora bien, el fracaso está asegurado si no se siguen una serie de reglas, básicas para cumplir con un propósito de año nuevo o cualquier cambio que nos propongamos, sin importar la fecha en que comencemos (que no aporta ninguna ventaja). Son estas:

Elige bien tu propósito

Como es lógico, no es lo mismo prometer que el año que viene vas a dejar de tomar cerveza durante las cenas que plantearte acabar con el hambre en el mundo. En resumidas cuentas, cuando nos planteamos acabar con un hábito o empezar uno nuevo nuestras propuestas deben ser realistas.

Para este fin nos puede ayudar una de las técnicas más extendidas del management a la hora de escoger objetivos: el acrónimo SMART. Esta regla nemotécnica, formulada por George T. Doran en 1981, apunta a que un objetivo debe ser:

Específico (Specific): el propósito debe ser claro y concreto. No basta con decir “quiero adelgazar”, es preferible ponerse una meta concreta, como adelgazar cinco o diez kilos. Tampoco es lo mismo pensar que vas a empezar a correr, que plantearte que vas a correr seguro media hora al día.

Medible (Measurable): debemos ser capaces de medir si estamos alcanzando o no nuestro objetivo. Hay propósitos que siempre cumplen esta regla, como dejar de fumar (o se fuma o no se fuma), pero otros objetivos pueden ser más etéreos, como “ayudar con las tareas del hogar”. En este caso, es conveniente evaluar los progresos, preguntando por ejemplo a nuestra pareja si realmente estamos siendo más aplicados en casa.

Realizable (Achievable): los propósitos deben ser realistas. Aunque queramos apuntar más alto, lo ideal es ir poco a poco. Si te propones correr una maratón sin haberte puesto unas zapatillas en tu vida lo más probable es que nunca lo logres y además, en este caso, puedes acabar en Urgencias.

Relevante (Relevant): a la hora de escoger una promesa, esta tiene que ser importante para ti, no para los demás. El factor más importante para predecir el éxito es la autoeficacia: la creencia en la capacidad de uno para hacer el trabajo. Si el objetivo no te importa nunca lo alcanzarás.

Limitado en el tiempo (Time-bound): al igual que el objetivo debe ser medible, este tiene que tener una suerte de deadline. No tiene sentido decir que vas a dejar de fumar en enero y seguir fumando en abril.

No basta con pedir un deseo, hay que trabajar en él / Pixabay
No basta con pedir un deseo, hay que trabajar en él / Pixabay

No te fíes de tu fuerza de voluntad

Existe muchísima literatura científica sobre el cambio de hábitos y hay varias cosas que están claras. En primer lugar, que nuestra fuerza de voluntad es mucho más débil de lo que nos gustaría, sobre todo a la hora de cambiar un hábito fuertemente arraigado. En general, la fuerza de voluntad es increíblemente frágil, se interrumpe fácilmente y no hay evidencias de que todo el mundo pueda fortalecerla.

En vez de confiar en nuestra capacidad, es mejor ser consciente de nuestra incapacidad, y más que apostar por nuestra fortaleza a la hora de evitar una tentación, es preferible hacer que esta no exista. Si estás tratando de adelgazar no tengas nada que no debas comer en casa y si estás dejando de fumar no tengas tabaco a mano ni vayas a lugares donde la gente fume. 

Pide ayuda

A la hora de alcanzar una meta que implique un cambio en nuestra rutina necesitamos el apoyo de nuestros amigos más cercanos. Es muy difícil dejar de fumar si tu pareja no lo hace, al igual que se adelgaza mejor en equipo (y hay muchos estudios a este respecto).

Esto no significa que a la hora de plantearse un propósito de Año Nuevo tengamos que hacerlo en compañía, pero es positivo comunicar a nuestros allegados lo que planeamos hacer, pues su ayuda puede ser clave para alcanzar el éxito.

También es interesante establecer un sistema de recompensas (monetarias o de otro tipo) que nos animen a lograr nuestro objetivo. Si hay algo en juego tu propósito tomará otro cariz.

No temas al fracaso (momentáneo)

Los estudios sobre cambios de hábitos apuntan a que incluso las personas más exitosas comenten errores. De hecho, el 71% de las personas que logran cambiar con éxito una rutina cometen algún tropiezo en el primer mes, el mismo porcentaje de personas que no lo logran.

Se ha hablado mucho de la psicología positiva, pero en su mayor parte no es más que una pseudociencia. La autosugestión es importante, pero lo es aún más la capacidad para superar las adversidades. Ni siquiera tenemos que estar de buen humor. El self-handicapping, el proceso por el cual evitamos esfuerzos con la esperanza de eludir un posible fracaso y el consiguiente daño en la autoestima, es mucho menor en las personas pesimistas.

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