El humor es una de las herramientas más útiles de un jefe (según Stanford)

  • Dos profesores de Stanford imparten un curso sobre la importancia del humor para ser un buen jefe en el trabajo.
¿Era Michael Scott un buen jefe al fin y al cabo?
¿Era Michael Scott un buen jefe al fin y al cabo?

En los tiempos modernos, el estudio de los estilos del liderazgo cobra cada vez más importancia en los procesos de selección, especialmente en aquellos en los que se trata de puestos directivos o de mandos intermedios. Así, el carisma o capacidad para motivar a quienes te rodean suelen ser atributos clave, muy valorados por los reclutadores. Sin embargo, si recae sobre tus manos el peso de contratar al próximo líder de un equipo, lo mejor que podrías hacer es dejar a un lado el cuaderno de evaluación y pedirle que te cuente un chiste: quizás el volumen de tus carcajadas sea la forma más efectiva de medir la idoneidad del candidato.

Eso es, al menos, lo que sostienen Jennifer Aaker y Naomi Bagdonas, dos profesores de la Universidad de Stanford que imparten un curso sobre la importancia del humor para ser un buen jefe en el trabajo, tal y como recoge Inc. Y es que los verdaderos líderes no sólo dirigen equipos, sino que tratan de hacer piña con ellos tratando de generar un ambiente distendido que trascienda los solitarios cubículos de la oficina o la frenética barra de un bar; gracias a ello, se fomentan relaciones más sólidas, se impulsa la creatividad e, incluso, se aumenta la capacidad de negociación en cuestiones laborales como las vacaciones o la implicación del subordinado.

El humor, tan necesario como tomarse en serio tu trabajo

“Escuchamos de boca de los jóvenes líderes la increíble presión que supone ser la cara visible de su organización. Existe mucho conflicto porque se aferran a la falsa dicotomía entre el humor y tomarse en serio su trabajo. El correcto equilibrio entre gravedad y levedad da poder a ambos”, sostiene Aaker. Es más, tal y como le sucedía a Tomás en La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, lo que más inestibilidad crea es precisamente decantarse por lo liviano o lo pesado: tanto ser un workaholic como ser exclusivamente el graciosete del trabajo, suele derivar en un estrés e improductividad. Por eso, el humor, como contrapeso a la formalidad exigida en una empresa, suele ser el mejor “fármaco”, como apunta su colega Bagdonas.

El programa del curso que imparten se basa en un estudio llevado a cabo por Gallup en el que se concluye que las muestras de humor (en dosis apropiadas) aumentan las percepciones de confianza y competencia entre los trabajadores. Además, los autores de la investigación señalan que el humor está directamente relacionado con la inteligencia, por lo que no es de extrañar que quien ocupa un puesto de dirección se sienta más desinhibido y cómodo para exhibir sus emociones.

Los peligros del humor sin filtro

Sin embargo, llegados a este punto, el estudio apunta al riesgo inherente a ostentar un puesto de responsabilidad en el que uno se siente libre de expresar cualquier tipo de opinión o emoción. El problema es evidente: alguien con un humor poco convencional o incluso ofensivo podría generar situaciones incómodas difíciles de gestionar. Si, por ejemplo, un jefe basa su humor en contar chistes racistas, homófobos o misóginos, no sólo será complicado conectar con su equipo, sino que además se estaría arriesgando a ser sancionado o despedido por la empresa.

Sin llegar a casos tan extremos, también es habitual que ciertos tipos de humor no encajen del todo en entornos laborales. Un amante del humor negro, por ejemplo, podría hacer algún comentario eventualmente que hiera a alguien, aún sin ser a propósito. Por todo ello, la solución que proponen Aaker y Bagdonas es adecuar el humor al ambiente de trabajo y eludir cualquier tipo de aspecto que pueda generar conflicto. De hecho, la mejor fórmula que recomiendan es apuntar en una libreta las ocurrencias que vayan surgiendo en tu mente, especialmente en aquellos casos de ausencia de ese gracejo natural que sólo poseen unos pocos elegidos.

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