Un ingeniero pasa de la cadena perpetua a ganar 100.000 dólares en Silicon Valley

  • Zachary Moore pasó 22 años en la cárcel por asesinar a su hermano menor; ahora, con 38 años, se ha convertido en un informático de éxito.
La prisión de Alcatraz
La prisión de Alcatraz
Pixabay

Reinsertarse en la sociedad después de cumplir condena en la cárcel no es sencillo. A lo largo de la historia hay numerosos ejemplos de personajes que alcanzan el éxito tras pasar un tiempo entre rejas como Oscar Wilde, que estuvo dos años en la cárcel por ser homosexual y terminó convirtiéndose en un icono de la cultura británica, o Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica tras pasar 27 años preso. Y, aunque quizás no sea tan trascendente como el del escritor o político, el caso de Zachary Moore también es todo un ejemplo de cómo alcanzar el éxito tras haber cumplido condena: sentenciado a cadena perpetua en 1996, hoy gana 100.000 dólares al año como ingeniero informático en Silicon Valley.

Durante 22 años, Moore durmió en una celda 2 x 3 metros. Hoy, se sienta en una oficina en San Francisco, trabajando con código. A los 15 años, fue sentenciado a cadena perpetua por asesinato. Ahora, a sus 38 años, tiene un trabajo de tiempo completo como ingeniero de software, trabajando junto a compañeros que pasaron su juventud estudiando en Stanford, tal y como relata este artículo de 'The Hustle'.

La historia de Moore está plagada de tristeza desde su infancia: creció en un barrio tranquilo de California y, aunque de cara al exterior llevaba una vida con amigos y practicando deportes, su vida familiar era realmente disfuncional. Sus padres, ambos alcohólicos, bebían con frecuencia, a veces incluso despreocupando sus obligaciones y dejando a sus hijos sin comer. Los abusos que Moore sufría en casa eran algo común. Por eso, cuando entró en su adolescencia, tuvo problemas para controlar sus emociones y empezó a automedicarse con lo que tenía más a mano: alcohol y drogas.

"Estaba ignorando los problemas en mi vida, adormeciéndolos. El alcohol y las drogas hicieron mis emociones más extremas ... y todo se agravó", explicaba Moore recientemente. Hasta el punto de que, en la noche del 8 de noviembre de 1996, una angustiosa discusión con su familia lo llevó al límite. A medida que pasaron por su mente años de "ira, celos y dolor", tomó una decisión que cambiaría su vida. Poco después de las 11:30 de la noche, cogió un cuchillo, se acercó al sofá donde dormía su hermano menor y lo apuñaló hasta la muerte.

En el juicio, el abogado defensor de Moore culpó a un entorno plagado de consumo de drogas, alcoholismo y abuso doméstico. Sin embargo, en virtud de una ley de California que había sido aprobada recientemente, Moore fue juzgado como un adulto: en septiembre de 1997, fue declarado culpable de asesinato y condenado a cumplir entre 26 años y cadena perpetua. Tres días antes de cumplir los 17, Moore fue enviado desde el reformatorio para menores a una prisión de alta seguridad.

La cárcel puede ser una tortura no solo física, sino también mental para cualquiera. No para Moore: aislado de un entorno ciertamente tóxico para un aún adolescente, tuvo más tiempo que nunca para buscar su propia identidad. Saltó de prisión en prisión, lidiando con quién era y con lo que había hecho. Pero seguía metiéndose frecuentemente en problemas y en el año 2000, acabó en una celda de aislamiento en la que pasaba 23 horas al día, sin prácticamente contacto con otras personas. Fue allí donde consiguió comprender que las circunstancias con las que creció no fueron las que mataron a su hermano.

The Last Mile, la segunda oportunidad de Moore

Moore pronto empezó a juntarse con un grupo de hombres en su prisión que intentaban redimir su pecados y, sobre todo, superarse. Asistió a prácticas budistas y clases de meditación para aprender a controlar sus pensamientos negativos. A los 20 años, cuando llevaba apenas tres años de cárcel en cárcel, Moore aterrizó en Ironwood, donde se inscribió a un programa universitario online. Después, un día, vio un folleto en el pasillo de la prisión para un programa llamado The Last Mile, que ofrecía clases quincenales en prisión para emprender.

En aquella época, en California no había ningún conocimiento con más futuro que la programación. Por eso, The Last Mile decidió empezar a impartir cursos integrales de código en la cárcel de San Quintín. Con fondos de varias grandes fundaciones, la organización convirtió una fábrica de impresión en la sede de un centro tecnológico equipado con computadoras... pero sin internet, debido a la estricta política de la prisión. Por eso, The Last Mile construyó un 'internet simulado', una suerte de intranet sin ningún otro objetivo que poner en práctica los conocimientos de los futuros desarrolladores.

Cuando The Last Mile expandió su programa de codificación a la Prisión Estatal de Ironwood, en junio de 2015, Moore se encontraba entre los primeros de la lista para presentar una solicitud... A pesar de que, hasta ese momento, solo había usado un ordenador tres veces a lo largo de su vida, antes de 1996. Ni siquiera había visto jamás internet. "No sabía nada sobre tecnología, pero tuve que arriesgarme. Sentí que era una oportunidad única en la vida", explica.

Y lo fue. Porque, a pesar de estar sentenciado a cadena perpetua, el programa de reinserción de The Last Mile resultó ser su única esperanza de volver a la sociedad. Para superar las pruebas, un recluso debe tener un registro limpio, sin infracciones cometidas en los dos años anteriores a la solicitud y tiene que pasar una prueba de lógica que mide su pensamiento lineal y sus habilidades para resolver problemas.

Dado que el programa se centra en la reinserción de reclusos, favorece a los reclusos con menos de tres años restantes de condena. Pero también se reserva una admisión del 10% para "personas vitales" como Moore, que pudo, por un golpe de suerte burocrática, obtener una segunda oportunidad de vida. Moore fue aceptado y comenzó dos planes de estudio de seis meses.

Empezó a estudiar cuatro días a la semana tanto código front-end como HTML y CSS. Durante el primer mes, solo se le permitió escribir código a mano y, cuando se introdujeron los ordenadores, se basó en una combinación de vídeos instructivos (grabados en remoto desde un estudio de San Francisco por expertos técnicos de Google, Airbnb, Slack o Alibaba) y con capturas de pantalla de los flujos de usuarios de la vida real.

Hace un año, Moore consiguió salir de prisión para trabajar a media jornada para The Last Mile. Y, tras seis meses así, hace unos meses empezó a enviar su currículum como becario a varias compañías de Silicon Valley. El pasado mayo empezó en prácticas en Checkr. En septiembre (cuatro meses después de reinsertarse a tiempo completo en la sociedad), la compañía le ofreció un trabajo como ingeniero senior y, ahora, Moore gana más de 100.000 dólares al año.

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