“La democracia es un Gobierno escogido por ignorantes y 'hooligans' de partido”

  • El filósofo estadounidense Jason Brenann presenta en Madrid 'Contra la democracia', un polémico libro en el que aboga por un nuevo sistema político
Jason Brennan / M. A.
Jason Brennan / M. A.

Jason F. Brennan es un filósofo americano y profesor en la Universidad de Georgetown. Es conocido como uno de los impulsores del movimiento bleeding-heart libertarianism, una filosofía política que combina el énfasis en las libertades económicas y civiles capitalistas, con hincapié en la justicia social, de fuerte raigambre anarquista (una tradición política que Brennan, lejos de rechazar, reivindica). 

En su libro, Contra la democracia (Deusto) –que comparte título con un conocido panfleto anarquista editado en España en tiempos recientes–, Brennan afirma que la democracia no es la única forma justa de Gobierno y, de hecho, nos lleva a tomar decisiones irracionales, que no son buenas para nadie. Propone, en cambio, implantar una epistocracia: el poder de los que saben.

De todo esto charlamos antes de que el filosofo imparta una charla en el think tank liberal Juan de Mariana, que coedita el polémico libro. 

¿Por qué cree que la democracia está fracasando?

Creo que la democracia se ha construido con fallos. En general, sigue haciéndolo bastante bien. Es el mejor sistema que hemos logrado poner en funcionamiento. Los lugares democráticos siguen siendo mejores lugares para vivir que los no democráticos, en la mayoría de los casos. Ha fallado en la medida en que tiene problemas y debemos repararlos. Los problemas son estructurales, no son cosas efímeras. No se trata de cambiar algo que está ocurriendo en el sistema en la actualidad, hay algo mal con el sistema en sí, y tiene que ver con los incentivos que damos a los votantes. Esto es lo que más me preocupa. La democracia da a la gente el poder de gobernarse, pero a la vez incentiva a cada votante individual a actuar neciamente. La razón es que tu voto como individuo no cuenta, da igual que te quedes en casa, qué votes, o que lo hagas a favor de tus intereses o en contra. Básicamente esto lo sabes y tienes pocos incentivos para informarte, para emitir tu voto buscando la verdad o promoviendo tus valores. Eres libre de usar tu voto de forma idiota. 

¿Qué porcentaje de la población cree que no está preparada para votar?

Hay muchos datos, de muchos países, sobre qué saben los votantes, aunque en particular no hay muy buenos datos sobre España. En sitios como Alemania, Reino Unido, Estados Unidos o Canadá, en los que por varias razones hay instituciones que recopilan información sobre los votantes, en torno al 25 % está decentemente informado sobre los hechos básicos. Saben cosas como quién está en el Gobierno o qué ha hecho. El 25 % de los votantes no sabemos si saben algo. Si les damos cuatro elecciones para responder una preguntan solo la mitad responde bien, por lo que no sabemos si no saben nada o conocen un cuarto de las respuestas, porque no podemos distinguirlo. El 50 % restante lo hace peor que si contestaran aleatoriamente: comenten errores sistemáticos. Esa es la gente que vota: la gente que no vota sabe aún menos. Solo el 25 % de la población en la mayoría de los países democráticos tiene un conocimiento político básico, y eso no significa que sepan de economía, ciencias políticas o sociología, nada de teoría para interpretar los hechos, pero conocen algo los hechos. La población bien informada es en realidad menor al 25 %.

Brennan es autor ya de nueve libros.
Brennan es autor ya de nueve libros.

En el libro habla de tres tipos de votantes: hobbits, hooligans y vulcanianos. ¿Quiénes son?

Si has visto las películas o has leído El señor de los anillos sabrás que los hobbits no se preocupan del mundo exterior, aunque haya una batalla existencial entre el bien y el mal. No les interesa. Quieren cuidar sus granjas, fumar en pipa y comer mucho: vivir la vida. El equivalente de esto en política es el típico ciudadano que escoge no votar. No encuentran interesante la política, tienen muy pocas opiniones sobre ella, las que tienen no son estables, no tienen realmente una ideología y están tremendamente desinformados. Tiene sentido: lo que no te importa no lo conoces. No tiene nada de malo ser un hobbit, he escrito incluso un libro defendiéndoles, pero son así. Si miras a la gente que suele votar es diferente. Tienden a estar mejor informados, pero además están enormemente sesgados. Y cuando digo sesgado no hablo de que tengan una opinión, no hay nada de malo en ello, hablo de sesgos en el sentido de que no están abiertos a aceptar que se pueden equivocar, buscan fuentes de información que confirman lo que ya creen, no confían en la gente que está en desacuerdo con ellos y además tienen una actitud muy negativa hacia la gente de otros partidos: piensan que son estúpidos y malos. Y esto es básicamente lo que es la democracia: el gobierno de hobbits y hooligans.

La gente a la que llamo vulcanianos no existe realmente. Es el tipo ideal de votante, desapasionado y científico que cree solo en la evidencia. La razón por la que hablo de los vulcanianos no es porque sea uno, ni porque piense que deben mandar, es porque cuando lees lo que la mayoría de filósofos y politólogos dicen sobre la democracia y sobre cómo debería funcionar, lo que tienen en mente es qué harían los vulcanianos. Pero no somos vulcanianos y creamos teorías políticas que presuponen que existen, cuando en realidad solo tenemos hobbits y hooligans. La pregunta es ¿cómo debemos diseñar las reglas para que el Gobierno de hobbits y hooligans funcione mejor?

¿Quienes son más peligrosos?

Bueno, los hobbits se quedan en casa, por lo que no hacen gran cosa y además cuando votan lo hacen de forma un poco aleatoria, así que no hacen mucho daño. Son los hooligans los más peligrosos. Y la razón por la que son peligrosos no es porque sean fanáticos a la hora de impulsar su particular ideología, lo peligroso es que son de un partido. Un buen ejemplo es la elección de Trump. Hace dos años la mayoría de la gente que votó a Trump no creía en sus políticas, le votó solo porque iban a votar a los republicanos de todas formas. Si los republicanos ponen de candidato a una persona desagradable y colérica, que va a romper todas las alianzas de los Estados Unidos y fastidiar al comercio, le van a apoyar igual, porque es su equipo. Si por lo que sea un idiota maligno es nominado van a apoyarlo. Tienen lealtad ciega. Y eso es bastante peligroso.

Pero ¿no cree que la eliminación del sufragio universal tal como lo conocemos nos puede llevar a una sociedad aún más oligárquica y con un mayor nepotismo?

Creo que existe la posibilidad de que esto ocurra. En el libro describo diferentes formas de implementar lo que llamo epistocracia, y esta forma de hacerlo [eliminar el sufragio universal] es la más peligrosa, así que no es la que apoyaría más. Es algo que se puede considerar, y no creo que sea tan malo como la gente piensa, pero en vez de esto el sistema que creo que mejor funcionaría no sería restringir el sufragio, sino hacer algo a lo que llamo “Gobierno por oráculo simulado”, que tiene menos peligros. Lo que hacemos es dejar que todo el mundo vote, incluso los niños, no tienes que restringir el voto por edad, da igual. Cuando votan hacen tres cosas. Primero, nos dicen quién son y anónimamente recopilamos su información demográfica. Lo segundo que hacemos es pedirles que hagan un examen sobre conocimientos políticos básicos, cosas como quién es el primer ministro, qué partido controla el Parlamento, a qué partido pertenece el primer ministro, qué cambios políticos ha habido recientemente, alguno datos sobre el país, como la tasa de desempleo, si el país ha crecido en los últimos tres años, etc. Este test no determina quién tiene derecho a votar, solo recopila información. Por último, le preguntamos qué quieren: que escojan un partido, un candidato, su decisión en un referéndum... Cuando tenemos esta información podemos usarla con modelos estadísticos bastante simples para estimar que querría un país demográficamente idéntico si todo el mundo estuviera bien informado. No damos realmente votos extra ni se los quitamos a nadie, pero es como si por arte de magia supiéramos qué votaría la gente en España si hubiera sacado la máxima puntuación en el test de conocimientos políticos. No estamos dando poder extra a los blancos, ni a los ricos, solo estamos tomando el conocimiento de la gente y haciendo un mejor trabajo con él.

Con este sistema la autoridad electoral tendría un enorme poder. ¿Cómo evitar que no lo use en sus propios y puede que maliciosos intereses?

Sí. Hay que considerar varias cosas, primero, cómo van a usar estos datos las autoridades. Creo que estos datos tendrían que ser públicos. Cuando la gente vota se crean conjuntos de datos, que son públicos, y todo gran medio de comunicación tendrá periodistas que analizarán los resultados y nos dirán qué dicen. No tenemos que depender de ellos para interpretar los resultados, porque serán públicos, y hay unas matemáticas que todos conocen y que dan un cierto resultado con esos datos. Hay otro peligro que es más serio, que es la forma en que se diseña el sistema, porque dependiendo de cómo recojamos los datos, las categorías estadísticas y las preguntas que hagamos, los resultados pueden ser de una u otra forma, y los partidos pueden tener incentivos para cocinar la estadística para obtener los resultados que quieran. Habría que funcionar con un sistema separado en dos partes que suena raro, pero creo que funcionaría. Antes de que se celebren las elecciones, tenemos que tener a gente que seleccione qué se va a preguntar en el examen. Seleccionamos, pongamos, 500 personas de forma aleatoria, con lo que eliminamos los sesgos. Y estos tienen que encargarse de diseñar el examen. Muchos de ellos ni siquiera serán capaces de pasar el examen, pero les podemos preguntar qué creen que tiene que saber la gente para estar bien informada, y decidirán qué tiene que salir en la prueba. Puede sonar extraño, pero si vas y preguntas a la gente qué significa ser un votante bien informado, te darán respuestas muy parecidas: debes saber quién gobierna ahora, qué ha hecho, ciertos datos de la economía... Saben qué hay que saber aunque no lo sepan. Podemos confiar en la gente para diseñar el examen, y esto hará mucho más difícil que los políticos le metan mano. Es un sistema con dos partes: parte una, se diseña el examen; parte dos, generamos un Gobierno por oráculo simulado. De esta forma corregimos la ignorancia y la irracionalidad de los votantes lo mejor que podemos.

La mayor crítica al sistema que propone es que, pese a las cautelas, dejaría de facto a las clases más desfavorecidas fuera del sistema.

Después de que se haya publicado el libro he reflexionado más sobre esto y me he dado cuenta de que no es que la democracia este libre de este problema y la epistocracia no. Es mejor pensar que ciertas formas de epistocracia no tienen realmente este problema. El Gobierno por oráculo simulado no tiene el problema de dar demasiado poder a los más favorecidos, porque la forma en que funciona el sistema, recopilando la información demográfica, sirve precisamente para corregir la influencia de que haya demasiados votantes ricos o blancos. El filósofo mexicano Claudio López Guerra tiene un libro defendiendo un tipo de epistocracia a la que llama la “lotería del acceso al voto”. Aleatoriamente seleccionas a 20.000 ciudadanos. Solo ellos pueden votar, pero antes tienen que pasar un examen al que pueden prepararse para ser mejores votantes, y si no lo pasan no pueden votar. Al seleccionar a la gente aleatoriamente también se elimina significativamente los sesgos demográficos. Son los sistemas menos problemáticos respecto a esta crítica. Pero la democracia también tiene sesgos demográficos, unas más que otras. Australia tiene voto obligatorio, vota el 90 % de la gente, pero incluso en Australia la gente rica, mejor educada, blanca, con mejores trabajos, es más propensa a votar que los pobres, los jóvenes o los aborígenes. Luego tienes las democracias con votos voluntarios, en las que también vota más la gente más favorecida. Luego hay otras formas de epistocracia, como el sufragio restringido, que tienen un sesgo demográfico mayor. Pero, por resumir, no es que la epistocracia tenga este problema y la democracia no.

¿No es mejor educar a todos los votantes que seleccionar quién puede votar?

Si pudiéramos deberíamos, pero no podemos. No se si hay una analogía en español a este refrán inglés: “Puedes llevar agua a un caballo, pero no puedes obligarle a beber”. En la escuela primara y secundaria ya se enseña a los votantes casi todo lo que necesitan para ser buenos votantes. La información es esencialmente gratis, todo el mundo puede leer los periódicos y ver los informativos, y los hay relativamente neutrales como para estar informados, pero no lo están. ¿Por qué? Soy profesor, y veo qué pasa. A los estudiantes de mi clase que sacan un sobresaliente en un examen si se lo pongo seis meses después lo suspenden. Lo olvidan. La razón por la que la gente es ignorante no es porque la información sea cara, no es porque no exista, no es porque sea difícil estar informado, es que la gente solo retiene información si le resulta interesante o útil. Hay gente que consume mucha información política porque le gusta, es su hobby. Probablemente tú seas así, yo también: nos interesa la información política. A veces la gente consume información política porque es útil para impresionar a los amigos. Pertenecen a un grupo de gente que espera que sepa algo de esto. A mi me da igual el vino, pero a mis amigos les gusta, así que tengo que saber algo. Eso pasa también con la política. Si no sabes nada igual te miran mal. Pero esto no ocurre con la mayoría de la gente. A la mayoría de la gente no le interesa la política, no le interesa a sus amigos, y solo usarían esa información si la necesitaran, pero no la necesitan. Y la razón por la que no la necesitan es porque su voto no importa demasiado, realmente no importa lo que voten. Te voy a dar un ejemplo extremo para ilustrar esto. Imagina que eres judío, es 1932, vives en Alemania y se van a celebrar las cuartas elecciones generales, que ganaron los nazis. Para ti que ellos ganen es un desastre, pero como individuo votar a los nazis, contra los nazis o quedarte en casa tiene prácticamente el mismo efecto, no habrá ninguna diferencia desde un punto de vista individual. Aunque sabiendo que el resultado sea un desastre para ti, votar por un resultado desastre no es un desastre. De la misma forma, ganar la lotería te hace ganar un montón de dinero, pero un billete de lotería no vale nada. Puedes pensar en el voto como un billete de lotería, aunque su valor cambia en cada país. Aquí en España, con un voto proporcional, tu voto vale más que el mío, puede marcar algo más de diferencia, pero aun así no mucha.

Brennan en 2013. / Gage Skidmore
Brennan en 2013. / Gage Skidmore

¿Cuál es la diferencia entre la epistocracia y la tecnocracia?

La diferencia tiene que ver con la concentración del poder y la forma en que se usa ese poder. Cuando hablamos de una tecnocracia lo que realmente significa es que en la capital tienes un grupo de burócratas, con una buena educación, con niveles extraordinarios de poder discreccional, para crear leyes como creen conveniente. Muchos gobiernos en Europa son teconcráticos, también las democracias, incluida España o Alemania. Y a veces funcionan bastante bien, por ejemplo en Singapur. La epistocracia puede ser también tecnocrática, pero no tiene por qué serlo. Puede ser un sistema en el que no tienes porque dar a los burócratas demasiado poder, ni darles la potestad de hacer ingeniería social, en vez de eso tiene que ver con el momento en que se celebran elecciones hacemos algo para ajustar el voto de acuerdo al conocimiento. 

En principio, la democracia implica que la gente tenga la libertad de tomar decisiones que otra gente cree que no son correctas. El sistema que propone parte de la base de que la democracia nos lleva por sistema a tomar malas decisiones políticas. Pero ¿quién decide qué decisiones son buenas o malas?

No defiendo el paternalismo. El paternalismo implica que el Gobierno trate de que no fumes o no comas demasiado. Yo no soy paternalista. Creo que el individuo debe hacer lo que quiera consigo mismo, pero creo que la analogía “prefiero hacerme daño a mi mismo que que me lo haga otro” no tiene sentido en política. Cuando tomamos decisiones políticas no es que decidamos por nosotros: unos individuos forman una mayoría y esa mayoría se impone no solo sobre la minoría, sino también sobre la gente que no puede votar, que vive en el campo, por ejemplo, o, en algunos casos, sobre la gente que vive fuera. En el caso de Estados Unidos tenemos mucho poder sobre otros países y si tomamos decisiones estúpidas no solo nos hacemos daño a nosotros mismos, hacemos daño al resto. Podemos incluso borrar un país del mapa. Decidimos por todo el mundo. Y por esa razón creo que se convierte en una cuestión de justicia. La gente puede estar en desacuerdo con esto, pero hay ciertas cosas que todo el mundo considera están fuera de los límites: matar a gente, meter a personas en la cárcel de forma injusta, dejar a los pobres de lado... Tiene que haber límites, por esa razón no creo que haya que discutir quien tiene o no razón, creo que si vamos a tomar decisiones políticas importantes tenemos la obligación con la gente por la que tomamos la decisión de ser competentes y actuar de buena fe. Esto es lo que creo que no se entiende. Y el electorado en su conjunto no actúa de buena fe ni de forma competente.

Mostrar comentarios