La paradoja de Led Zeppelin o la fina línea que separa innovar de plagiar

  • Los primeros discos de la banda británica incluyen plagios sistemáticos de artistas de folk y blues cuya autoría no acreditaron.
Led Zeppelin en una foto promocional de los 70 / Wikicommons
Led Zeppelin en una foto promocional de los 70 / Wikicommons
Led Zeppelin en una foto promocional de los 70 / Wikicommons
Led Zeppelin en una foto promocional de los 70 / Wikicommons

La legendaria banda británica formada por Jimmy Page, John Bonham, John Paul Jones y Robert Plant cumple este mes 50 años de su primera actuación, en septiembre de 1968, cuando realizaron su primera gira por Escandinavia bajo el nombre de The New Yardbirds.

Una de las bandas de rock más importante de todos los tiempos nació, pues, como un refrito de la anterior banda de Page, que por supuesto él no había formado. Pese a esto, cuando Led Zeppelin publicó su primer álbum, en 1969, sus canciones sonaban nuevos y excitantes. Y, aún hoy, su álbum homónimo atesora una tensión en canciones como Communication Breakdown que sigue poniendo los pelos de punta.

Sin embargo, ya desde este primer disco, la banda fue acusada de robo musical, plagio y violación de derechos de autor, a menudo de forma justificada.

Como explica Aram Sinnreich, profesor de la American University School of Communication en The Conversation –y como reconocerá cualquiera con un mínimo oído–, el primer álbum de la banda contiene varias canciones que se inspiran en composiciones, arreglos y grabaciones anteriores, a veces con atribuciones y, a menudo, sin ellas.

El disco incluye dos canciones de Willie Dixon, que la banda atribuyó al influyente compositor de blues de Chicago (You shook me y I can´t quit yoy baby). Pero la banda no dio crédito a la cantante de folk de los años 50 Anne Bredon por su canción Babe I'm Gonna Leave You, que había grabado anteriormente Joan Baez, en una versión descaradamente similar a la que firmaron como suya Led Zeppelin.

Tampoco reconocieron que su éxito Dazed and Confused, también de ese primer álbum, que se atribuyó originalmente a Jimmy Page, era en realidad una grabación del compositor Jake Holmes. No fue hasta 2010, cuando Holmes presentó una demanda alegando que había escrito y grabado esta canción en 1967 cuando un juzgado obligó a que en las reediciones de los discos se especificara que la canción había sido “inspirada por” Holmes. Inspirada por decir algo, porque es prácticamente igual:

En su segundo disco, Led Zeppelin II, la banda repitió su fórmula plagiarística. Después de una serie de demandas, la banda acordó incluir a Dixon como autor previamente no acreditado en dos de las canciones, incluyendo su primer sencillo, Whole Lotta Love, el corte más famoso del disco que en 1963, más de un lustro antes, había grabado Muddy Waters bajo el título de You need love.

Un pleito adicional estableció años más tarde, en 1972, que la leyenda del blues Chester "Howlin 'Wolf" Burnett era el autor previamente no acreditado de otra canción llamada The Lemon Song, que él había grabado como Killing Floor.

La evolución del concepto de plagio

La mala praxis de Led Zeppelin, obviando acreditar el origen de muchas de estas canciones, puede verse hoy como un ultraje, pero hay que decir que era una práctica extremadamente habitual en la época.

Lo cierto es que todo el revival folk de los 60 estaba arraigado en una ética que típicamente trataba el material musical como un “bien común” un manantial de cultura compartida del que todos pueden extraer, y al que todos pueden contribuir.

Nadie discute hoy la autoría de las canciones de Bob Dylan, pero todos sus temas, sobre todo de la primera época, son en realidad un pastiche de tonadas anteriores, consideradas tradicionales pero que, sin duda, alguien tuvo que componer. Esta fue siempre la práctica habitual de la música popular, hasta que empezó a mercantilizarse.

No se puede obviar, claro, el problema racial. Como apunta Sinnreich, Willie Dixon y Howlin 'Wolf' eran afroamericanos, miembros de una minoría subyugada que, especialmente en aquel entonces, era excluida de cosechar la parte que le correspondía de las enormes ganancias que generaba para las discográficas, editoriales y otros artistas.

Led Zeppelin hacían lo mismo que contemporáneos suyos como Eric Clapton o The Rolling Stones que se apropiaron de buena parte del cancionero del blues sin dar ningún crédito a sus autores a no ser que les pillaran. Eran todos unos piratas.

Peor es copiar e innovar que copiar y no hacerlo / Wikicommons
Peor es copiar e innovar que copiar y no hacerlo / Wikicommons

Se puede innovar copiando

Ha quedado claro que Led Zeppelin eran unos copiotas, pero eso no quita que sus grabaciones fueran especiales: lograron transformar el blues más clásico en un nuevo tipo de rock, que realmente fue pionero en la época y que supuso la antesala para el surgimiento, también en Reino Unido, del primer heavy metal.

Esto nos lleva a la cuestión central: y es que se puede innovar copiando. Cuestiones éticas aparte –no está bien robarles canciones a los negros, algo que a los blancos les costó mucho aprender–, lo cierto es que cada canción que escuchamos nos recuerda a alguna otra del pasado. Cada pieza de arte que vemos es una variación de una idea que tuvo otra persona. Y todas las empresas, hasta las más disruptivas –como gusta decir a los gurús del emprendimiento– se construyen sobre tecnologías e ideas que otros desarrollaron.

Las innovaciones a menudo son el resultado de mejorar un intento anterior. La clave del éxito puede residir en cambiar el enfoque, el punto de vista o adaptar la innovación a un nuevo público. Apple no inventó los ordenadores ni los teléfonos móviles, simplemente elevó los estándares de innovación agregando pequeños ajustes y creatividad a una idea ya existente.

Lo feo no es copiar, es no reconocer lo copiado. Volviendo a la música, muchas bandas han construido su leyenda sobre canciones ajenas, y es habitual saber con el tiempo que una canción que has asociado siempre a un grupo era en realidad de otro anterior.

Gran parte del repertorio de una banda mítica como The Cramps –por no hablar de otras bandas de revival garage posteriores– está construido sobre versiones, muchas de ellas de artistas desconocidos cuya autoría podría haber pasado desapercibida, pero ellos siempre se empeñaron en acreditar correctamente a sus autores, algo que Led Zeppelin se negó a hacer de forma sistemática. Claro que innovaron, pero podrían haber sido más honestos.

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