La trampa de los listos: por qué la gente inteligente hace cosas estúpidas

  • Arthur Conan Doyle era médico y escritor, pero se dejó engañar por los espiritistas. ¿Puede la inteligencia hacernos la zancadilla?
Arthur Conan Doyle.
Arthur Conan Doyle.

Arthur Conan Doyle, el creador del célebre detective Sherlock Holmes, era un gran escritor, un destacado médico y un buen deportista, pero acabó sus días creyendo fervientemente en la existencia de fantasmas.

La muerte de uno de sus hijos de neumonía le llevó a abrazar las teorías del espiritismo, lo que acabó enfrentándole a su amigo Harry Houdini, el más grande ilusionista de todos los tiempos. Houdini trató por todos los medios de convencer al creador de Sherlock Holmes de que el espiritismo no era más que un invento para sacar dinero haciendo trucos de magia, pero Conan Doyle, en lugar de tomarse en serio sus argumentos, construyó una elaborada teoría según la cual el propio Houdini era un ser paranormal, que mentía para ocultar sus propios poderes mágicos.

Esta historia sirve al periodista David Robson como arranque para su nuevo libro, 'The Intelligene Trap', en el que plantea una teoría sorprendente, pero bien apuntalada, y es que las personas inteligentes no solo son tan propensas a cometer errores como los demás, sino que pueden ser incluso más susceptibles a ellos.

Isaac Newton, el padre de la física moderna, escribió mucho más de teología que de ciencia, desconfiaba de la medicina y se automedicaba con remedios alquímicos que le provocaron severos envenenamientos; Albert Einstein desperdició los últimos años de su vida estudiando teorías que sus colegas ya habían desacreditado; y, salvando las distancias con estos genios universales, Steve Jobs renunció a someterse a una operación que podría haberle salvado de morir de un cáncer pancreático debido a su creencia en diversas pseudociencias.

Robson habla incluso de la “enfermedad del Nobel”, una teoría según la cual las personas que reciben el famoso premio sueco acaban haciendo verdaderas tonterías cuando piensan que pueden dedicarse a materias que no son de su incumbencia. Es el caso de Linos Pauling, uno de los fundadores de la biología molecular, que estaba convencido de que el cáncer se podía curar con vitaminas; o Kary Mullis, Premio Nobel de Química por la mejora de la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que es hoy un negacionista del sida y el cambio climático.

Kary Mullis, premio Nobel y reputado 'magufo'. / TED
Kary Mullis, premio Nobel y reputado 'magufo'. / TED

El reverso tenebroso del cociente intelectual

Partiendo del ejemplo de casos históricos, y analizando investigaciones científicas, el libro de Robson explora por qué fallamos al comprender nuestra inteligencia, y revela las formas en que incluso las mentes más brillantes y las organizaciones mejor estructuradas pueden ir en contra de sus propios intereses.

Como explica Robson en un resumen de su libro publicado en 'The Telegraph', no hay duda de que las medidas de inteligencia, como las pruebas para medir el cociente intelectual, se correlacionan con muchos resultados valiosos en la vida, incluidos los logros académicos, los ingresos y el desempeño en muchos trabajos. Pero, según el escritor, las últimas investigaciones psicológicas muestran que la inteligencia, al menos tal como la entendemos actualmente, no siempre contribuye a un juicio más sabio en muchas áreas de la vida.

Esto se debe, entre otras cosas, a un proceso psicológico conocido como “razonamiento motivado”. Cuando abordamos un asunto desde un punto de vista emocional, tendemos a aplicar nuestra inteligencia de una manera parcial, que sirve a nuestras propias creencias y preconcepciones. Esto, explica Robson, puede implicar que solo busquemos evidencias que respalden nuestro punto de vista y utilizamos elaborados razonamientos para refutar cualquier crítica o desacuerdo (aunque estos sean perfectamente válidos). Y cuanto más inteligente es una persona, más fácil es crear argumentos creativos que apoyen tus propias creencias.

Esta es una de las razones por las que es tan difícil discutir de política y por qué lo es aún más con personas inteligentes, que siempre van a buscarle tres pies al gato, aunque incurran en argumentos tramposos.

Este uso mezquino de la inteligencia, explica Robson, puede acabar yendo en contra de los intereses de uno mismo: “Varios estudios han demostrado que somos menos capaces de pensar bien sobre nuestros propios dilemas, en comparación con los de otras personas, ya que desencadenan un razonamiento emocional en caliente que puede cegar la verdad”.

En este sentido, las personas más inteligentes pueden ser también las más torticeras. El razonamiento motivado puede llevar a la gente a descartar el daño que están haciendo a sus parejas cuando cometen una infidelidad, o a no percatarse de que un negocio está fracasando, pues no están dispuestos a admitir que han tomado una decisión errónea.

Quizás, como explicaba Lisa en un popular capítulo de los Simpsons esta sea una de las razones por las que la inteligencia no está siempre relacionada con la felicidad, sino todo lo contrario.

La sabiduría basada en la evidencia

Pero el libro no solo explica cómo la inteligencia puede ser un arma de doble filo, también aborda la forma en la que todos podemos tomar mejores decisiones, mediante una nueva disciplina científica: la sabiduría basada en la evidencia.

Como apunta Robson en el libro, una de las claves para pensar mejor reside, sencillamente, en pensar contra uno mismo. “Para cualquier asunto sobre el que estés pensando, primero debes anotar tu respuesta inicial. ¿Qué te dice tu corazón? ¿Y por qué? Ahora actúa como tu crítico más feroz e intenta pensar deliberadamente desde el punto de vista opuesto”.

También es bueno echar el freno, reflexionar y atender las opiniones de la gente que te rodea. Lo importante, explica Robson, es sortear el “razonamiento motivado”, siendo consciente de si simplemente estás aceptando o rechazando las evidencias disponibles debido a tus propias ideas preconcebidas.

Como reconoce el propio Robson, su teoría sobre los peligros de la inteligencia no es nueva. Ya en el siglo XVII René Descartes escribió que “Las mentes más grandes son capaces de los vicios más grandes y de las virtudes más grandes; los que avanzan, aunque lo hagan muy lentamente, pueden ir más lejos si siempre siguen el camino correcto, que los que tienen demasiada prisa y se desvían de él”.

Lo que es novedoso son las herramientas que tenemos para no dejarnos engañar y pensar de forma crítica. En nuestras manos está ser sabios además de inteligentes.

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