La verdadera razón por la que Einstein se convirtió en un genio: se aburría

  • Nadie daba un duro porque Albert Einstein, un físico mediocre que trabajaba de bedel, escribiera ninguna investigación relevante. ¿Cómo lo hizo?
Albert Einstein en una de sus más icónicas fotografías. / Pixabay
Albert Einstein en una de sus más icónicas fotografías. / Pixabay

Hoy todos consideramos a Albert Einstein como una de las mentes más brillantes del siglo XX, pero cuando comenzó su carrera como físico nadie daba un duro por él. No hablamos de la típica anécdota que cuentan de que en el colegio le consideraban un niño tonto. En realidad, Einstein no destacó en nada más que en su aparente mediocridad hasta que, en 1905, como por arte de magia, publico su teoría de la relatividad espacial.

Einstein no se sacó el título de bachillerato y suspendió la prueba de acceso para entrar en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, institución en la que no ingresó hasta 1896, con diecisiete años, tras conseguir aprobar, ahora sí, sus estudios de secundaria.

En esta escuela tampoco fue un buen estudiante. Faltaba mucho a clase y se pasaba el tiempo de fiesta en fiesta y tocando el violín. Tras graduarse, Einstein, que tenía un pésimo expediente académico, no lograba encontrar trabajo. Pensó incluso en dedicarse a vender seguros.

Tras dos años en el paro, decidió mudarse a Berna, después de que su antiguo compañero de clase Marcel Grossman –que luego desempeñaría un papel fundamental como matemático– le ofreciera un puesto fijo de bedel en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Suiza.

Podríamos pensar que trabajando seis días a la semana Einstein apenas encontraría tiempo para desarrollar sus ideas científicas. Lo lógico sería que hubiera dejado la investigación, pero fue en estos años, entre 1902 y 1909, cuando firmó sus más importantes trabajos, que lo convirtieron en una celebridad.

Solo en 1905, considerado su año milagroso, Einstein publicó cuatro estudios que son reconocidos como los textos fundacionales de la física moderna y transformaron radicalmente la forma en que entendemos el mundo.

¿Cómo lo logró?

Albert Einstein
Albert Einstein / Cordon Press

El engaño de la productividad

Como explica el historiador Walter Isaacson en la más reconocida biografía del científico, ‘Einstein: su vida y su universo’, desde su juventud, Einstein tenía la costumbre de pasar mucho tiempo lejos de sus amigos, familia y trabajo, para no hacer nada más que pensar.

Regularmente iba a dar largos paseos, vagaba por la montaña, tocaba el violín o navegaba por el mar con su bote de madera para encontrar la serenidad. Fue durante estos momentos de soledad en los que Einstein descubrió soluciones ingeniosas para problemas difíciles.

“A menudo tocaba el violín en la cocina a altas horas de la noche, improvisando melodías mientras reflexionaba sobre problemas complicados”, explica Isaacson. “Entonces, repentinamente, mientras tocaba, anunciaba emocionado, ¡lo tengo!”.

No es casual que Einstein produjera sus más importantes trabajos cuando encontró un empleo de bedel: en un trabajo tan aburrido, en el que se pasaba horas y horas repartiendo papeles, tenía mucho tiempo para pensar sobre sus teorías científicas.

Una biblia firmada por Einstein, subastada por 68.500 dólares en Nueva York
Einstein, tocando el violín.

Como explica Mayo Oshin en un artículo para 'Quartz', el éxito de Einstein muestra lo confundido que estamos en torno a la productividad.

“Vivimos en un mundo que recompensa el estar atareados y la idea de “finalizar tareas”: una carrera adictiva para tachar el máximo de cosas de la lista de tareas pendientes, lo más rápido posible”, explica Oshin.

Este mito sobre la productividad, que habla de que las personas más exitosas son las que se levantan de madrugada y se pasan el día trabajando, está minando la creatividad, en la medida en que no tenemos tiempo para divagar, la única forma de encontrar en realidad buenas ideas.

“El culto a la productividad extrema nos ha vendido la mentira de que el aburrimiento debe evitarse a toda costa, y no hacer nada en absoluto es una estrategia improductiva para las personas perezosas”, explica Oshin.

Pero ahí está Einstein para demostrarnos lo contrario: solo gracias a la soledad y a la libertad que le concedía un trabajo fijo en el que podía ensimismarse, logró poner negro sobre blanco sus teorías.

Irónicamente, Einstein lamentó más tarde las distracciones de los dispositivos de comunicación que sus descubrimientos ayudaron a crear. En una carta a un amigo, escribió: “¡Qué propicio para pensar y trabajar es un largo viaje por mar, un estado paradisíaco sin correspondencia, visitas, reuniones y otros inventos del diablo!”.

A día de hoy viajaría en un tren regional.

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