Las cuentas del mundial de fútbol: ¿es rentable ser anfitrión de la competición?

  • Aunque los países siempre insisten en los beneficios que supone alojar este tipo de eventos, el consenso general apunta a que no merece la pena.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto al de la FIFA, Gianni Infantino / EFE
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto al de la FIFA, Gianni Infantino / EFE

Un campeonato con un seguimiento tan masivo como el del Mundial de fútbol mueve muchísimo dinero, pero su organización también cuesta un ojo de la cara. Y aunque los países anfitriones siempre insisten en los pingües beneficios que supone alojar este tipo de eventos, lo cierto es que el consenso general apunta a que no merece la pena. No al menos para la nación en conjunto.

Los organizadores del Mundial de Rusia han pronosticado que el impacto económico total del torneo podría alcanzar los 30.800 millones para el año 2023. A menudo se argumenta que organizar una Copa del Mundo o cualquier otro evento deportivo importante puede impulsar la economía de un país atrayendo turistas, iniciando importantes proyectos de infraestructuras y mostrando a los países y ciudades anfitriones como buenos lugares para hacer negocios. Y es bajo esta premisa como se calcula este “impacto económico”.

Cierto es que un gran evento deportivo puede generar capital simbólico, difícil de medir, y puede tener un sentido diplomático, pero, como explica Stefan Hall, analista del World Economic Forum, si nos atenemos a criterios estrictamente económicos los costos de alcanzar esos nobles objetivos parecen superar los beneficios económicos que producen. Y esto ocurre por tres razones, que no siempre se tienen en cuenta a la hora de ensalzar los parabienes de la organización de eventos deportivos.

1. El coste de oportunidad

Lo primero que hay que tener en cuenta, como en cualquier otro cálculo económico, es el coste de oportunidad resultante de organizar un Mundial o unas Olimpiadas. La construcción de infraestructuras a gran escala se justifica generalmente con el argumento de que impulsará el crecimiento económico en el corto plazo y traerán ganancias a largo plazo para la sociedad. Pero el dinero que se utiliza para construir estas podría haberse empleado para invertir a largo plazo en otras áreas de la economía o, mismamente, para construir otro tipo de infraestructuras.

La cruda realidad es que las infraestructuras deportivas son caras de construir y mantener, ocupan terrenos de alto valor, y a menudo son difíciles de usar con suficiente frecuencia para cubrir los costos de mantenimiento. Un estadio no es realmente esencial para el bienestar económico de un trabajador medio; y sí, también pueden mejorarse los aueropuertos o las carreteras, pero del estadio no te libras.

Estadio Olímpico Luzhnik
Estadio Luzhniki de Moscú. / Wikipedia

El mayor estadio del pasado Mundial de Brasil, situado en Brasilia y cuya construcción costó 550 millones de dólares es hoy un aparcamiento para autobuses. Se calcula que el Mundial tuvo un impacto económico de entre 3.000 y 13.000 millones, una cifra más difícil de calcular que los costes de organizarlo, que se estiman entre 11.000 y 14.000 millones.

El Tribunal Nacional de Cuentas de Brasil llegó a la conclusión de que el gasto público en la Copa del Mundo habría sido “suficiente para pagar dos veces la factura anual de la Bolsa Familia [el sistema de bienestar social]”.

2. El cambio en los patrones turísticos

Como explica Hall, los grandes eventos deportivos atraen a miles de fanáticos del deporte, pero pueden interrumpir los flujos turísticos establecidos, que prefieren evitar un país repleto de hooligans. Esto, en cualquier caso, es lo de menos, lo importante es que no está claro que estos campeonatos aumenten siquiera el número total de turistas. De hecho, la evidencia parece indicar lo contrario.

Tanto en Beijing como en Londres, las visitas anuales disminuyeron durante las Olimpiadas, en 2008 y 2012 respectivamente. La propia evaluación del gobierno británico después de los Juegos Olímpicos concluyó que “hubo un desplazamiento sustancial de los visitantes regulares que fueron disuadidos por el potencial de hacinamiento, interrupciones y aumento de los precios”. Durante los meses que duraron los juegos las visitas al Museo Británico se redujeron en un 22 %.

Mundial de Rusia 2018
El Mundial trae un tipo distinto de turismo, que no siempre compensa. / EFE

Podemos pensar que a la hostelería le va mejor que a los museos, y es cierto. Los hoteles y restaurantes pueden subir los precios durante el evento, pero ¿acaso suben también los salarios de camareros y recepcionistas? Quizás aumente algo el empleo, pero será una subida temporal y precaria. Los rendimientos del capital son que los del trabajo.

Volviendo a Rusia, los analistas anticipan que los beneficios económicos de organizar la Copa del Mundo 2018 beneficiarán principalmente a la industria turística, pero los han descrito como tan insignificantes que son “equivalentes a un error estadístico”.

3. El trozo del pastel de la FIFA

Algunos países, que no necesiten invertir demasiado en infraestructuras pues ya tienen buenas carreteras, aeropuertos y estadios, podrían sacar un importante beneficio de los eventos deportivos gracias a las entradas, los sponsors, el merchandasing y, sobre todo, las licencias televisivas. Pero, como apunta el analista del Foro Económico Mundial, los órganos rectores de los eventos deportivos están reclamando una parte cada vez mayor de estos beneficios, lo que dificulta que incluso los organizadores locales más eficientes ganen dinero.

The Economist reveló que el Comité Olímpico Internacional (COI) se lleva hoy más del 70 % de los ingresos televisivos de los Juegos. Su trozo del pastel era de solo el 4 % entre 1960 y 1980. Por su parte la FIFA generó casi 5.000 millones en ingresos de la Copa Mundial de 2014, aproximadamente la mitad de los cuales provienen de derechos de televisión, a pesar de que no contribuyen en nada a los costos de la organización del torneo.

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