Lunes negro: el día en que Wall Street se fue a pique y no pudimos aprender nada

  • Diana B. Henriques explica en su nuevo libro cómo se gesto el mayor batacazo de la historia del capitalismo y sus similitudes con la crisis de 2008
El lunes negro registro una caída de la bolsa de más del 20% / Roger Hsu
El lunes negro registro una caída de la bolsa de más del 20% / Roger Hsu
El lunes negro registro una caída de la bolsa de más del 20% / Roger Hsu
El lunes negro registro una caída de la bolsa de más del 20% / Roger Hsu

Ni el crack del 29 ni la crisis de 2008, el mayor batacazo sufrido en la historia de Wall Street tuvo lugar el 10 de octubre de 1987, conocido históricamente como el lunes negro.

En la actualidad, en un día malo el Dow Jones cae unas décimas y, ante un evento calamitoso, pierde como mucho un 5%. Ese día el índice perdió exactamente 508 puntos: un 22,6%. La caída, fulminante e imparable, fue dos veces mayor que el peor día del crack del 29 y durante la crisis financiera de 2008, aunque se estuvo cerca, nunca se llegó a esas cifras.

Sin embargo, solo unos días después del desastre, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, afirmó en una rueda de prensa que todos los indicadores estaban al alza y no había nada malo en la economía. Tenía razón. Al menos sobre el papel, Estados Unidos y el resto del mundo se recuperaron enseguida del batacazo. Pero, como explica la periodista Diana B. Henriques en su último libro, The Road to Black Monday, the Worst Day in Wall Street History (Henry Holt & Company), el lunes negro fue una advertencia de lo que pasaría si no se regulaban ciertas prácticas. Una advertencia que solo entendieron unos pocos economistas que no fueron escuchados. Pues si alguien les hubiera hecho caso veinte años después no habríamos sufrido la mayor crisis que recuerda el mundo.

Portada de 'The Times' tras el lunes negro.
Portada de 'The Times' tras el lunes negro.

Los orígenes de la especulación masiva

Hasta 1987, apunta Henriques en un artículo introductorio de su libro publicado en The Atlantic, los cracks financieros estaban confinados a mercados específicos -ya fuera el oro, los bonos o la construcción-, sin embargo, durante el lunes negro el impacto fue global y simultáneo. El pánico se extendió por todo el mundo. La bolsa de Hong Kong, donde de hecho comenzó la crisis, estuvo cerrada una semana, y la mayoría de capitales financieras registraron caídas récord.

Como explica Henriques, la crisis de 1987 fue la primera causada por el uso generalizado de derivados financieros. En este caso, se trataba de contratos de futuro sobre varios índices bursátiles, pero en esencia no eran productos muy distintos de los que causaron la crisis en 2008.

“El primero de estos derivados novedosos se introdujo en 1982”, explica la periodista. “A mediados de 1983, estaban siendo utilizados por casi una docena de fondos de pensiones gigantes, casi la mitad de los 300 bancos más grandes que operaban en los Estados Unidos y una serie de grandes compañías de seguros, según una historia autorizada del Chicago Mercantile Exchange escrita por el periodista Bob Tamarkin. Las estrategias de mercado cruzado utilizadas por estos grandes inversores vincularon los contratos de futuro, las stock options y los mercados bursátiles de formas imprevistas y sin precedentes”.

La periodista financiera Diana B. Henriques / Michel Duarte
La periodista financiera Diana B. Henriques / Michel Duarte

El lunes negro fue, además, la primera crisis en la que muchos de los procesos de compraventa de activos estaban automatizados. Los sistemas se colapsaron cuando cundió el pánico y todo se fue al garete.

La crisis de 1987 fue, en definitiva, la primera crisis financiera moderna, que reflejó cambios significativos y duraderos en la forma de funcionar de los mercados. Pero, pese a su importancia capital, los libros de texto siguen viéndola como un epílogo de los excesos de la era Reagan. Una lectura que Henriques quiere desterrar para siempre.

De aquellas aguas estos lodos

La crisis puso de manifiesto que los reguladores de la época no eran capaces de responder de una manera coherente y coordinada a crisis de estas características. Y lo peor de todo, y esta es la cuestión clave del libro, es que 30 años después nada ha cambiado en lo esencial: las autoridades siguen sin poder lidiar con este tipo de amenazas globales. No lo hicieron en 2008 y es bastante dudoso que puedan hacerlo ahora, por mucho que se haya hablado de refundar el capitalismo.

“Las dos crisis más devastadoras de los últimos 30 años, en 1987 y 2008, se parecen mucho”, asegura Henriques en su libro. “En los dos casos, derivados poco estudiados fueron utilizados masivamente por inversores a gran escala que pusieron a los principales bancos, aseguradoras, inversores institucionales y brokers en la misma situación precaria. Los reguladores, cuyas jurisdicciones estaban limitadas a poner pequeños parches en un vasto mercado unificado, se vieron en apuros para coordinar su respuesta a medida que se extendía el pánico”.

La respuesta política a la crisis de 1987 fue también similar a la de 2008. Se dio por hecho la necesidad de abordar grandes reformas que acabaron quedando en agua de borrajas. Tras el lunes negro, una comisión liderada por Nicholas F. Brady -exsenador republicano y futuro secretario del Tesoro- trato de convencer a Washington de que no se podían regular los mercados por separado, pues, a todos los efectos, acciones, contratos de futuro y stock options formaban un solo espacio de intercambio.

El presidente Reagan (izquierda) durante una reunión con Nicholas F. Brady (derecha) en 1988 / Ronald Reagan Presidential Library
El presidente Reagan (izquierda) durante una reunión con Nicholas F. Brady (derecha) en 1988 / Ronald Reagan Presidential Library

Como explica Henriques, la Comisión Brady pidió que se creara un único regulador, con poder para actuar en cualquier momento en este nuevo mercado unificado. Esta recomendación se repitió, casi palabra por palabra, tras la crisis de 2008. “Hemos fracturado nuestro sistema regulatorio y ninguna autoridad por separado tiene una visión clara, de 360 grados, de los riesgos inherentes del sistema”, aseguró entonces el ex secretario del Tesoro John Snow.

Pese a esto, sigue sin haber una autoridad de estas características. “Los reguladores bancarios, del mercado y los seguros todavía operan en gran parte como feudos separados; no hay una sola agencia con la visión integral recomendada por la Comisión Brady después del lunes negro”, asegura Henriques.

Y sin este instrumento una crisis similar podría repetirse en cualquier momento.

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