Al menos 64.000 euros por cabeza

Más allá de Nadal: los españoles que han hecho su agosto por perder en Australia

La derrota prematura de la Armada Invencible en el primer 'grand slam' del año no quita que varios tenistas hayan cobrado, como mínimo, 2,5 veces el salario medio anual en nuestro país.

Carlos Alcaraz
Más allá de Nadal: los españoles que han hecho su agosto por perder en Australia. Carlos Alcaraz
EFE

Sin lugar a dudas, Rafa Nadal es el mejor tenista español de la historia. Con 20 'grand slams' y medio centenar de Masters 1000 a sus espaldas, también presume, junto a Roger Federer y Novak Djokovic, de ser el más laureado. Quizás por eso, su inesperada derrota en cuartos de final del Open de Australia ha supuesto un jarro de agua fría para quienes esperaban que se convirtiese en el jugador con más 'grandes' de todos los tiempos -está empatado con Federer-. Sea como fuere, el balear volverá de las antípodas como número 2 del mundo y un buen 'pellizco' -unos 337.000 euros-. Pero no es el único tenista español que ha hecho su 'agosto' tras perder en Australia.

En plena pandemia global del coronavirus, la organización del torneo ha aumentado ligeramente este año el dinero total en premios, pasando de 45 a 46 millones de euros. La principal diferencia es que el ganador tanto del individual masculino como del femenino se llevará un 31% menos que en 2020, para compensar precisamente a los jugadores que no superan las primeras rondas -con contratos comerciales, a priori, menos lucrativos-. De hecho, el premio por perder en primera ronda se ha aumentado un 16% respecto al año anterior, llegando hasta los 64.000 euros por cabeza.

Es cierto que resulta más fácil frivolizar con las cifras que se manejan en el deporte de élite en estos momentos, pero lo cierto es que, con números de récord en materia de desempleo y más de 700.000 españoles en situación de ERTE, resulta inevitable hacer comparaciones: el premio mínimo del torneo equivale a unos 2,5 salarios medios anuales en España -de unos 27.000 euros-, es decir, que solo por perder un partido en Australia, cada miembro de la Armada se ha llevado lo mismo que un trabajador promedio en 36 meses. En muchos casos, aún más.

Junto a Nadal, 13 tenistas españoles -nueve chicos y cuatro chicas- han llegado al menos a primera ronda en el Open de Australia de este año. Garbiñe Muguruza, que alcanzó la cuarta ronda, es la segunda que mayor premio logra -algo más de 200.000 euros-. Su caso, como el de otros tenistas 'top' como Feliciano López o Pablo Carreño -que cayeron en tercera ronda masculina- o Roberto Bautista -eliminado en el primer partido del torneo-, son de los menos graves para el 'bolsillo', ya que todos ellos acumulan más de 10 millones de euros ganados solo en premios a lo largo de su carrera. Al margen, por supuesto, de sus lucrativos contratos comerciales.

Tampoco se antoja corto el premio de consolación para otros veteranos como Albert Ramos -que perdió el partido inaugural-, Pablo Andújar o Roberto Carballés -ambos cayeron en segunda ronda-. Distinto es el caso de los 'noveles'. Una de las grandes sensaciones del torneo, Pedro Martínez, se embolsó nada menos que 138.000 euros por llegar hasta tercera ronda. Mario Vilella, que tuvo que pasar por el Qualifier -rondas previas al comienzo oficial del Open de Australia-, obtuvo un premio de 64.000 euros, el mínimo, exactamente lo mismo que Paula Badosa, Aliona Bolsova y Sara Sorribes en el cuadro femenino.

Por su parte, Carlos Alcaraz, el más joven de la Armada, ganó por caer en segunda ronda lo mismo que en todo el año pasado, casi 100.000 euros. Su caso es de los más particulares: a sus 17 años, el pupilo de Juan Carlos Ferrero está llamado a liderar la próxima generación del tenis español. Tanto es así que ya ocupa el puesto 141 del mundo, mantiene desde 2019 -cuando tenía 15 años- un lucrativo contrato con Babolat para las raquetas y con Nike -antes lo tenía con Lotto- y, tal y como reconocía esta misma semana su representante, las grandes marcas ya se lo rifan para ser el próximo rostro de un reloj, un perfume o un coche. Quién sabe.

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