Un lujo en la 'era Covid'

El negocio de volar a ningún sitio: hasta 2.400 euros por despegar y aterrizar

Algunas compañías aéreas asiáticas han empezado a ofertar este tipo de servicios para compensar las tremendas pérdidas que sufren desde principios de año.

Un avión de Royal Brunei Airlines en un vuelo.
El negocio de volar a ningún sitio: hasta 2.400 euros por despegar y aterrizar. Un avión de Royal Brunei Airlines en un vuelo.
Wikiwand

Desde el pasado marzo, en España viajar se ha convertido en algo totalmente secundario, incluso a la hora de ver a nuestros familiares más cercanos, o para volver a casa en vacaciones si vivimos en el extranjero. Viajar es casi un lujo, a raíz de las restricciones a la movilidad entre provincias que se impusieron durante el estado de alarma y, ahora, porque en buena parte de los destinos se han impuesto estrictas medidas de control sanitario, como cuarentenas de 14 días. Por eso, y para compensar las tremendas pérdidas que sufren desde principios de año, algunas compañías aéreas asiáticas han empezado a ofertar vuelos a ningún lugar: aviones que despegan, se dan un paseo por los cielos y vuelven a aterrizar. Y lo cierto es que es tremendamente lucrativo, porque los billetes cuestan hasta 2.400 euros.

"Venimos de una época con muchas restricciones y se han visto truncadas muchas de nuestras opciones de ocio, que son actividades gratificantes; una de ellas puede ser el hecho de coger un avión", afirma Sílvia Sumell, psicóloga y que ha sido profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "Cuando se añora una experiencia, volver a vivirla nos hace sentir mejor; el hecho de coger un avión, aunque sea para dar una vuelta y volver al mismo lugar, nos hace sentir libres y experimentar placer, si ya era una actividad que antes nos resultaba gratificante", añade.

Volar por el placer de volar. O, dicho de otro modo, volar para cubrir una necesidad psicológica... que hasta ahora no sabíamos que teníamos. Esa es la teoría que ha llevado a aerolíneas como Royal Brunei Airlines (Brunei), EVA Air (Taiwán), All Nippon Airways (Japón) o Qantas (Australia) a empezar a ofertar paseos en avión, como si de paseos en globo se tratase. A precio de oro, eso sí, lo que lleva a plantearse si se trata de una necesidad psicológica real o de un capricho para las clases más pudientes. Los precios oscilan entre los 450 y los 2.400 euros.

Un modelo inviable en España

"No me di cuenta de lo mucho que había echado de menos viajar; eché de menos volar, hasta el momento en que la voz del capitán se escuchó en el altavoz con el anuncio de bienvenida y con las indicaciones de seguridad", explicaba Nadzri Harif, un cliente de la compañía Royal Brunei Airlines, nada más bajarse del avión tras una experiencia de 85 minutos en uno de esos 'vuelo panorámico'. Tal y como recoge la UOC, es solo un testimonio de los muchos pasajeros que añoran volar en la 'era Covid', siquiera a ningún lugar. 

Es cierto que la Covid-19 ha condicionado y limitado el turismo, y las compañías aéreas se han visto considerablemente afectadas por ello; por eso, parece que estos vuelos a ninguna parte se han concebido como un negocio orientado al consumo y el ocio de una clientela que echa de menos volar. "El hecho de no haber podido ir de vacaciones o de no poder viajar como de costumbre puede generar el sentimiento de que no se han satisfecho estas actividades y, por lo tanto, estos vuelos a ninguna parte pueden convertirse en una actividad gratificante y divertida", insiste Sumell.

"Tengo mis serias dudas de que fuera viable una estrategia así en España", afirma por su parte Pablo Díaz, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experto en turismo. "La compañía que la lleve a cabo debe medir mucho el impacto positivo por la repercusión en los medios (adornada con una experiencia con valor añadido, por ejemplo, con un chef, un DJ o cualquier otro anzuelo), los ingresos por vuelos y la reactivación de aviones inmovilizados, frente a la posible mala imagen por prácticas excéntricas y contaminantes", advierte el experto en turismo.

En este sentido, casi todos los vuelos panorámicos tienen más servicios de lujo que lo normal: se ofrecen comidas locales y regalos, se buscan temáticas divertidas, se invita a cócteles y a pasteles de cumpleaños, si es el caso, y se dan explicaciones del capitán sobre los lugares que se sobrevuelan. El recorrido se hace de forma más baja para que los pasajeros puedan admirar las vistas, a la vez que disfrutan de una forma de volar diferente a la de antes y viven algo nuevo. "Aunque estos viajes no tienen un destino final, están pensados para ser menos estresantes que uno normal: no hay colas, son vuelos más relajantes, donde la persona se centra en otros estímulos, presta atención a aspectos que antes le pasaban por alto —las nubes, el paisaje o los colores— y le permite centrarse en sensaciones y emociones nuevas", detalla la psicóloga.

Sin embargo, sus altos precios cuestionan que los viajes a ningún lugar hayan llegado para quedarse. "Es más conveniente considerarlo como una excentricidad que podría tener cierta repercusión mediática y cierto público ocasional, pero no como práctica regular", afirma Díaz. Sin embargo, la realidad es que la semana pasada la aerolínea australiana Qantas puso a la venta un vuelo de siete horas en el que se sobrevuelan diferentes zonas del país y los billetes se agotaron en menos de diez minutos. "Para una persona que viaja mucho, lo que más echa de menos es la propia experiencia de viajar, todo lo que puede conllevar; no tanto el viaje en sí, sino el hecho de entender el vuelo como una parte emocionante de la experiencia del viaje", zanja Sumell.

Mostrar comentarios