Por qué a las aerolíneas no les importa que embarcar en sus aviones sea un caos

  • La forma óptima de embarcar en un avión está más que estudiada y no se parece ni de lejos a la que utilizan las aerolíneas.
Las puertas de embarque, siempre tan bien organizadas / Pixabay
Las puertas de embarque, siempre tan bien organizadas / Pixabay

Poco importa la compañía, el aeropuerto o el destino: embarcar en un avión parece siempre como hacer una melé en un partido de rugby. Las personas se apelotonan en la puerta de embarque mucho antes de que esta abra, como si por levantarse antes el avión fuera a salir más rápido. Pero es que estas colas ni siquiera se respetan. Cada aerolínea tiene una forma diferente de colocar a los pasajeros, pero ninguno funciona. ¿Tan difícil es inventar un método más eficiente?

En realidad, no. De hecho, la forma óptima de embarcar en un avión está más que estudiada. El astrofísico de la Northwestern University Jason Steffen, harto de esperar colas absurdas, ideó un método para que los pasajeros entren en el avión de tal forma que no entorpezcan a los que van detrás suyo.

Su propuesta, que fue publicada en forma de investigación en la revista Journal of Air Transport Management, anima a las aerolíneas a asignar a cada pasajero un orden de entrada. Primero deben embarcar los pasajeros del asiento de ventana del lado derecho del avión, comenzando con la última fila, luego desde la tercera hasta la última fila, desde la quinta hasta la última, y así sucesivamente. Luego haces lo mismo con los asientos de la ventana de la izquierda. Luego, los del centro de la derecha, y el centro a la izquierda, y, por último, los pasillos.

Este método permite que no se traslade la cola de la puerta de embarque al interior de la cabina, y que la gente pueda ir colocándose mientras siguen entrando pasajeros. Los clientes, claro está, deben entrar en un orden exacto y parejas y familias pueden separarse. Pero, además, obliga a eliminar las excepciones, esto es, a priorizar la entrada de determinados pasajeros que, por lo general, han pagado más. Y esto es algo que las aerolíneas no están dispuestas a aceptar.

"Volar apesta", asegura este usuario de Flickr / Robert Scoble
"Volar apesta", asegura este usuario de Flickr / Robert Scoble

Salir rápido, pero sin eliminar privilegios

La forma en que se embarca un avión es un largo debate en las aerolíneas. Una variable decisiva para la correcta gestión económica de un vuelo es lo que se conoce como el “tiempo de escala”: el que emplea un avión una vez que aterriza en un aeropuerto dado en sacar a los pasajeros y el equipaje, limpiar la cabina, repostar, recargar los suministros y volver a meter a la gente y sus equipajes dentro. Cuanto más largo es este periodo, menos dinero se gana.

Bajo esta premisa, embarcar a los pasajeros de la forma más rápida posible, sería positivo para las aerolíneas. El problema es que otra parte de su modelo de negocio consiste en cobrar un extra por separar a los pasajeros en todo tipo de estamentos. Como bromea Alex Davies en Wired, la jerarquía de la mayoría de aerolínea son lo suficientemente complejas como para desconcertar a la corte del rey Luis XIV. Estas incluyen no solo una variedad de clases, sino también distintos niveles de viajeros frecuentes, personas que pagan más solo por entrar antes en el avión, pasajeros que necesitan asistencia o con niños pequeños, miembros de la tripulación… Para utilizar el sistema propuesto por Steffen, habría que asignar a los pasajeros un orden concreto, bajo el cuál sería imposible conservar todo este tipo de privilegios.

Otra manera fácil de acelerar el proceso de embarque sería dejar que la gente facture su equipaje de forma gratuita, evitando la tendencia a meter todo en un equipaje de mano demasiado grande, que acaba saturando el compartimento superior. Suena genial, pero solo en EEUU las aerolíneas se embolsaron 4.200 millones de dólares cobrando por facturar el equipaje. Claro que se embarcaría más rápido en un avión low-cost si la gente no llevara toda la ropa puesta para no pagar por facturar la maleta. Pero se gana más dinero cobrando por todo que haciendo el tiempo de escala más corto.

“La pregunta que se hacen las aerolíneas no es cómo hacer que todos suban a un avión lo más rápido posible”, explica Davies. “Es cómo hacer que todos suban a un avión lo más rápido posible, al mismo tiempo que les cargamos extra por las maletas, hacemos la pelota a los clientes habituales y mantenemos un sistema que, como todas las estructuras de clase, sirve a quienes lo construyeron”.

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